Opinión
Ver día anteriorMiércoles 30 de abril de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El peronismo llegó al Vaticano
A

ntes de empezar, una inquietud: si en México hay cantinas exitosas que se llaman La Bipolar (La Bipo)… ¿por qué los impíos protestan por la canonización simultánea de un Papa que fue bueno, otro que fue malo, y en presencia del primer jubilado del trono de Pedro, que fue rejodido?

Nunca ha sido fácil desentrañar los misterios de Dios y el diablo en el partido político confesional más influyente y antiguo de Occidente: la Iglesia católica. Mil 500 años de historia, mil 200 millones de seguidores, varios miles de millones de euros en caja chica… ¿es razonable tomar sus decisiones con ligereza?

A la consagración de Juan XXIII y Juan Pablo II asistieron medio millón de peregrinos de todo el mundo, 6 mil sacerdotes, 130 cardenales, 2 mil 200 periodistas, 93 delegaciones oficiales y 300 mil personas miraron el evento a través de pantallas gigantes situadas en puntos estratégicos de Roma.

Por su lado, la pareja de vecinos que hace un año tocaron a mi puerta para felicitarme por la designación de Jorge Mario Bergoglio miraron la ceremonia en la tele, y no caben de dicha. Exultantes, aseguran haber visto a san Juan Pablo II en cuatro de las cinco ocasiones que visitó nuestro país.

–¿Y el otro santo, el que impulsó el concilio ecuménico más importante del siglo pasado, junto con la vibrante encíclica Pacem in Terris? Mirándose entre ellos, el vecino responde:

–Pus… quién sabe… –Y su esposa refuerza: dos santos en un solo día… ¡Primero Dios!

Como el vecino no es intelectual ni escritor, tuvo la gentileza de devolverme un libro que le presté: Peronismo para principiantes.

–Perdone… hay cosas que no entiendo del peronismo.

–No se preocupe. Doy fe de que muchos lo acompañan en su desazón.

–¿Dijo usted que Francisco es peronista?

–Y de los más vivos. Vea adónde llegó. De política sabe un chingo. Si Perón bendecía a la izquierda y conducía por la derecha, Francisco conduce por la izquierda y bendice a la derecha.

–Jijos… tá de madres. En el libro leí que el 16 de junio de 1955, aviones de la Armada que en sus alas llevaban pintadas la leyenda Cristo vence bombardearon el centro de Buenos Aires, causando 200 muertos y más de 800 heridos.

–En efecto. Y aquel mismo día el Vaticano excomulgó a Perón.

–¡A poco!

–No sólo eso. La Marcha de la libertad de los golpistas se grabó en Buenos Aires, en el sótano de la iglesia de Nuestra Señora del Socorro. Y con recio espíritu coral, la entonaron a grito pelado radicales y demócratas cristianos, socialistas y comunistas, conservadores y liberales, afiliados del Jockey Club y miembros de la Sociedad Rural. Luego, el cardenal Santiago Copello le puso la banda presidencial al general golpista Eduardo Lonardi. El escritor José Pablo Feinmann escribe que cuando un diario chileno pidió a Lonardi que se definiera, respondió: Soy católico.

–¿Por qué la Iglesia apoyó y luego se alejó de Perón?

–Bueno. A la Iglesia no le gustó que la gigantesca obra social de Evita le restara protagonismo, poniendo en evidencia su ineficacia desde los orígenes de la república. Eva impulsó la ley del divorcio, y Perón buscó separar la Iglesia del Estado.

–Está difícil, vecino.

–Que el Señor nos libere de culpas ajenas. Feinmann recuerda que en julio de 1971 el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo se adhirió al peronismo (al que consideraba revolucionario por su potencial de masas), y el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Antonio Caggiano, lanzó en una homilía: La libertad desaparecerá con el marxismo, y vendrán los campos de concentración hasta para los escritores de fama mundial. Cosa que confundió a muchos, porque Jorge Luis Borges era el único escritor de fama mundial.

–¿El Caggiano que en el libro aparece negociando con Pío XII pasaportes argentinos para cientos de criminales nazis?

–Usted lo ha dicho. Amigo de la CIA y enemigo jurado del peronismo, Caggiano fue el prelado que celebró la misa de cuerpo presente cuando murió Perón.

–¿Francisco fue rojo de joven?

–Para nada. Jorge Mario Bergoglio siempre revistió en las filas del Papa negro.

–Ya me hice bolas.

–Calma… Mire usted: Pío XII se hizo el sueco con Hitler (1939-58) y Juan XXIII pegó aquel formidable golpe de timón a la Iglesia (1958-63), dándole fundamentos a la teología de la liberación. Paulo VI fue una figura de transición, aunque fiel a su antecesor (1963-78), y Juan Pablo I duró apenas 33 días porque se tomó un tecito algo cargado (1978). Juan Pablo II lideró espiritualmente la cruzada neoliberal (1978-2005) y sin abjurar de su pasado nazi, Benedicto XVI sostuvo diálogos interesantísimos con el filósofo Jürgen Habermas (2005-13).

–¿Y Francisco?

–¡El Papa argentino es el más grande de todos! En menos de un año consiguió que el Vaticano adoptase, como divisa universal del catolicismo, la legendaria consigna del movimiento peronista: todos unidos venceremos.