Juan Pablo II, como jefe del estado vaticano
Tuvo responsabilidad en el encubrimiento del pederasta Marcial Maciel

Danza hopi

Entrevista con Alberto Athié

Desde 2003 Alberto Athié Gallo dejó el sacerdocio. Sus investigaciones sobre la pederastia dentro de Iglesia y la complicidad del cardenal Norberto Rivera Carrera con el padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, acusado de abusar sexualmente de menores de edad, lo llevaron a abandonar el ministerio, pero no la fe. Hoy, en el contexto de la canonización del Papa Juan Pablo II, el aún conocido como el padre Athié señala al entonces líder de la iglesia católica como responsable institucional de los abusos cometidos por Maciel, por lo que está por un juicio en el que se finquen sus responsabilidades.

Cuando yo era seminarista, a Juan Pablo II lo hicieron Papa. Su primera visita a México fue para mí impresionante, por su carisma y su capacidad de comunicación con el pueblo. A mí me tocó recibirlo en la Catedral Metropolitana con una bandeja de agua en la que se lavó la cara del solazo tremendo. Fui su acólito en la misa.

En una primera etapa seguí su pensamiento social, sobre todo una frase me impactó mucho: que por ningún motivo y por ninguna circunstancia, ninguna persona podía ser conculcada en su dignidad y sus derechos por ninguna ideología, ni siquiera por ninguna estructura. Esa frase fue para mí muy valiosa.

Me preocupaba mucho su actitud tan negativa con respecto a la Iglesia en América Latina, y ahí entró la influencia del padre Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, y de otros, para tratar de eliminar esa pastoral y esa teología, para poner otras más ligadas con los grupos de poder.

Cuando me encontré con el caso de las víctimas de abuso sexual del padre Maciel, y sobre todo con la frase del cardenal Ratzinger como respuesta a la carta que le hice llegar a través de un obispo, me di cuenta de que el tema de la pederastia al interior de la Iglesia católica no se podía tocar haciendo referencia a la autoridad del Papa, como lo dijo Ratzinger: “el padre Maciel es una persona muy querida por el Papa y ha hecho mucho bien a la Iglesia; no es posible abrir el caso”. Cuando escuché esa frase de boca del obispo Talavera, se me acabó todo el sentido de una autoridad legítima dentro de la Iglesia como Papa, como pastor. Ahí empecé a darme cuenta de que no era posible, de ninguna manera, abrir el caso dentro. La consecuencia fue que me tuve que ir de mi país porque me quitaron todos mis servicios en la Iglesia católica.

La canonización de Juan Pablo II da un mensaje totalmente contradictorio, precisamente porque está la controversia no sólo de las víctimas y de las organizaciones que al interior de la Iglesia hemos luchado para que se abra el tema y se conozca de su responsabilidad. Ya hay un tribunal internacional que aunque no es judicial, sí es un tribunal de la infancia, un ombudsman internacional que representa a 18 expertos en el mundo y que pertenece a la Organización de las Naciones Unidas. Este tribunal dijo lo que señalamos durante muchos años: hay una responsabilidad estructural en el tema de la pederastia. No se trata sólo de individuos perversos que se infiltraron, que llegaron de quién sabe dónde y nos desconcertaron a todos, los detectamos y los echamos. No, ésa es una explicación sin fundamento. La explicación de la pederastia en la Iglesia católica responde a individuos perversos, sí, pero encubiertos sistemáticamente por las autoridades eclesiásticas locales y de la Santa Sede.

La carta que escribí fue de las primeras informaciones que tuvo el Vaticano sobre la pederastia, pero ya había otras, internas. Hay una narración de un papá que se acercó a denunciar ante el obispo local —anterior a Sergio Méndez Arceo— que su hijo había sufrido un abuso por parte del padre Maciel; el obispo le respondió: déjemelo a mí, me encargo yo. Y ahí se acabó el asunto. En cambio, Don Sergio (ex-obispo de Cuernavaca) sí actúo a nivel interno de la Iglesia.

Como lo dijo Ratzinger: “el padre Maciel es una persona muy querida por el Papa y ha hecho mucho bien a la Iglesia; no es posible abrir el caso”. Cuando escuché esa frase de boca del obispo Talavera, se me acabó todo el sentido de una autoridad legítima dentro de la Iglesia como Papa, como pastor.

Los expedientes no desaparecieron todos del Vaticano; sí hubo cosas que desaparecieron, pero en el caso de otras, estando y teniendo la información, las autoridades no actuaron. Quienes nos hicieron llegar los 212 documentos que tenemos en mano, lo hicieron precisamente porque se dieron cuenta de que se estaban robando del archivo del padre Maciel los documentos. Lo hacían los padres Legionarios.

Cuando vino la causa de beatificación de Juan Pablo II, una de las preguntas fue si el Papa sabía sobre el caso Maciel porque había información relevante. La Congregación de los Santos le preguntó entonces a la congregación que había presidido Ratzinger anteriormente, si existía o no información relevante sobre el caso Maciel, y la respuesta fue espantosa: no hay información relevante, salvo algunas cartitas y súplicas de algunas víctimas. Fue cuando nos dijeron: publiquen todo, fotocopien y saquen todo afuera.

Estamos buscando iniciar un juicio no sólo a Juan Pablo II; ya el comité fincó una responsabilidad institucional a la Santa Sede como responsable de toda la política dentro del Vaticano y del resto del mundo, porque son autoridad mundial.

En estos momentos estamos trabajando con abogados internacionalistas sobre cómo presentar un caso ante algún tribunal internacional. La responsabilidad institucional ya está fincada, ahora hay que ver quién hizo qué y quién no, para que en el caso Maciel, por ejemplo, se pueda mostrar que fue encubierto sistemáticamente, por lo cual nunca se le tocó, sino hasta después de que murió Juan Pablo II.

Lo único que hicieron contra Maciel —si se recuerda el comunicado de 2006— fue, uno, la Santa Sede no va a llevar a cabo ningún proceso judicial contra Maciel por razones de edad y salud, aunque en casos como el juicio de Núremberg contra los nazis se les juzgó aunque los acusados estén muy grandes o enfermos. Ya después se les mandó a su casa porque ya no había forma de una pena de cárcel o alguna otra cosa; porque hay un acto humanitario, pero primero se les fincó la responsabilidad.

Aquí fue al revés: por razones de edad y de salud se le manda a su casa y no se le juzga, y luego se le invita a hacer penitencia y oración y no ejercer en público el ministerio (quiere decir que lo podía seguir ejerciendo en privado).

El responsable de esa sentencia sobre el caso Maciel tiene que responder ante un tribunal. Por qué se llegó a esa conclusión, por qué no se le tocó durante todos los años anteriores. Acaban de decir apenas hace unos días, antes de la canonización, que el Papa sabía y pidió que se abriera el caso. ¿Cuándo fue que se le presentó el caso? Porque en octubre de 2004, Juan Pablo II hizo un reconocimiento público a Maciel por su fecundidad espiritual y misionera de 60 años de sacerdocio. Entonces ¿fue después de eso? O fue antes, y dijo, ábrase el caso y aun así le doy el reconocimiento. Todo esto se tendrá que dirimir en un tribunal.

Yo sí creo que tiene responsabilidad institucional. Siendo jefe de Estado y responsable de la institución a nivel mundial, tiene responsabilidad. ¿En qué grado? Eso es lo que habrá que dirimir.

Hay dos posibilidades ante el proceso de canonización de Juan Pablo II: o juegan a un doble lenguaje, o es una institución en transición, donde el lenguaje de la inercia prevalece pero se irá muriendo y empezará uno nuevo y una nueva política.

Entrevista de Gloria Muñoz Ramírez