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Ruanda, Burundi y las temibles tribus de Occidente
U

nidos y separados, Ruanda y Burundi alcanzaron la independencia el 1º de julio de 1962. Independientes, mas no liberados del desquiciante legado civilizador que los colonialistas y misioneros de Alemania y Bélgica sembraron durante más de medio siglo en el pueblo banyaruanda.

En 1991, cuando las trompetas de la globalización anunciaban la llegada del ciudadano universal, el conjunto de las naciones subsaharianas (600 millones de habitantes) tuvo un PIB combinado similar al de la pequeña Bélgica, país con extensión similar a la de Ruanda y Burundi juntos y un ingreso 73 veces superior.

Maquilado por los belgas y la Iglesia católica de Ruanda, el primer presidente constitucional, Gregoire Kayibanda (líder del partido racista Parmehutu), anunció el futuro: todos los tutsis son feudales abominables, comunistas, y afroasiáticos ( Correo de África, 11/2/61). Por consiguiente, cerca de 60 por ciento de los tutsis abandonaron el país y se refugiaron en Burundi (gobernada por la monarquía tutsi), Uganda y la provincia de Kivu, en la ex Zaire, hoy República Democrática del Congo (1959-64).

La monarquía de Burundi cae en 1966, cuando el capitán tutsi Michel Micombero (formado en la Escuela Militar de Bruselas) proclama la república y retiene 10 años el poder. Mientras, en 1973, en Ruanda, las tensiones y conflictos en la comunidad hutu estallan luego de que el jefe del ejército, Juvenal Habyarimana, derroca a su primo, el presidente Kayibanda.

En 1976, el tutsi Jean Baptiste Bagaza destituye a Micombero y se proclamó presidente de Burundi. En abierto desafío a la burguesía tutsi y partidario del socialismo ujamaa de la vecina Tanzania, Bagaza adopta un programa de reformas, legalizando los sindicatos, recibiendo ayuda de China para el desarrollo de la minería y convocando a las primeras elecciones, tras 19 años de independencia.

Habyarimana, por su lado, se relige en 1983 y 1988. Dos años después, Amnistía Internacional elabora un informe increíble, en el que dio por satisfactorio el respeto a los derechos humanos en Ruanda. Lectura inaudita cuando ya venía funcionando el siniestro clan Akazu, dirigido por Agahte, esposa de Juvenal, y sus hermanos.

Compacto y chovinista, el clan Akazu tuvo sus ideólogos y científicos en la Universidad de Butare (Kigali). Y fueron ellos los que formaron a los jefes de las milicias Interhawme (golpear juntos), formulando los principios de la doctrina que justificará el genocidio de los tutsis como única salida a los problemas del país.

Simultáneamente, en Uganda surgía el Frente Patriótico Ruandés (FPR), integrado por jóvenes tutsis refugiados y fundado, entre otros, por el actual presidente Paul Kagame. Así, en la noche del 30 de septiembre de 1990, 600 combatientes del FPR entran en Ruanda y asestan serios golpes al Ejército hutu.

Con apoyo de mercenarios belgas, franceses y de Zaire, Habyarimana detiene la ofensiva rebelde y llama por teléfono al presidente François Mitterrand. ¡Tutsis anglófonos de Uganda habían entrado en territorio de los tutsis francófonos de Ruanda!

El gobierno ruandés, entonces, introduce nuevamente las tarjetas de identidad étnica usadas por los belgas en el decenio de 1930. Un modo de facilitar información a los paramilitares de las milicias Interhawme. La etnia: información crucial para los asesinatos. Asimismo, el gobierno elabora listas de personas que debían ser asesinadas. Las listas incluyen políticos, periodistas, académicos, escritores, artistas, a todos los tutsis, y a todos los hutus de oposición.

En tanto, en Burundi, el hutu Melchior Ndadaye gana las primeras elecciones democráticas y pone fin al dominio tutsi. Melchior muere asesinado en octubre de 1993 y, a finales del año, los países africanos obligan al presidente Habyarimana de Ruanda a firmar un acuerdo con el FPR. Compromiso que el clan Akazu calificó de inaceptable.

El de abril de 1994, el avión Falcon 50 que transportaba a los presidentes de Ruanda y Burundi, Juvenal Habyarimana y Cyprien Nytarymira (regalo del ex presidente de Francia Jacques Chirac), fue alcanzado por un misil. Fue la señal para el inicio de la matanza de tutsis, pero también de la oposición hutu.

Según el ex primer ministro de Ruanda Jean Kambanda, el genocidio se discutió abiertamente en reuniones de gabinete. Algo que al fin de cuentas se logró, pues 80 por ciento de los tutsis fueron asesinados a machetazos. Un escritor bien informado en el drama observó: “…entre los genocidas de 1993 se encontraban los huérfanos de 1972, y entre los primeros asesinados, los antiguos asesinos”.

Sin contar millones de heridos, torturados y refugiados, las guerras civiles de Ruanda y Burundi dejaron cerca de 400 mil muertes en el decenio de 1960, 380 mil en el de 1970 y 1980, más 800 mil de las reconocidas oficialmente por la ONU, durante el terrible trimestre de abril, mayo y junio de 1994.