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A la mitad del foro

Por la señal de la Santa Cruz

L

es llegó la hora de lanzar cohetes, de la barbacoa y tortillas en comal que es, como corresponde, tapa de un barril. Día de los alarifes, de los maistros albañiles y sus chalanes. Los patrones son, por un día, generosos mecenas. Como si vieran la señal que deslumbró a Constantino: In hoc signo vinces. Tradición festiva para los de abajo. Los de mero arriba pertenecen al hoy afamado uno por ciento, dueños de la abrumadora mayoría del capital, del dinero que se multiplica geométricamente a un módico interés anual. Para ahondar más todavía la desigualdad que da al traste con el fin de la Historia, festinado en la conjunción y confusión de capitalismo y democracia.

Porque el salario no crece, cuando hay empleo no rinde porque pierde peso a peso valor adquisitivo. Abajo siguen recogiendo varas. Y muertos. Tamaulipas es entidad dividida en cuatro territorios distintos, contrastados, desde la frontera chica de tránsito de bienes y de males, crianza de ganado y cultivo de sorgo que vino a suplir al oro blanco del algodón; y la Huasteca de cacicazgos viejos y poblaciones indígenas donde se habla el náhuatl más puro, los pobres siembran y los ricos cosechan; la costa ribereña del Golfo, donde Tampico sigue siendo leyenda y puerto de alijadores que vieron llegar a las compañías extranjeras que extraerían petróleo y establecerían el trato desigual, la explotación de los trabajadores nativos bajo el látigo de capataces como Dohenny El cruel.

Quedan las tierras yermas del altiplano, casi como las del sur de Nuevo León, donde navegan el desierto en busca del ixtle y la candelilla: Ciudad Victoria, capital triste, centro del poder burocrático y de las componendas que hacen o deshacen. Eso cuando en el norte imperaba el contrabando tradicional; cuando Juan N,. Guerra era ya leyenda y no presunto capo de capos de narcotraficantes. Con el tráfico de cocaína llegó el auge enloquecedor. Y Tamaulipas está en la ruta idónea para el traslado: la frontera norte más cercana al Distrito Federal y propicia al alijo a lo largo del Golfo de México. De ahí el cártel del Golfo, competidor del de Sinaloa y el de Ciudad Juárez. Y lo que siguió. La guerra de Calderón. El Estado ausente en Tamaulipas, mientras el gobierno federal y las cúpulas empresariales se ocupaban de acusar a un ex gobernador tras otro de complicidad con los narcotraficantes.

Egidio Torres Cantú, gobernador del estado, se negaba a aceptar que su tierra necesitara los buenos oficios de un comisionado del centro que supliera al poder constituido, con el aval del Ejecutivo y del Congreso. Refugiado en los símbolos del poder, marcado por la pena del asesinato de su hermano, candidato a gobernador cuyo lugar ocupó por designación in extremis del PRI nacional, asistió al dantesco espectáculo de Los Zetas en lucha por el control del mercado y del cártel cuyo capo fue capturado y extraditado a Estados Unidos. Pero la violencia persistió y mientras los medios fijaban la vista en Michoacán, Tamaulipas fue escenario de batallas y muertes; Tampico y Ciudad Madero eran, son, zona de guerra.

Egidio Torres declaró que eran distintas las condiciones en los diferentes regiones. Y Tamaulipas ya tiene un comisionado al frente de los territorios del sur. Todo no. Aunque esté ausente el Estado en toda la entidad. Por lo pronto, la zona petrolera bajo custodia de las fuerzas armadas y el general Miguel Amado Jiménez como comisionado en Tampico, Madero y Altamira. No es hora de lanzar cohetes al aire. Morelos ha vuelto a ser visto como territorio de bandidos. Sin un Atila del Sur, como llamaban a Emiliano Zapata en la prensa al servicio de los hacendados, los comerciantes y los elegantes maderistas que habían suplido a los científicos del porfiriato. Institucional, el gobernador Graco Ramírez aseguró al presidente Peña Nieto que en esos momentos se dedicaban a recoger varas, pero llegaría la hora de tirar cohetes.

El 2 de mayo se conmemoró el rompimiento del sitio de Cuautla. Asistió al acto el general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional. Y dijo: La seguridad ciudadana es el principal desafío, para lo cual el gobierno de la República ha establecido objetivos primordiales que permitirán paulatinamente el restablecimiento de la paz, la reducción de la violencia y el combate de los delitos que más vulneran a la sociedad, como son el homicidio, el secuestro y la extorsión. Y los morelenses escépticos, víctimas de esos delitos, saben que ese llamado a enfrentar el desafío no proviene de los adversarios de Graco Ramírez. Es un aviso a tiempo, ofrecimiento de apoyo del Centro, cuyas cuentas de los delitos cometidos en Morelos y el riesgo que representan, pesan en la decisión que desquicia el pacto federal.

Ahí no hay pacto que valga. Las reformas constitucionales aprobadas por el Congreso de la Unión y el número debido de congresos locales se han estancado en el lodazal en que se baten los panistas por el control del partido que nació para combatir al cardenismo nacional revolucionario que expropió a las compañías petroleras que se negaron a obedecer a la Suprema Corte. De lo social, ni hablar. Se perdió en el camino. Tras el desarrollo estabilizador vendría la estabilidad inerte, la sólida economía que no crece ni genera empleos. La plaza estaba tomada cuando Vicente Fox fue el instrumento para sacar al PRI de Los Pinos.

José López Portillo invitó a Karol Wojtyla a México: lo recibió discretamente en el hangar presidencial. Después vendría la fiesta de Juan Pablo II. Y las puertas abiertas para que Carlos Salinas demoliera las Leyes de Reforma y la separación Iglesia-Estado. Decidió restablecer relaciones diplomáticas con el Vaticano y además reformar el artículo 130 constitucional. Afortunadamente, la sólida formación de José Luis Lamadrid le permitió evitar que se eliminara la obligación de las iglesias a registrarse en la Secretaría de Gobernación. Eso quedó de lo del César. Juan Pablo II, combativo, carismático, conservador a ultranza, convirtió a México en primera línea de su lucha por detener la pérdida de fieles católicos en América.

Y en punto de partida para la apoteósica recepción en Polonia; así como para que Ronald Reagan le enviara a través de la CIA la oferta de apoyo tecnológico y político para combatir al imperio del mal. Después de la caída, mientras aquí debatimos la supremacía entre los grupos oligárquicos dominantes, en Roma consagraban santo a Juan Pablo II, con el contrapeso espiritual del también Papa y santo, Juan XXIII.

Se acabaron los combates imaginarios entre jacobinos trasnochados y reaccionarios de Pedro el Ermitaño. Fox se hincó y besó el anillo papal en México; Calderón lo hizo en Roma. Y ahora, Enrique Peña Nieto se reúne con la jerarquía católica en la Conferencia del Episcopado Mexicano, acompañado por el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, y el gobernador del estado de México, Eruviel Ávila Villegas. Informó a los obispos de la reforma energética y su convicción de que no hay desarrollo social (sin) un dinamismo económico que la haga posible.

Peña Nieto reiteró que la nuestra es una República laica. Los jerarcas católicos pidieron una política decidida a favor del matrimonio y la familia; inquietudes expuestas, dijeron, en pleno apego a la laicidad del Estado: Por la señal de la Santa Cruz... Y un lamento en el llano donde decenas de millones padecen hambre y desesperanza. Reaccionario, lo dicho por Rosario Robles.