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México SA

Más deuda, peor gasto

A inversión, lo mínimo

SG: ¿emergencia?

U

na buena, dos malas: la primera, que el gobierno federal inyectó más de 276 mil millones de pesos entre enero y mayo del presente año para reactivar la economía; las segundas, que sólo el 19 por ciento de ese monto se destinó a inversión productiva y que una tercera parte del mayor gasto público fue por endeudamiento.

Así, difícilmente se encenderá el motor económico, pues el resto de los dineros públicos se destinan a gasto corriente (con la nómina burocrática en primer lugar) y a cubrir el grueso costo financiero (léase pago de intereses, comisiones y gastos) de la voluminosa deuda que generosamente siguen contratando sin mayor repercusión en la actividad que pretenden reactivar.

La citada inyección se concentró en el pago de servicios personales, que en el lapso referido sumó cerca de 411 mil millones de pesos, a otros gastos de operación (383 mil y pico de millones), y a subsidios y transferencias (247 mil millones adicionales). En total, más de un billón de pesos en gasto corriente.

Por el contrario, la inversión pública (directa e indirecta) sumó 323 mil millones de pesos, incluidos, como detalla la Secretaría de Hacienda, los dineros que el gobierno federal destinó a las dependencias y entidades bajo control presupuestal directo e indirecto, así como a las entidades federativas y municipios (aportaciones), gasto que incluye el pago de nómina burocrática.

La maquinaria gubernamental, pues, se mantiene perfectamente aceitada, aunque ni de lejos reactive la economía. En cambio, la inversión, que sí la sacude, para bien, apenas si recibió una probadita de la generosa inyección de recursos anunciada por Hacienda: 19 centavos de cada peso, con todo y que de enero a mayo de 2014 este renglón repuntó comparado con igual lapso del año previo.

Pero también el gasto público se destinó a atender puntualmente el gran negocio (para la banca, desde luego) del endeudamiento público. Más allá de que entre enero y mayo la contratación de débito mantuvo su alegre carrera alcista, en ese periodo de las arcas nacionales salieron más de 336 mil millones de pesos para cubrir intereses, comisiones y gastos de la propia deuda del gobierno federal y del sector paraestatal (léase la que pagan todos los mexicanos); para atender las necesidades del IPAB (el heredero del interminable Fobaproa) y apoyar a ahorradores y deudores, y otras erogaciones no detalladas.

Resultado: la inyección adicional de recursos (nueva deuda incluida) provocó que al cierre del quinto mes de 2014 el balance presupuestario (ingresos menos gasto neto pagado) arrojara un déficit cercano a 104 mil millones de pesos, contra el saldo positivo, superior a 36 mil millones, registrado al cierre de mayo de 2013. Y hasta donde se ha documentado, la reactivación económica se mantiene como asignatura pendiente.

Ya entrados en gastos, el ejercido por la Presidencia de la República se incrementó 38 por ciento en el periodo de referencia, aunque sólo en mayo registró un aumento de 113 por ciento en términos reales. ¿En qué se lo gastaron los muchachos de Los Pinos?, porque claro está que la portada, más 22 páginas bellamente ilustradas, de la revista Marie Claire no son baratas, pero no tan caras como para justificar un avance de esa naturaleza.

Hasta donde se sabe, la Secretaría de Energía ya no invierte en nada, porque todo se lo ha dejado al capital privado, pero su gasto se incrementó 260 por ciento en términos reales a lo largo de los primeros cinco meses de 2014. Nada lo justificaría, a menos de que ese sustancial aumento sea producto de la inversión en el bombardeo publicitario que pregona el paraíso para los mexicanos como producto de la reforma sectorial. En cambio, el gasto de Pemex sólo creció 31 por ciento, ocho veces menos que el de la Sener, con el agravante de que la paraestatal sí genera ingresos para la nación.

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El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, en imagen del pasado marzoFoto José Antonio López

En cambio, la Secretaría de Educación Pública prácticamente no participó de la inyección, o llegó tarde al reparto, pues su gasto apenas se incrementó 7 por ciento, uno de los más reducidos de la fiesta, al igual que el de la Secretaría de la Defensa Nacional, que sólo creció 2 por ciento.

En cambio, el de la Secretaría de Turismo reportó un brinco de 147 por ciento en términos reales, como todos los citados, lo que es comprensible por ser esta dependencia una gran generadora de ingresos… para el sector privado. Un elemento positivo es que el gasto del Conacyt aumentó 87 por ciento, aunque los becarios no dejan de protestar por lo reducido de las becas que esta institución otorga y el constante retraso en la llegada de los dineros.

Los llamados entes autónomos (parece chiste, pero sí los clasifican presupuestalmente) incrementaron su gasto 16 por ciento en términos reales, aunque a detalle destacaron (qué raro) el aparato judicial y el flamante Instituto Nacional Electoral, cuyos voraces consejeros no quedaron satisfechos porque ya piden más recursos. En fin, mucho dinero, pocas nueces y reactivación ausente.

Ahora que si se trata de dinero, qué mejor ejemplo que la gloriosa banca privada que opera en nuestro país. De acuerdo con el más reciente reporte de la CNBV, las empresas que la conforman obtuvieron utilidades netas por 34 mil millones de pesos, sólo de enero a mayo del presente año. Aun así, la queja es que tal monto resultó apenas 0.6 por ciento superior al obtenido en igual periodo de 2013, como un reflejo de la lenta recuperación de la actividad económica.

Sin duda, los barones del dinero deben estar compungidos, acostumbrados al galopante crecimiento de sus ganancias. Pero en los hechos no tienen por qué quejarse, toda vez que lo que ahora ganan en apenas cinco meses antes tardaban cuatro años (de 1997 a 2000) en obtenerlo. De ese tamaño es el bondadoso sistema financiero mexicano y los agujereados bolsillos de sus usuarios.

Las rebanadas del pastel

Llevan meses, por no decir años, echándose unos a otros la pelota y la culpa por el dramático incremento en el número de menores de edad (mexicanos y centroamericanos) que viajan e ingresan solos a Estados Unidos. Los de allá no saben hacer otra cosa que recluirlos y expulsarlos de su territorio; los de acá son expertos en fingir demencia, y los de más abajo, geográficamente hablando, ni por enterados se dan. Las cifras más recientes documentan que en los últimos ocho meses más de 12 mil menores mexicanos se encuentran en tan delicada situación (centroamericanos aparte), pero ahora resulta que el Secretario de Gobernación analiza la emergencia con el embajador estadunidense en México. Qué bueno que le den trato de emergencia.

Twitter: @cafe-vega