Opinión
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¡Viva la República!
M

e llamaron poderosamente la atención las escenas de la televisión española en las que aparecía una multitud, al parecer en la Puerta del Sol, en Madrid, gritando vivas a la República y ondeando banderas tricolores –rojo, amarillo y morado– que han sido siempre símbolos de la República derrotada por el franquismo y desconocida por la sucesión monárquica de la familia Borbón.

Debo ser sincero. No me cae mal el rey Juan Carlos, quien sin la menor duda ha contribuido a que en España se haya establecido la democracia, y simpatizo con su esposa y con su hijo Felipe, el próximo rey como consecuencia de la abdicación de su padre. Pero me sigue pareciendo absurda la monarquía, que permite la sustitución del poder, así sea relativo, por un acto de abdicación que no toma en cuenta la voluntad del pueblo.

Nací en Sevilla, en plena monarquía, cuando reinaba Alfonso XIII y las ideas revolucionarias no aspiraban más que al establecimiento de un sistema republicano en el que se oyera la voz del pueblo para determinar la posible sucesión, olvidando los privilegios de una familia que históricamente, en España, siempre ejerció el poder, así haya sido en la úl­tima parte del franquismo y su continuación hasta la aprobación de la Constitución, bajo el mando militar, sin olvidar la intentona del 23 de febrero de Tejero y su guardia civil.

Pero mi familia siempre fue republicana, librepensadora y con sentido democrático por lo que se integró a la República de 1931 y, por supuesto, al exilio a partir de 1940 por el que tanto le debemos a Lázaro Cárdenas y a México.

No le fue gratis a la familia su ideología. Durante la guerra le costó la cárcel a mi abuelo Odón de Buen, que con su esposa Rafaela Lozano había viajado de vacaciones a Palma de Mallorca, donde fue detenido por los franquistas, por sus claros antecedentes republicanos y librepensadores. Mi padre logró su canje por una hermana de Primo de Rivera, el principal dirigente de la Falange española y los abuelos pudieron integrarse a la zona republicana, con exilio final en Francia y del abuelo, en México. Fue el creador del Instituto de Oceanografía en España, con merecida fama internacional. A un hermano de mi padre, médico eminente, que había viajado a Extremadura, por supuesto que republicano, lo fusilaron los franquistas dirigidos por el general Queipo del Llano. Dos de mis tíos, Rafael y Fernando, fueron altos mandos del Ejército republicano y el más joven, Víctor, lamentablemente lo sorprendió la guerra en territorio rebelde y se incorporó al ejército franquista.

Hay que reconocer, que por lo menos en nuestro medio, la república es una monarquía disfrazada. La sucesión presidencial, desde siempre, ha sido producto del poder y no de la voluntad ciudadana. Por regla general, del poder político, pero sin duda, con la presencia más que importante del poder económico. Nadie puede dudar de que el PRI ha ejercido la facultad de elegir a los sucesores, una forma de abdicación evidente, salvo en el momento en que esas facultades quedaron en manos de la derecha y como consecuencia, de Fox y Calderón, que no supieron conservarlas. No se vislumbran formas distintas de llevar a cabo la sucesión. La supuesta derrota de Cuauhtémoc Cárdenas ante Salinas es un buen ejemplo.

En ese sentido, la abdicación de Juan Carlos en favor de su hijo, llama la atención, pero no sorprende en nuestro medio. Probablemente sea vista con cierta envidia por nuestros políticos, ya que siendo entre nosotros un hecho habitual, no deja de ser una maniobra sin apoyo constitucional. Claro está que en estos tiempos en que se reforma la Constitución con tanta frivolidad, alguno pensará en la posibilidad de incluir en ella la forma monárquica.

Supongo que Felipe VI hará un buen papel. Siempre me ha caído bien. Pero nada puede asegurar que la monarquía se perpetúe en España. Las banderas republicanas en la Puerta del Sol de Madrid, dan muchas esperanzas.