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Engaños planetarios
¡D

octor Livingston, supongo!.. Con este famoso y publicitado encuentro se dio inicio a la colonización del Congo Belga, visto por los europeos como una de las grandes oportunidades de hacer fortuna para acrecentar su riqueza, pero que se trató en la realidad de una de las empresas más depredadoras y siniestras cometidas por los ingleses, para la cual utilizaron a Bélgica como operador de esta aventura, que realmente terminó siendo el primero de los genocidios de la era moderna.

Hago referencia a este ejemplo más o menos reciente, para explicar el primer gran engaño planetario de la historia, no tanto porque el mundo entero hubiese sido engañado, sino por las terribles consecuencias que ha tenido para una buena parte del planeta.

Me refiero desde luego, al por siglos llamado y celebrado descubrimiento de América, durante una de las etapas de la historia en la que para los europeos se consideraba que el descubrimiento y sobre todo la colonización de una región de la Tierra, daba de manera automática el derecho, no sólo para saquear las riquezas y recursos existentes en las regiones colonizadas, sino además, para reducir a la esclavitud y la servidumbre a los habitantes de esas regiones con el pretexto de enseñarles el evangelio, justificando así las atrocidades perpetradas en su nombre.

Sin embargo, hoy empieza a quedar claro que el llamado descubrimiento de América es un hecho falso, en cuanto que los habitantes de nuestro continente habían llegado a Europa, concretamente a la costa irlandesa, unos 70 años antes de que se realizara el primer viaje de Cristóbal Colón, con la diferencia de que aquellos viajes de origen americano sólo tuvieron como objetivo el intercambio de mercancías. Este hecho descrito por el profesor Daniel Forbes, a partir de sus investigaciones publicadas por la Universidad de Illinois, en el libro The American Discovery of Europe, en el que se narra un viaje de Colón a Irlanda, en el que tuvo un encuentro con algunos personajes de origen americano, quienes le informaron de la presencia de corrientes de aire y agua que lo podían llevar a lo que hoy llamamos América y que podían ser encontradas al sur de España y frente a las costas de África, al igual que otras corrientes que podían llevarle de regreso a Europa, navegando hacia el Norte, desde las costas americanas.

¿Por qué nada de esto se conocía con anterioridad? La respuesta parece estar en la necesidad que tuvieron los españoles de guardar este secreto, haciendo desaparecer los vestigios de las actividades de comercio marítimo que habían sido realizadas por los mayas, llevándoles a quemar todos los documentos de ese pueblo que hiciesen mención de tales actividades, evitando así los serios problemas que habrían tenido con los derechos que les habían sido reconocidos por las naciones y reinos de Europa.

No se trata de un asunto menor, pues el así llamado descubrimiento de América tuvo enormes consecuencias no sólo para América y sus habitantes que sufrieron la pérdida total de sus derechos humanos, empezando por los patrimoniales, sino también para las naciones europeas, que como resultado, se vieron envueltas en un sinfín de guerras, en las que dilapidaron las riquezas obtenidas en la conquista, ¿cuál habría sido el curso de la historia, si los derechos de España y Portugal hubiesen sido puestos en duda?

Un nuevo engaño planetario, ocurrido en la segunda mitad del siglo XX, y al cual dedico el resto de este artículo y el siguiente, tiene dimensiones sobrecogedoras y consecuencias mucho más amplias y profundas, ligadas al actual sistema unipolar, en el que ahora vive la mayor parte de la población del planeta y cuyo origen está asociado al esquema geopolítico que tomó forma al final de la Primera Guerra Mundial.

Seguramente la mayor parte de los adultos de nuestro país han oído hablar de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, la cual estuvo a punto de dar lugar a la tercera guerra mundial, que por sus dimensiones y por la capacidad destructiva de las armas nucleares, habría significado la desaparición de la especie humana y seguramente de muchas otras especies sobre la faz de la tierra.

Pues bien, ahora contamos con el conocimiento de que todo eso en realidad fue un mito, construido a partir de la administración del presidente Eisenhower en la década de los cincuenta; su existencia y las implicaciones de un posible enfrentamiento nuclear, diseminadas desde aquella década y hasta el final del siglo XX, fueron un invento de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, como una estrategia para infundir terror en el llamado mundo libre, siendo posible que el asesinato mismo del presidente Kennedy hubiese tenido que ver con su negativa a participar en este engaño.

Lo más interesante del caso es que la intención de este mito no fue destruir a la Unión Soviética. Sus víctimas,más bien, fueron los países europeos, por una parte, y las naciones subdesarrolladas de América Latina, Asia y África, por otra; las primeras, poseedoras de colonias que venían explotando alrededor del mundo, y que curiosamente pasaron al dominio económico de las empresas estadunidenses, las segundas por los instrumentos de dominación que Estados Unidos ha ido imponiendo sobre ellas.

Aunque todo esto pueda parecer una fantasía enfermiza, pensemos por un momento en la terminación de la Segunda Guerra Mundial, con la Alemania nazi totalmente destrozada y desarticulada, las principales naciones europeas con su capacidad industrial semidestruída –especialmente en los casos de Inglaterra, Francia e Italia– pero igualmente en los países escandinavos y en los de Europa oriental, dejando a Estados Unidos y a la Unión Soviética como las grandes naciones triunfadoras del conflicto.

Hasta aquí todo está claro, sólo que la diferencia entre ambas naciones era abismal, ya que mientras Estados Unidos había logrado a lo largo de la guerra integrar sus industrias metal-mecánicas, automotrices y aeronáuticas de grandes dimensiones, dándoles posibilidades hegemónicas impresionantes, la Unión Soviética en cambio era la nación más devastada de la guerra y con el mayor número de muertos, tanto civiles como militares, hecho al que se dio escasa importancia por parte de los medios de comunicación de todo el mundo, bien como efecto de la propaganda estadunidense o por los errores cometidos en el seno de la misma Unión Soviética.

En estas condiciones, difícilmente los líderes de la Unión Soviética podían pensar en algo más que buscar, desesperadamente, como restituir la capacidad de producción para satisfacer sus necesidades internas, y la de sus países satélites, lo cual nunca pudieron lograr. Continuará…

Twitter: @ecalderonalzat1

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