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Andanzas

Tiempo de carnaval

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De amor y guerra, fue el título de la comparsa que cerró el carnaval de Puerto España, capital de Trinidad y TobagoFoto Reuters
Y

se fue. Terminó el tiempo de carnavales, que, como muchas cosas de la vida, volverá, porque es cíclico, algo que durante siglos y siglos se repite. Porque en las más acendradas sociedades significan un festejo, el rompimiento de la rutina, el sopor del trabajo, la promesa de una siembra y una cosecha abundantes. Los carnavales son un desahogo, un florecimiento incontrolable guardado celosamente por ciertos países y ciudades que lo han convertido hasta en una industria, un atractivo turístico.

En realidad los carnavales son la promesa, el augurio, de la abundancia.

Tal vez el mito griego de la muerte del invierno y el renacimiento de la vida, se resume preciosamente en la historia de Deméter o Ceres, la diosa de la tierra en el Olimpo, madre de la agricultura y de los hombres a quienes enseñó a trabajar las semillas, su florecimiento y cosecha; diosa de los cereales, trigo y centeno, así como del florecimiento de la tierra.

Deméter sufrió el terrible rapto de su bella hija Perséfone, quien una mañana, cortando flores en el campo, fue secuestrada inclementemente por el dios de los infiernos, de la oscuridad y la muerte, el horrendo Plutón, quien la llevó a vivir en sus dominios, haciéndola su esposa, muy a pesar de la dulce Perséfone, y del dolor inmenso de su madre, quien vago eternidades por la tierra seca buscando a su hija.

Pero no en balde, el dolor de la diosa madre conmovió al poderoso Zeus, decretando entonces que la tierna joven debería repartir la vida entre el Hades de Plutón, y la tierra con su madre querida, pasando una temporada con cada uno de ellos. Y dice la leyenda que desde entonces, Deméter devolvió la fecundidad y el verdor a la tierra devastada por la sequía, volviendo a dar sus frutos y delicias de la vida con la primavera y el verano, tiempo de sembrar y de cosechar, mientras Perséfone estaba con ella en la tierra, reinando el frío y el hambre durante el invierno, cuando vivía en el Hades.

Y los hombres, la humanidad entera volvieron a ser felices, festejando con toda clase de fiestas, ceremonias, música, danzas y rituales, el renacimiento de la alegría, el esplendor de la vida, la bendición de la abundancia. Y así, desde la más lejana antigüedad, diversas culturas celebran con dicha infinita, disfraces, máscaras y todo tipo de sonoridades y desfiles, el retorno de la vida: los carnavales se habían inaugurado.

Con el tiempo esta simbiosis de costumbres y culturas fueron dando el tinte particular en la manera del festejo, donde en muchas de ellas, la dosis religiosa, producto de conquistas de inmensa profundidad, dominaron la esencia del rito, incluyendo los santos y sus procesiones; aunque en el fondo, siempre es lo mismo, no hay carnaval que no oculte quien es quien, y así, poder desahogarse a pierna tendida con todos los desmanes y deseos imposibles de revelar en la vida cotidiana.

Sin embargo, la evolución, el sincretismo cultural, parejo a los cambios de la vida ha ido transformando este antigua tradición en, simplemente fiestas orgiásticas donde el rostro, el cuerpo y sus más eróticas manifestaciones danzarias están presentes; hoy, el carnaval tiene un significado aceptado y festejado por casi todo el mundo. Recuerde el grandioso carnaval de Río de Janeiro, el de Venecia, Bolivia, Cuba, Veracruz, Mazatlán, Múnich, Morelos, etc. etc., donde es danza, alegría, borrachera, orgia y danzas de fecundidad, aunque a veces la misma gente lo ignora; pero siempre indudablemente significa varias cosas: reventón, conquista, desfogue, diversión, pero sobretodo, un negocio. Y es así como la primavera prepara su camino, las plantas, los animales y los hombres buscan el amor, bailan la conquista y el rito amoroso de la fecundidad; igual que las garzas, las grullas, las avestruces, camellos, lobos, conejos, peces y todo tipo de vida en este aun formidable planeta, que nos hemos encargado de dirigir hacia su extinción.

Pero, si vemos los signos de la arrogante locura y sabemos que no nos tocará vivir la catástrofe final, que muchos llaman pesimismo y ahora lo repudian y lo intentan anular, con lo que nombran couching; se trata de adaptarse o morir, dicen, aunque los autos y el veneno del petróleo sigan invadiendo cada milímetro del espacio y el espíritu de la criatura, esa que finalmente creyó ser más que Dios, por llamar de algún modo a la madre naturaleza, como me enseñaron en mi pueblo

Por lo visto, Hades se prepara para dar otro golpe, y la pobre Deméter, por más danzas y ritos que realice, no tendrá agua ni aire limpio para sus plantitas y granos, y tendremos que inventar comer tuercas, mientras la amenaza de las guerras crece y crece espantosamente arrastrando todo, y la muerte se prepara para la más macabra de sus danzas en esta facha de carnaval humano.