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Hipólito Mora: por unas monedas descompusieron el movimiento de los comunitarios

En Michoacán continúa el mismo pleito, pero ahora enfrentamos a más enemigos: Mireles

Adelantan que la convención nacional de autodefensas será el 28 de mayo en la Ibero

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Hipólito Mora y José Manuel Mireles asistieron ayer a la misa que ofició el sacerdote José Luis Segura en La Ruana, MichoacánFoto Víctor Camacho
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Periódico La Jornada
Lunes 19 de mayo de 2014, p. 7

La Ruana, Mich., 18 de mayo.

Mientras José Manuel Mireles e Hipólito Mora se reencuentran en misa, 10 camionetas recorren las calles de La Ruana. En las puertas de los vehículos quedan aún las huellas de las calcomanías que las identificaban como patrullas de las autodefensas. Tampoco llevan, como solían hacerlo, las siglas H3 pintadas en los vidrios. Las camionetas dan vueltas y vueltas con las ventanas abajo, para que todos vean que sus ocupantes portan armas largas.

La escena remite a una declaración reciente del comisionado federal Alfredo Castillo, quien fraseó así la meta del plan de pacificación que quiere exportar a toda América Latina: El principal objetivo que siguiéramos teniendo gente armada circulando en camionetas, gente que no conocíamos.

Bueno, no hay que exagerar: aquí sí conocen a los hombres que circulan armados –en cambio, Mireles, Mora y los seguidores de ambos parecen desnudos sin los fierros que acostumbraban cargar–, pues son gente de Luis Manuel Torres, El Americano, ahora en vías de convertirse en policía estatal. A menos que sea cierto, claro, lo que dice el sacerdote Gregorio Goyo López: Él tiene problemas hasta con la DEA (agencia antidrogas estadunidense).

Las huestes de El Americano celebran a su manera la liberación de Hipólito Mora. Exhiben su fuerza y su control del lugar. Cuando circulan por la calle del templo, una patrulla de la Policía Federal los sigue. Sólo es casualidad: da la vuelta en una esquina y se pierde hacia otro rumbo.

–¿Se pasean seguido así desde el 10 de mayo? –se pregunta al titular de la parroquia, José Luis Segura.

–Lo han hecho varias veces, pero la gente no los quiere.

El sermón del día corre por su cuenta. Un recuento de la historia del movimiento de las autodefensas locales que remata con un punto que saca chispas: cuando El Americano vino a atacar a Hipólito, nadie lo ayudó.

Acusa recibo el doctor Mireles, quien se dirige al público que ha llenado la iglesia: Le pido perdón al pueblo de La Ruana por no poder haber hecho más por Hipólito.

Repite la fórmula un par de veces y también dice que el día que Hipólito fue detenido y el cura Goyo se autoexilió, me dejaron huérfano.

Con su escolta a prudente distancia, Mireles hace un recuento de los asesinatos ocurridos en los días que han seguido desde que se cumplió el plazo impuesto por el gobierno para guardar las armas. Es el mismo pleito que teníamos hace 15 meses, pero entonces era nada más contra los criminales y contra el gobierno del estado, ahora son muchos los enemigos, vamos a tener que cuidarnos de muchos.

En su turno, Hipólito Mora lamenta: Un movimiento puro lo descompusieron algunas personas por unas monedas, exactamente como lo hizo Judas. Me fueron dejando solo poco a poco, por el interés del dinero. Les ofrecieron armas, dinero, y se fueron retirando de mí. Afortunadamente, la gente más pobre y la más lastimada se quedó conmigo hasta el día que me detuvieron.

Los feligreses escuchan con reverencia y aplauden largamente las intervenciones de los líderes.

Voy a seguir adelante, promete Hipólito, y asegura que está libre gracias a un magistrado honesto que rechazó mucho dinero a cambio de dejarlo en prisión.

Cuenta que se comunicaba con una reportera desde la cárcel y que a ella le dijo: “Me enfrenté al dinero, al poder de la corrupción, me enfrenté a un gigante, y gracias ese gigante es que estoy en el cielo. Me siento en el cielo, a pesar de estar en la cárcel, por lo que he logrado con el movimiento.

Aunque nunca busqué el dinero ni la fama, estoy en la boca de casi todo mundo.

Mora dice que el movimiento de autodefensas benefició a todos, pobres y ricos, pero que hay gente que se ha unido nuevamente a los criminales, pese a que incluso mataron a sus familiares.

Al finalizar la misa, los líderes se dirigen a un cuarto detrás del altar. Ahí, Mireles cuenta que se ha tenido que esconder varias veces en los días recientes, porque me han andado buscando; un día llegaron más de 30 camionetas.

Con todo, asegura que viajará a la ciudad de México el próximo 28 de mayo, para participar en lo que llama la convención nacional de autodefensas, donde se abordarán sólo dos temas: seguridad pública e impartición de justicia.

Adelanta que el acto se llevará a cabo en la Universidad Iberoamericana, y que contará con la participación de los rectores de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad Michoacana, además de grupos civiles y de autodefensas de 16 entidades.

Huber, un cortador de limón, se dirige a los líderes: Ustedes que hablan con el gobierno, deben decirle a Castillo que ya nos quiso quebrar el verdadero movimiento de los comunitarios y nuestro comandante salió libre. Ahora que entregue a los verdaderos culpables (de los asesinatos por los que fue encarcelado Mora).

Algunos en La Ruana no tienen duda sobre quiénes son los culpables.

Amenazas a gente de Mora

Ya entrada la noche, el sacerdote Segura denuncia que los nuevos policías de la Fuerza Rural están amenazando a la gente de Hipólito, y cualquier cosa puede pasar.

Refiere el cura que al filo de las 19:30 horas lo fueron a ver seguidores de Mora para informarle que integrantes de la policía que recibieron sus uniformes apenas el 10 de mayo estaban hostigando a la familia Bonilla frente a su domicilio, uno de cuyos integrantes es señalado por los seguidores de Luis Manuel Torres de ser el autor material de los asesinatos por los que estuvo encarcelado Hipólito Mora.

Una vez que corroboró la situación, el sacerdote se dirigió a la guardia de la Policía Federal que permanece en el lugar, pero hasta ahí llegaron en tres camionetas los policías de El Americano, pero en sus camionetas de siempre, no en vehículos oficiales.

El prelado se acercó a los policías federales y les dijo:

–Se ocupa que vayan a proteger a la familia Bonilla, porque los están amedrentando.

–Ellos tienen permiso de portar armas –fue la respuesta de uno de los federales.

–De portar armas sí, pero no de cometer fechorías.

Artemio Valencia Díaz y otros hombres de El Americano encararon al sacerdote Segura y le tomaron fotografías: Me reprocharon que, según ellos, apoyo a Hipólito, me dijeron que sea hombrecito y otras cosas, pero en boca de ellos eso no es una simple amenaza.

Uno de los miembros del grupo de Mora, quien apenas duerme su segunda noche en su pueblo, envió este mensaje alrededor de las 21:15: Quieren sacar gente los H3.