“Los partidos sólo quieren
sacar raja del movimiento”

Semeí Verdía, comandante de la policía comunitaria en Ostula

Gloria Muñoz Ramírez


Cuatro de julio en El Centro, 2004.

Tiene 34 años pero su rostro es el de un joven veinteañero. Delgado, barbilla apenas visible, estatura media baja, moreno. Pantalón de mezclilla, camisa cuadrada en morado, sombrero y cinturón de ancha hebilla con la figura de una pistola escuadra. No trae más arma que con un celular con funda roja ensartado del lado derecho. Su nombre es Semeí Antonio Verdía Zepeda, comandante de la Policía Comunitaria de la comunidad indígena de Santa María Ostula, en la costa michoacana.

De paso por la ciudad de México, el también coordinador de las autodefensas del municipio de Aquila, quien lleva cuatro meses controlando la seguridad de casi dos tercios de la costa michoacana, no duda en señalar a los partidos políticos como la más grande amenaza para las policías comunitarias y para las autodefensas en Michoacán. En junio de 2015 serán las elecciones para gobernador y todos los partidos, dice, “quieren sacar raja del movimiento”. Tampoco duda en mostrar sus vínculos y alianzas con las autodefensas comandadas por el doctor José Manuel Mireles Valverde, aunque la entrevista se realiza poco antes de su detención.


Pollo arrestado por la Migra, 1999.
Fotos: William T. Vollman

La comunidad nahua de Ostula, ubicada en el litoral del Pacífico michoacano, se rearma y reorganiza luego de dos años de vivir bajo la batuta del crimen organizado y de los caciques de la región, que arrojaron un saldo de 31 comuneros muertos entre el 2009 y el 2011. Luego, del 2011 al 2013, se dio el exilio de cientos de habitantes de la región amenazados de muerte por Los Templarios, que hicieron su centro de operaciones en la comunidad vecina de La Placita, en la frontera con Colima. Semeí fue uno de los que salió huyendo.

Al calor del surgimiento de las autodefensas en Michoacán, Semeí, agricultor de papayas, tomó contacto con ellas y juntos prepararon el regreso. Hoy Semeí se mueve de pueblo en pueblo a bordo de una camioneta particular, “decomisada a los malandros”, acompañado siempre de cinco escoltas, todos armados con cuernos de chivo y ametralladoras R-15: “ellos van conmigo a todos lados, están conmigo en mi casa, día y noche, pero a este viaje no vinieron”.

El comandante Semeí Verdía refiere que su primera participación política “fue hace como 17 años”, en el primer intento de la comunidad de rescatar las tierras que les pertenecen y que estaban en manos de “los caciques y pequeños propietarios de La Placita”. Tenía 17 años entonces “y ya me gustaba andar en la bola. De hecho me mandaron de escolta de los que estaban al frente de la comunidad, andaba con ellos pegado y ya andaba armado. Traía una Súper”.

El segundo intento de recuperación del paraje conocido como la Caguancera fue a tiros en junio de 2009, fecha en la que entraron los comuneros, entre ellos Semeí, y levantaron ahí mismo y en unos cuantos días el nuevo poblado de Xayacalan. Luego vinieron las muertes de los representantes, el incremento de la violencia del crimen organizado, el exilio y, finalmente, el regreso a la comunidad con el apoyo de las autodefensas organizadas por el doctor José Manuel Mireles, el pasado 13 de febrero. Desde ese día, refiere, “toda la vida me cambió. Ya sólo voy a mi casa por dinero o por gasolina, pero mi familia está contenta y mis dos hijos felices”.

Miembro del prd en ese entonces, después de la exitosa toma de Xayacalan, Semeí empieza a recibir amenazas de los priístas “coludidos con los criminales”, quienes en el 2012 lo amenazaron de muerte. Antes de militar en el prd fue priista (de los 18 a los 27 años), pero se salió porque “ahí no nos dejaban decidir y eso a mí no me gusta. No me gustan que usen a la gente sólo en las elecciones y que cuando llegan al poder no los tomen en cuenta”.

Como militante perredista llegó a encargarse del área de Deportes del comité del partido local, cargo desde el que “gestionaba los uniformes para los jugadores, porque como a mí me gusta mucho el fútbol y tenía muy buena relación con los jugadores, me tocaba regalarles el 50 por ciento del gasto para los uniformes. Yo los gestionaba directamente en Morelia, por lo que vieron que yo estaba creciendo reciamente en política y ahí fue donde se molestó más fuerte la gente de ellos”.

Vino entonces el periodo de amenazas: “Me atemorizaban diciendo que me iban a levantar por la cuestión de las tierras y de la política. Me llegaban recados a la casa, unas hojas en las que ponían una foto pidiéndome 50 mil pesos si quería seguir trabajando. Yo dije que no tenía por qué pagar y como no les pagué me intentaron matar”. Antes de la balacera, Semeí consiguió escabullirse por el campo de fútbol y salió caminando solo por el bosque como a las 11 de la noche. Luego “un amigo me prestó una ropa y huaraches para caminar y me trasladé al rancho donde tenía la papayera. Ahí llegué a las cuatro de la mañana. Tomé un rifle 22 y una escopeta y me armé de vuelta por si me llegaban.

Fueron cuatro años de andar de un lado para otro. El regreso a Ostula ocurre luego del levantamiento de las autofedensas en Tierra Caliente: “Ahí dije que era lo que yo esperaba. Cuando fueron avanzando a los municipios, vi que era el momento de avanzar. Me contacté con varios amigos y me apoyaron para regresar a la comunidad. Regresé fuertemente armado con unos compañeros. Yo llevo un cuerno de chivo y una Súper que era de un tío político. Esa era mi protección”.

La llegada la comunidad fue apabullante y “muy emocionante”. Semeí encabezó una caravana de autos a bordo de su camioneta y el pueblo los recibió con aplausos. “Éramos como sesenta hombres armados con todo tipo de escopetas, y cuando llegamos organizamos una reunión en el pueblo. Luego programamos una asamblea general. Ya la comunidad nos conocía bien, pues somos de ahí. En esos días me nombraron como comandante y hasta la fecha todo sigue bien”, dice, seguro de sí mismo.

Hoy, Semeí tiene “una excelente relación con los representantes y voceros de las autodefensas, como el doctor Mireles y Papá Pitufo, de este último de diferente manera, pero también es buena la relación”. De todos ellos, dice, “todavía van a saber mucho”. Del grupo conocido como dirigentes y voceros de las autodefensas, Semeí es el único elegido en una asamblea de mil 200 comuneros.

Lo más importante, reflexiona, es que desde que asumieron el control de su seguridad, Los Templarios huyeron del pueblo, “ya se puede caminar tranquilamente y hasta el turismo ha vuelto a la región”.

El enemigo, señala confiado, “no es demasiado grande”, pues “no hay nada más grande que la humanidad”. Y del futuro, aunque incierto, Semeí Verdía desea “que todo siga bien, que organicemos a toda nuestra comunidad y podamos hacer algo mejor por ella”.