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Tertulia organizada por la UAM para recordar al poeta a 32 años de su fallecimiento

Amigos de Efraín Huerta escancian la maravillosa vida de El Gran Cocodrilo

El autor de Absoluto amor congregó a Jaime Augusto Shelley, Dionicio Morales y Carlos Bracho

 
Periódico La Jornada
Jueves 26 de junio de 2014, p. a12

El poeta y periodista Efraín Huerta, a 32 años de su fallecimiento, congregó este martes en la Casa del Tiempo a sus entrañables amigos Jaime Augusto Shelley, Dionicio Morales y Carlos Bracho para, según este último, hablar de la maravillosa vida de El Gran Cocodrilo en su centenario.

La tertulia, organizada por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), tuvo un ánimo festivo y fue aderezada por el relato de divertidas anécdotas en voz de los dos escritores y el actor, los que compartieron una profunda amistad con el autor de Los hombres del alba, en diferentes momentos de su vida.

El reconocimiento incluyó un recital de piano de Marlon Bordas Gonzále, ante la presencia de las dos hijas mayores de Efraín Huerta (Silao, 1914-DF, 1982), Eugenia y Andrea, Salvador Vega y León, rector de la UAM, y el poeta Enrique González Rojo Arthur. También se informó que en los próximos días se podrá ver y escuchar, respectivamente, el acto en el sitio de Internet (www.uam.mx) y en la radio de esa universidad.

Crítico de cine y teatro

Durante el homenaje, moderado por Víctor Muñoz, el actor Carlos Bracho afirmó que dos grandes cosas lo unían a Huerta: el amor a Marx y a las mujeres. Luego leyó un texto, publicado en la revista Casa del Tiempo, donde expone algunos hechos que vivieron juntos como cuando a él y Alejandro Aura, sus aprendices de brujo, les propuso, convencido: Esta noche, ya muy noche, escúchenme bien, sembraremos flores en toda la calle, así que mañana los choferes se verán impedidos de seguir su marcha y no podrán continuar el paso de sus ruidosos vehículos ya que encontrarán una avenida cubierta de pensamientos, de lirios y azucenas.

Rememoró, además, la vez en que Leopoldo Ayala, Bracho y Huerta miraban en Reforma a la Diana y un presidente había mandado ponerle calzones. “Si no fuera por esos detalles no habría poesía. Efraín no escribiría su maravilloso Manifiesto Nalgaista (…) Nosotros les debemos a los malos políticos la buena poesía y los artículos editorialistas”.

Bracho puntualizó: Estamos contando esto para que quien no lo haya leído, justamente a raíz de estas anécdotas, estos detalles que nos ilustran de la maravillosa vida que tuvo Efraín y que nos comunicó a todos, para que lo lean, para que vean esa enorme poesía que está publicada, por fortuna, en muchos libros.

Siguió el poeta y ensayista Dionicio Morales, quien dijo que Huerta fue un crítico de cine y teatro; incluso tuvo un paso por las pantallas en un corto universitario de 30 minutos, de Alberto Bojórquez. Al principio, el poeta se negó a interpretar a un padre de familia muy religioso, pero fue convencido por el hecho de compartir papeles con la actriz venezolana Teresa Selma, quien estuvo presente en el homenaje. El filme, afirmó Morales, está extraviado. Ojalá esa película se pueda encontrar, agregó.

Destacó que el autor de Absoluto amor era tan querido con la anécdota de una vez que salieron de la casa de escritor Alí Chumacero y entraron a un bar de moda donde cantaba Chavela Vargas, quien al verlo, dijo: Me van a disculpar los clientes pero este acto se cierra, así que los que se quieran salir que lo hagan porque a partir de aquí solamente voy a cantar para el gran poeta de México, que ha llegado.

El poeta Jaime Augusto Shelley recordó cómo conoció al creador de los poemínimos por intermedio de su hija Andrea en los años 60. Fue un hallazgo de dos vertientes: por un lado, la extraordinaria belleza que dejaba caer en las líneas del poema para luego machacarla con vulgaridades y excesos verbales propios de un panfleto. No lo entendía entonces.

Mencionó que años después, Huerta escribió “uno de los poemas más extraordinarios de nuestra poesía: Juárez-Loreto, que leo todavía a mis alumnos. Es un momento excepcional de la actualización de la poesía en lengua española en el siglo XX, dicho, sentido y amorosamente expresado en mexicano”.

En él, podemos asomarnos al más íntimo ser de nuestro amado Efraín, los supremos poderes expresivos en este poema de amor, de deseo carnal, de exaltación y sublimación tocados con un gesto de humor triste tan dulcemente enunciado, pero que también nos habla de la profunda soledad humana.

Y concluyó: “La última vez que lo vi, estaba sentado frente al escritorio y al despedirme, con el aparato que usaba para hacerse oír, me dijo: ‘Estos cabrones me andan haciendo un chingo de homenajes. Creen que me voy a morir, pero se la van a pelar’ (…) Esa imagen del entrañable amigo es la que más me gusta y la guardo con inmenso cariño”.