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A la mitad del foro

Espirales en el vacío

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El monarca Juan Carlos I de Borbón será anfitrión del presidente mexicano Enrique Peña Nieto en la última visita de Estado de su reinadoFoto Reuters
E

l rey que está en Madrid se fue al retiro. El gobernador del Banco de México anunció la reducción de la tasa de interés interbancaria, de 3.5 a 3 por ciento. Decisión acertada y oportuna, dijo de inmediato Luis Videgaray. Una triste nostalgia reaccionaria despidió el miedo a la espiral inflacionaria que nos paralizó en la estabilidad inamovible. Y en España se alzó el grito: ¡Viva la República! Se deshilachaba el nudo atado y bien atado con el que Franco aseguraba la dinastía del caudillo por la gracia de Dios.

Con las vueltas del tiempo, la globalidad ascendió a cósmica y la desigualdad devora a sus hijos. Enrique Peña Nieto desembarcó en la tierra de Enrique el Navegante y aseguró que la apertura de México es tal que abarca ya un mercado de más de mil millones de clientes potenciales. Y se fue al Vaticano, donde Francisco I repasaba las cuentas del rosario de quejas y lamentos que le llevaron los obispos mexicanos: de la violencia, de la pobreza, de las penas de los migrantes y, desde luego, de la eterna tozudez paterna por cancelar la escuela pública y laica para dar a la santa Iglesia el monopolio educativo. Peccata minuta. La visita de Estado puede resumirse en la invitación de Enrique Peña Nieto al Papa. Anuncian que aceptó, aunque todavía no dicen cuándo. Las cosas de palacio van despacio. Las celestiales, al paso de la eternidad.

Los viajes ilustran. El rey Juan Carlos I será anfitrión del presidente de la República mexicana en la última visita de Estado de su reino. Nobleza obliga y la nostalgia impone recordar la imagen del joven rey de España en las pantallas de la televisión, condenando el asalto golpista a las cortes y exhibiendo, sin mencionarlos, a los generales que esperaban informes del coronel Tejero. Y acordarse del valor de Francisco Suárez, cuya labor por obtener el reconocimiento del Partido Comunista, incorporarlo al proceso de cambio de régimen, coronó la concertación política y abrió paso a la reconciliación todavía pendiente. Larga la lista de notables que integra la comitiva presidencial en esta visita. Los recuerdos del porvenir. Todos, casi todos: desde luego el canciller, Antonio Meade; la secretaria de Turismo, Claudia Ruiz Massieu; el omnipresente Luis Videgaray; Ildefonso Guajardo, de Economía; Gerardo Ruiz Esparza, de Comunicaciones y Transportes.

Y Pedro Joaquín Coldwell, todavía de ceño fruncido por el debate bizantino de las gasolineras y el potencial conflicto de intereses. En Pemex, donde los fantasmas salen en pleno día y de noche se arreglan los grandes negocios. No todos sucios ni todos privados. Todos políticos, nos guste o no. Así comprendan una reforma a fondo con la que el oro negro vuelve a deslumbrar a propios y extraños; con la que ponentes y oponentes se declaran defensores del espíritu original del Constituyente del 17, de la expropiación y nacionalización que recuperaron el sentido social de la Revolución y abrieron la etapa de desarrollo para el México moderno. Curiosa simbiosis que lleva a eliminar del consejo de administración al sindicato y a consolidar a los consejeros profesionales, con certificado de virginidad del sector privado.

Pemex cumple 76 años. Y Ricardo Lozoya Austin adelantó las vísperas con la venta de las acciones de Repsol compradas por su antecesor, con la muy capitalista ilusión de hacerse del control de la empresa hispana, aliado con el socio mayoritario que cosecharía los millones de su ruptura con YPF de Argentina y dejaría al socio mexicano magras utilidades. Mala inversión, pésima decisión política. De explotados y expropiadores a explotadores de la mano de una empresa petrolera sin petróleo. Hoy que se resuelve la farsa del infantilista amago de posponer el debate de la reforma energética para las calendas griegas, los tecnopolíticos de Peña Nieto deberían obsequiar un ejemplar de la revista The Economist a Gustavo Madero, a Jesús Zambrano y la pléyade de priístas conversos, ocultos o confesos. La portada dice: Bello juego. Feo negocio. Se refiere al campeonato mundial de la FIFA, pero vale para la narrativa de nuestra degradación política.

Arde el llano: 50 grados de calor, literalmente el infierno, en Hermosillo, Sonora. Y el gobernador, Guillermo Padrés, atiza la hoguera en el aislamiento que lo mantiene a salvo de un encuentro con los yaquis, cuyas aguas han desviado para secar el campo y mandarlas a la ciudad capital; a salvo y a distancia de los padres y madres de los niños muertos y de los marcados de por vida en el criminal atentado de la guardería ABC. Las protestas, justas, dolorosas, valientes, son en la ciudad de México, capital de la República y destino de todas las peregrinaciones; las de dignidad y penosa prolongación de la injusticia, así como las rituales de usos y costumbres del cohecho politiquero o del caos anarquizante que surge ante el vacío de autoridad estatal.

Lástima. Porque mientras vuelven de Lisboa, Roma y Madrid, la economía mexicana acumula 21 meses de caídas que oscilan entre 0.01 y 0.08 por ciento. No estamos en recesión, técnicamente, asegura el inefable director del Inegi. Pero si no se trata de desplomes apabullantes, estamos en la inmovilidad que tanto nos aterra y entristece en los muertos. El martes estarán en la comisión correspondiente del Senado las iniciativas de leyes secundarias, leyes reglamentarias de la reforma energética aprobada por el Congreso de la Unión y avalada por la mayoría de los congresos estatales que la norma señala. Tardó mucho el Ejecutivo en enviarlas; Gustavo Madero se empeñó en posponerlas para que los panistas no lo exhibieran colaboracionista, lacayo del gobierno priísta. Todos son de derecha, pero unos son más de derecha que otros: Miguel Barbosa y Emilio Gamboa acordaron proceder, y el PAN aprobó en silencio.

El bello espectáculo del campeonato mundial de futbol no interfiere las señales mercantilistas del parlamento ajeno a la retórica, a la ética y a la razón de Estado. Pero es mal necesario, indispensable para seguir la pauta de Winston Churchill y la democracia como el peor de los sistemas, salvo el resto de todos los conocidos. Desde Madrid habrá escuchado el secretario Gerardo Ruiz Esparza los truenos de la tormenta que amenaza desatar cualquier retraso en las muchas obras de infraestructura anunciadas y que todavía no se ven. Las hay. Algunas no han sido inauguraciones de obras iniciadas en otros sexenios. Pero urge poner los primeros durmientes y rieles de los ferrocarriles que repongan lo privatizado para beneficio exclusivo de dos o tres oligarcas.

Eruviel Ávila y Miguel Ángel Mancera tendrían enlace de auténtico federalismo en la vía directa Toluca-Distrito Federal. Y a Querétaro llegaría después de más de medio siglo el ferrocarril electrificado. Los trenes que comunicarán Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas aportarían mucho más que una muy productiva ruta turística en la cuna de las culturas mayas. Y hay más: en el Programa Nacional de Infraestructura, anunció Jorge Carlos Ramírez Marín, titular de la Sedatu, el Proyecto Regional Sur-Sureste absorbe casi 30 por ciento de la inversión y de éste, 10 por ciento será en territorio yucateco.

El tiempo perdido empobrece a todos. En la supercarretera a Cuernavaca ha quedado casi oculto el Monumento al Caminero, y en el sitio donde empieza el estado de Morelos hace años que derribaron la escultura de José María Morelos para robarse el bronce. Su ausencia expone impunidad criminal. Y la incuria de quienes hacen como que hacen política.