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Dos nuevos santos
Ignoró Juan Pablo II reclamos de justicia en Centroamérica
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Durante la visita de Juan Pablo II a Nicaragua, en 1983, los padres de uno de seis jóvenes detenidos por el dictador Efraín Ríos Montt pidieron la intervención del Papa para evitar su ejecución, pero no obtuvieron respuestaFoto Jean Marie Simon
 
Periódico La Jornada
Lunes 28 de abril de 2014, p. 4

En marzo de 1983 el papa Juan Pablo II realizó el primero de sus tres viajes a Centroamérica y el Caribe. En su escala en Guatemala pasó por alto el fusilamiento de seis jóvenes, juzgados por un tribunal especial, en juicio sumarísimo. En Nicaragua mandó callar a una multitud enardecida que clamaba para que el pontífice elevara una oración por 19 milicianos que en la víspera habían sido asesinados por la contrarrevolución en el poblado San José de las Mulas.

En esa época el istmo americano se desgarraba en una serie de guerras civiles.

En Guatemala un general evangélico, Efraín Ríos Montt, gobernaba a punta de masacres y fusilamientos. Desde sus primeros días en el poder instituyó tribunales especiales, facultados para condenar al paredón a sospechosos de acciones subversivas. Días antes de su llegada a Managua, el Papa polaco pidió clemencia para seis jóvenes –cinco guatemaltecos y un hondureño– que eran juzgados esos días en uno de esos tribunales.

En respuesta, Ríos Montt ordenó la ejecución de los seis antes del alba, frente a un muro en el viejo cementerio municipal de la capital. Nadie habría sabido de estos asesinatos si uno de los bomberos que ayudaron en el levantamiento de los cadáveres no hubiera avisado a un pequeño grupo formado por los familiares de los jóvenes, que habían estado esperando toda la noche frente a las rejas del cementerio.

Décadas después, en marzo de 2012, El Periódico publicó el testimonio de Armando Cú Morán, quien en 1983 era un joven recién nombrado secretario particular del entonces nuncio papal Oriano Quilici. Cú había anotado sus vivencias de aquellos días. Refiere la reacción dentro de la nunciatura ante aquellos hechos.

El nuncio estaba indignado por lo acontecido. Lo vi preocupado y colérico. Llegaron algunos embajadores y el nuncio solicitó urgente audiencia con el presidente Ríos Montt. Misma que no fue concedida... Toda la alegría había desparecido.

Se rumoraba que este desaire a una petición del Vaticano le costaría a Ríos Montt la cancelación de la visita papal. No fue así. Juan Pablo II llegó a Guatemala el 6 de marzo en medio de gran boato. Hubo misa en la Catedral, visitó al general en el Palacio Nacional y luego dirigió una homilía en el Campo Marte. Los fusilamientos cayeron en el olvido.

El viaje continuó a Managua. A su llegada, humilló con un regaño a Ernesto Cardenal, quien era ministro de Cultura en el gobierno revolucionario. Ofició misa en la plaza que entonces se llamaba 19 de Julio, frente a grandes imágenes de Augusto César Sandino y Carlos Fonseca Amador. La víspera, 19 jóvenes de la milicia sandinista habían sido asesinados por la contrarrevolución. Sus madres, enlutadas y en primera fila, pidieron al Papa una oración para sus hijos. Karol Wojtyla las ignoró. La multitud, enardecida, le gritaba. Como jefe de la Iglesia simplemente los mandó callar.

El 6 de marzo visitó El Salvador, arrasado por la guerra. Acudió a la modesta tumba del obispo asesinado Óscar Arnulfo Romero dentro de la Catedral, pero en público no hizo pronunciamiento alguno sobre el crimen. Después pasó por Belice y culminó su gira en Puerto Príncipe, flanqueado por el entonces dictador Jean Claude Baby Doc Duvalier y su esposa, en una misa en la magnífica catedral de Notre Dame, que ya no existe.