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Con la confesión alternativa, durante más de 30 años violó a cientos de menores en SLP

Es un sicópata sexual, señalan víctimas del sacerdote Eduardo Córdova Bautista

El papa Francisco deberá decidir al respecto luego de la cita en el Comité de la ONU contra la Tortura

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Ceremonia de ordenación sacerdotal en una capilla del Distrito FederalFoto Alfredo Domínguez
 
Periódico La Jornada
Domingo 4 de mayo de 2014, p. 16

Como capellán, confesor y asesor de los movimientos juveniles católicos en San Luis Potosí, el sacerdote Eduardo Córdova Bautista creó la confesión alternativa, método que consistía en dar masajes y pastillas de relajación a los menores, para después abusar de ellos sexualmente.

Por primera vez, sus víctimas se atreven a hablar y relatan a La Jornada cómo durante más de 30 años el presbítero, fundador del movimiento Acción Social del Instituto Potosino (ASIP), protegido por la jerarquía católica mexicana y el Vaticano, violó a cientos de menores y jóvenes de esa institución marista, el Colegio Motolinia, Renovación Marista (Remar), Ciudad Nueva Marista, Encuentros Juveniles de Espiritualidad (Ejes) y Familia Educadora en la Fe (FEF), que agrupa a estudiantes de diferentes escuelas católicas de la clase alta.

Su caso fue estudiado hace 10 años y, a pesar de todo, el Vaticano decidió dejarlo en su ministerio y a cargo de los jóvenes, pero ahora, con nuevas denuncias encabezadas por el ex sacerdote Alberto Athié, será el papa Francisco quien decida su futuro ante la cita que tiene una representación de la sede católica en el Comité de la Organización de Naciones Unidas contra la Tortura, en Ginebra, este 5 y 6 de mayo.

Córdova Bautista, señalado por sus víctimas como sicópata sexual, se encuentra temporalmente retirado mientras se aclaran las denuncias, aunque sigue ofreciendo servicios religiosos en San Luis Potosí, porque el arzobispo Jesús Carlos Cabrero Romero pide pruebas.

Paradójicamente, Córdova Bautista es la gran prueba para el papa Francisco. ¿Lo enviará a una vida de retiro y penitencia para vivir impune, como miles de sacerdotes pederastas, o colaborará para que las autoridades civiles lo encarcelen?, se pregunta uno de los maestros maristas entrevistados, cuya identidad se reserva por temor a represalias.

El poder del PRI

Según los testimonios, las primeras denuncias de abuso sexual llegaron a la Iglesia potosina en 1983, cuando Córdova Bautista aún no era sacerdote y participaba como encargado de la biblioteca del instituto marista donde estudiaba. A pesar de las acusaciones, ingresó al Seminario Mayor de la diócesis de San Luis Potosí y fue ordenado sacerdote en 1988 por el obispo Arturo Antonio Szymanski Ramírez, quien durante años fue su gran protector y lo introdujo en las esferas del poder gubernamental y político del PRI.

Se le conocía como el “niño consentido de PRI-mansky”, como identificaban al obispo por su cercanía con ese partido; el jerarca lo convirtió en representante legal de la arquidiócesis, puesto que sigue ostentando, aunque en retiro temporal.

El sacerdote pederasta abusaba de decenas de menores y jóvenes mientras concentraba importantes formas de poder ante las autoridades civiles y religiosas. Fue consejero de la Comisión Estatal de Derechos Humanos y aún es parte del Consejo Ciudadano de Transparencia y Vigilancia de las Adquisiciones y Obra Pública del gobierno y monitor del ayuntamiento de San Luis Potosí.

Eran las 10 de la noche y fui testigo de cómo entró al palacio de gobierno sin hacer antesala para ver a Jaime Suárez, secretario general del gobernador Horacio Sánchez Unzueta. Se encargaba de mostrarnos su poder, su influencia. Eso nos impactaba. Fue y sigue siendo un hombre muy poderoso, dice Roberto, una de las víctimas.

Confesión alternativa

El padre Córdova Bautista, líder de los grupos juveniles católicos, deslumbraba a los chicos y adolescentes con su aureola de poder y prestigio. Se iba ganando su confianza por medio del sacramento de la confesión. Primero los atendía en la parroquia o sacristía, y después los invitaba a su habitación o a su domicilio, para ofrecerles lo que él llamaba confesión alternativa.

Te veo tenso, era la frase con que iniciaba la supuesta relajación, según las tres víctimas entrevistadas, cuya identidad prefieren reservar. Luego de escuchar sus problemas, les proponía una terapia relajante, la cual consistía en masajes y pastillas calmantes que a veces les provocaban somnolencia, situación que el sacerdote aprovechaba para cometer los abusos sexuales, que iban desde tocamientos hasta sexo oral y violación.

“La primera vez me invitó a ir a su recámara (en el edificio) de la Acción Católica, en el segundo piso. Yo ya había entrado muchas veces y le tenía confianza. Me confesó y luego me empezó a decir que me veía muy tenso, por lo que me propuso una terapia relajante. Me dijo: es una confesión alternativa con el cuerpo; me pidió que cerrara los ojos y me dio unas pastillas, pero yo le dije: con que me reces, no necesito pastillas. Se puso atrás de la silla y empezó a tocarme los hombros, me dio masaje y me pidió que me quitara la playera. Se puso enfrente de la silla y se hincó frente a mí. Puso las manos como en una especie de bendición sobre mis rodillas. Yo no reaccioné. Traía short. En eso abre mis piernas y mete las manos por debajo de mis shorts y empezó a tocarme los genitales”, cuenta Roberto al recordar el abuso que sufrió hace 20 años, algo que lo marcó para el resto de su vida y afectó sus relaciones afectivas.

Ante la negativa de Roberto y otros chicos para seguir sometiéndose a la confesión alternativa, el sacerdote los desprestigiaba o utilizaba los secretos de confesión para mantener el silencio en torno a los abusos: El impacto fue muy fuerte. Hubo gente que me preguntaba: ¿por qué no te quitaste? La verdad es que no se puede. Nunca dije nada de lo que pasó. Entiendo que ha abusado de cientos. Nosotros éramos un grupo de 11 y luego supimos que abusó de siete. Pero nos rompió; nos quebró.

Córdova Bautista iba acumulando víctimas y poder. En términos generales, los adolescentes que eran víctimas de abuso sexual guardaban silencio ante sus padres, amigos y docentes, por la vergüenza y el escarnio que previsiblemente ocurriría en un ambiente social y educativo caracterizado por el machismo, así como la previsible falta de credibilidad en el testimonio de los jóvenes, dado el enorme prestigio, poder e influencias que Córdova Bautista se había encargado de mostrarles durante las etapas previas al abuso, dice un maestro marista que fue testigo de los hechos y prefiere no hacer pública su identidad por temor a represalias en el sistema educativo.

Rubén, otra de las víctimas, relata: “me dijo, ‘te voy a relajar’, me dio una pastilla y empezó a tocarme el pene. Yo le dije ¿qué pasó, quieres que tenga una erección o que me relaje? Y me dejó. Esa vez no pasó nada, pero en otra ocasión, estando él de párroco en la catedral, me invitó a México y allí fue diferente”.

Confiesa que le da vergüenza contarlo porque se siente culpable por no haber podido poner un alto. “Estaba en la cama y me dijo: ‘quítate la ropa y voltéate’, y él se desnudó, se subió encima de mí y eyaculó. En ese momento me limpió. Esa noche ni dormí; me sentía traumado, no entendía cómo había llegado a ese punto. Al día siguiente me llevó a desayunar al restaurante de los azulejos, luego nos metimos a una iglesia de enfrente y se hincó; recuerdo que se daba golpes de pecho”.

Estudiantes de secundaria o prepa con problemas familiares

Las víctimas de Córdova Bautista estudiaban secundaria o preparatoria donde el sacerdote pederasta era conocido como El esponjado. La mayoría eran vulnerables; sus padres habían muerto, eran alcohólicos o tenían diversos problemas familiares.

Un día Rubén contó el tema de los masajes relajantes y Roberto dijo en voz alta lo que todos sabían: el padre Córdova se está pasando de verga. Y comprobaron cómo no eran los únicos y tocaba a todos con el mismo modus operandi: Es un sicópata sexual que debería estar en la cárcel. No siente culpa; es narciso, intelectualmente poco capaz, desordenado, desaliñado y con mal olor. Él sabía que con el ejercicio de la intimidación podía tener poder, dice ahora Roberto.

José, una tercera víctima, cuenta como el abuso fue devastador en su vida por la culpa y el miedo: “la primera vez tuvimos una plática en confianza; era mi guía espiritual. Me dijo: ‘te veo tenso, acuéstate y relájate’. Me invitó a ponerme boca abajo para darme un masaje usando un tema espiritual y no pasó a más. La segunda vez me pidió que me quitara toda la ropa, incluida la trusa. Empecé a sentirme extraño y él me dijo: ‘esto es normal y te va ayudar’. La cuarta vez, él se desnudó y me pidió que yo le diera masaje. Empezó a besarme el cuello; me paralicé y empecé a llorar. Me levanté, me metí al baño. Regrese y le dije: no sé si voy a poder superar esto. No quiero volver a verte. Yo era virgen, inseguro e ingenuo. Con todas las terapias que he tomado sigo sin saber por qué lo permití, pero tenía un bloqueo por su figura sacerdotal”.

Esas tres víctimas de Córdova Bautista exigen justicia y reparación, y esperan una decisión contundente del papa Francisco.