Opinión
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Exposición del Exilio Español
E

ntre otras razones, dado el cambio de monarca español, esta muestra de contar con la propaganda adecuada podría acarrear mucho público, es interesante porque nos enfrenta con no pocos artistas plásticos del exilio español que conocemos muy bien, como Antonio Rodríguez Luna, cuya importancia como profesor en la entonces escuela Nacional de Artes plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (ahora es Facultad y la dirige Elizabeth Fuentes) fue trascendente, aunque está representado primordialmente con una de sus facetas ilustrativas que no lo favorece demasiado. Una tinta suya da inicio al recorrido y es de sus trabajos mexicanos mayormente conocidos: Jueces enajenados (1966). Otra figura muy reconocida: Elvira Gascón, aquí sorprende con pinturas al óleo, cuando que la hemos alabado y reconocido principalmente como dibujante. Las dos pinturas de formato grande de Arturo Souto, maestro entre otros de Enrique Echeverría y Vicente Rojo, deduzco que fueron realizadas en España y que el artista y maestro las trajo consigo. Ocupan un espacio relevante (con magnífico tiro visual), se perciben como prototípicamente españolas, no como productos de la nostalgia que el pintor pudo haber experimentado en México al toparse con reuniones costeñas de pescadores o campesinos mexicanos. Hasta los biotipos lo ilustran. Sus otras dos pequeñas pinturas: paisajes urbanos españoles son joyas en este contexto, además de ser primorosas, ejemplifican una buena asimilación del posimpresionismo.

Por sus dimensiones el gran retrato de la señora Lavín, por José Renau, incorpora a la impactante modelo de una columna decapitada, en tanto ella se adhiere al fuste, el capitel dórico yace a su lado, se trata de un retrato simbolista de significado inmediato que ofrece semidisfrazado hasta un desnudo femenino, bastante erótico, metamorfoseado en maleza. Todo espectador que no se quede con la visión momentánea de la pieza puede detectarlo. Sin duda es una pieza importante de este maestro que llegó a colaborar con Siqueiros. También parece haber sido uno de los primeros en incorporar motivos mexicanos, como lo ejemplifican sus paisajes con palmeras. Sus grabados ratifican la tónica que en cierto momento él asimila del Taller de Gráfica Popular, aunque no puedo asegurarlo a ciencia cierta, pues carecen de fecha.

Esta muestra pudo ser mayormente atractiva y didáctica de haberse adherido un resumen documental, aunque fuera muy escueto que acentuara la importancia que el exilio español representó para México en todos los órdenes, pero principalmente en el filosófico, el musical, el literario, el de las traducciones, el sociológico y el de la docencia.

Deseo expresar que el conocimiento aunque sea muy somero de la historia de la Guerra Civil española es necesaria para entender el exilio y que esa historia es bastante más complicada de lo que se nos ha instaurado en un sentido general a quienes no somos especialistas. Nosotros, los mexicanos, somos todos simpatizantes y amantes de la República, pero eso no equivale a conocer bien todas las facciones que la integraron y muchos ignoran que el presidente de la República en el exilio: Juan Negrín, estuvo exiliado aquí en México, aunque después se trasladó a Francia. Entre los mejores historiadores de estos hechos, véase como se vea, suelen estar los ingleses y no me estoy refiriendo sólo al aspecto literario que nos entrega por ejemplo George Orwell, sino sobre todo a los volúmenes de Hugh Thomas o los libros del angloamericano Stanley Payne. Además debo aclarar que el admirable don Isidro Fabela, a quien sin duda festejamos y es quien proporcionó a distancia el recinto para la exposición que comento, distó de ser el único personaje que gestionó con Lázaro Cárdenas la bienvenida y el apoyo al exilio, pues tal apoyo ideológicamente estaba prefigurado y era generalizado entre las clases mexicanas llamémosles progresistas. Hubo muchos personajes y políticos que lo avalaron, incluso Fernando Gamboa, también hubo contrarios y dentro del exilio hubo igualmente no una sola sino varias tendencias.

Menciono tal cuestión para que prevalezca la idea de que esta exposición, congregada por la infatigable Esther Echeverría refleja sólo un aspecto del exilio español. Según estadísticas se dice que entre 1939 y 1942 llegaron unos 30 mil republicanos. Sin contar, creo los niños y jóvenes. Todos eran de élite intelectual, de aquí que los recordemos con tanta fruición e insistencia.

El libro de Federico Álvarez Arregui Una vida: infancia y adolescencia, publicado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, es posiblemente hoy día el último testimonio escrito por un exiliado con quien todavía afortunadamente podemos dialogar y seguir dialogando. Es excepcional por su género y por su estilo memorioso. Pudimos escuchar a Federico en persona en el panel que se organizó el jueves 26 en la propia Casa del Risco. Luis Rius Caso, hijo del poeta Luis Rius Azcoitia y yo, que fui alumna de varios maestros del exilio, tuvimos el honor de acompañarlo.