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La crítica que falta
A

veces pienso que en México el pecado mayor de un artista no es su mediocridad sino su ideología. Por eso vemos danzar en editoriales públicas y privadas a poetas anodinos y a narradores deshilvanados por las páginas de revistas y suplementos culturales.

También por eso es relativamente fácil toparse con esperpentos con el mote de esculturas en plazas y parques y se recuerda, más por su pureza ideológica a José Revueltas que por su genio literario. Fue un militante, sí, pero fue y sigue siendo sobre todo un gran escritor. Recientemente sus familiares se quejaron de eso.

Hace unos días le pregunté a Eugenia Huerta si veía a su padre Efraín El gran cocodrilo como un poeta marginal y confieso que su respuesta no me sorprendió: más que marginal ha sido un poeta marginado por su militancia comunista. ¿Será por ese mismo motivo que las editoriales públicas no han puesto a circular entre nosotros a la poeta Maya Angelou? Su penetrante voz llena de imágenes poderosas ¿no merecería ser conocida por los lectores de nuestro país y no recordarla sólo por su trabajo al lado de Martin Luther King?

Ya sé que se publicaron hace tiempo dos de sus libros pero conformarse con un par de volúmenes descatalogados no justifica, creo, que no tengamos alguna antología de sus poemas. Sobre todo si contamos con editoriales públicas cuyo objetivo es, me parece, acercarnos materiales de calidad.

Ignoro cuándo empezó exactamente la campaña de ninguneo contra Elena Poniatowska pero resulta claro que por hacer públicas de manera clara sus ideas políticas ha sido hasta el momento el blanco más claro de la canalla literaria y política en el México contemporáneo. El hostigamiento físico, verbal y simbólico del que ha sido víctima ha sido más constante y virulento que el que padeciera Octavio Paz cuando quemaron su efigie en una manifestación.

Esa campaña, no terminó, por supuesto, con el Premio Cervantes que acaba de recibir. Redactores con seudónimo o sin él volvieron a la carga para hacer patente su independencia censurando a una escritora que ha criticado en forma constante los abusos del poder.

Por eso da gusto encontrarse con una crítica de Elena Poniatowska que decidiera acercarse a la escritora de la mejor manera: leyendo sus libros. Parece una tarea infantil recordar que a los pintores se les debe criticar por la calidad de sus pinturas, a los arquitectos por sus edificios, a los músicos por sus interpretaciones y composiciones y no por sus militancias o su vida privada. La fe de Sor Juana no me aleja de su obra, ni los motivos religiosos de El Greco de sus imágenes.

Sara Poot Herrera, académica de la Universidad de California, acaba de publicar Viento, galope de agua. Entre palabras: Elena Poniatowska, volumen en el que analiza con minucia de cirujano la obra de la autora de Hasta no verte Jesús mío.

La especialista en literatura cumple sin pedantería con todos los protocolos de la academia para acercarnos a una de las voces más importantes de la literatura contemporánea de nuestro idioma. Erudita sin fatigar al lector, la investigadora repasa 60 años del trabajo literario de Poniatowska para señalarnos descubrimientos, recursos, apuestas literarias. La cocina íntima de la escritora.

Si la oralidad es una de las características de la literatura de los últimos años, Sara Poot nos demuestra cómo Poniatowska fue construyendo este recurso literario para encontrar su voz en las voces de otros. De muchos otros: de La noche de Tlatelolco a Tlapalería; de sus largas entrevistas a personajes como Josefina Bórquez que dio lugar a Jesusa Palancares, o al líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo que se convirtió en Trinidad Pineda Chiñas en El tren pasa primero. ¿Y qué decir de la voces indiscretas y preguntonas de Lilus Kikus o de Mariana en La flor de Lis que Sara Poot nos señala se parecen mucho al tono y la curiosidad de la escritora?

Escribe Poot Herrera que la obra de Poniatowska es tan rica que puede abordarse de varias maneras: por géneros literarios, desde los estudios del género, en el marco de las culturas populares, desde la llamada subalternidad, a partir de la relación de la literatura y otras artes, o desde la oralidad de ese magnífico conjunto que es el trabajo escritural de Poniatowska.

Tlapalería es para la investigadora uno de los mejores textos de Elena Poniatowska, un modelo de oralidad del cuento mexicano actual. En este texto la voz narrativa desaparece, ni siquiera es una voz más entre las voces del texto: las voces, solas, cuentan.

Imposible seguir la minucia de análisis de Sara Poot Herrera en estas líneas. Sirva decir sin embargo que no conozco mejor pórtico de entrada para comprender el valor literario de la autora de Fuerte es el silencio que Viento, galope de agua. Entre palabras: Elena Poniatowska.

Cuánta falta hace la crítica literaria. Cuánto sobra la crítica ideológica en nuestras letras.