Opinión
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Puntos sobre las íes

Carlos Arruza XXI

Y

a contarle…

Don Andrés Gago, Alejandro Montani y un titipuchal de enloquecidos aficionados –sin faltar los que se decían grandes amigos de Carlos– le fueron describiendo el formidable triunfo obtenido y cuando el matador leyó la prensa, no pudo menos que agradecerles a su Apoderada y a su invisible cuadrilla, por el milagro de su histórica faena.

Y guardó todos los recortes de aquel inolvidable 24 de julio de 1944, que no se cansaba de leer deseando enterarse a profundidad de la dimensión de lo hecho en los tres tercios.

Fue tal el impacto que causó Carlos Arruza en Madrid, que las empresas de España querían llevarlo a sus plazas, pero don Andrés, hombre que, tal y como lo hemos consignado de toros sabía latín y latón, firmó con el coso catalán para una semana después y en el inter el sevillano se dio a la tarea de darle forma a una cuadrilla que pudiera actuar con él en las fechas por cumplir, que, de repetirse lo de Madrid, serían un montón.

Y otra vez la experiencia.

Los toros que la empresa catalana había ofrecido no fueron del agrado de don Andrés cuando los vio en la plaza, pero –ojo avisor– vio un encierro de la ganadería de Cobaleda y se las ingenió para que el empresario don Pedro Balañá se los cediera, aunque estaba apalabrado para Manolete, quien se enchiló tanto que no toreó más en Barcelona ese año.

Al llegar a la capital catalana, se hospedaron en el hotel España, que si bien no era de gran calidad, don Andrés les dijo que era un hotel de mucha suerte.

En realidad, los catalanes tenían curiosidad de ver a Carlos en el ruedo, pero nadie lo conocía, así que anduvo disfrutando y paseando en plena libertad hasta que se acordó de su Apoderada y caminó del tingo al tango, hasta que dio con una iglesia que tenía una imagen de la Guadalupana, así, más tranquilo, partió plaza siendo sus alternantes Manuel Jiménez Chicuelo y Mario Cabré.

Otra gran prueba.

+ + +

Estuvo en coloso.

De qué calibre habrán sido las cosas, que a Carlos se le concedieron ¡cuatro orejas, dos rabos y una pata!, y se lo llevaron en hombros hasta el hotel de la suerte y ante las muestras de admiración de los catalanes tuvo que salir al balcón en compañía de doña Cristina y, de pronto, se dieron cuenta que no podían volverse a la habitación por el tumulto que se había formado, una verdadera locura colectiva.

Y no sólo en la plaza.

A donde fuera, la gente lo vitoreaba, lo felicitaba y no pudo siquiera sentarse a pedir un café, porque no lo dejaban ni hablar.

Don Pedro Balañá, otra chucha cuerera de los toros, no iba a dejar pasar la oportunidad, así que habló con don Andrés y anunció un estupendo cartel para el domingo siguiente: Carlos, Domingo Ortega y Manuel Álvarez El Andaluz, con toros del Duque de Tovar y tres días antes de la corrida, el empresario se apersonó para pedirle que lo acompañara a la plaza y al llegar le dijo que fuera él quien colocara en las taquillas los carteles de no hay billetes.

Tran, tran.

Aquello fue apoteósico: cinco de los toros se fueron al destazadero sin orejas y fue entonces que un gran amigo de Carlos corrió a felicitarlo, emocionado hasta las lágrimas y con voz entrecortada le dijo: Esto es el desiderátum, que Carlos no supo que significaba esa palabra (excelso, maravilloso, grandeza, soberanía) y la consecuencia lógica de todo esto fue que toreara ocho corridas más, entre domingos y no domingos, repitiéndose los triunfos una tarde sí y otra también.

Poco a poco, crecían los comentarios de la importancia de ver juntos en un cartel a Manolete y a Carlos, aunque los dos estaban más que ocupados sumando fechas y triunfos, un día se organizó una corrida en Zieza, una ciudad de la provincia de Murcia, con la expectación que es fácil imaginar.

El primer encuentro de estos dos ases revestía una gran importancia para el paisano, ya que mucho se hablaba de ser la posible pareja del cordobés, a quien Carlos le guardaba una gran admiración y gratitud, pues gracias a lo que le había visto hacer fue que se fue a las nubes, así sus formas de sentir e interpretar el toreo fueran tan diferentes.

Pero igual de grandes.

+ + +

Sí, ya sé….

Cortemos, pues.

(AAB)