Opinión
Ver día anteriorJueves 6 de marzo de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Auditorio Che Guevara
H

ay diversas especulaciones sobre los nuevos atacantes al auditorio Justo Sierra, mejor conocido como Che Guevara. Que si fueron pagados o no, que no son de la UNAM o sí, que eran los mismos que se apoderaron del auditorio desde 1999-2000, que son del Grupo 3 de Marzo por su aniversario, etcétera. Y, sobre los otros, sedicentes anarquistas, se ha dicho que se apoderaron del local desde el 19 de diciembre del año pasado, desalojando a quienes lo ocupaban (verdaderos estudiantes) y que usaban el auditorio para preparar bombas molotov, vender drogas y consumirlas con absoluta impunidad.

No tengo la menor idea de quiénes son los que se enfrentaron el lunes. Lo que sí sé es que quienes han tenido y usado el auditorio como si fuera de su propiedad no gozan de base legal alguna para haberse apoderado de ese sitio ni cuentan con la aceptación de la mayoría de los universitarios.

El auditorio Che Guevara, como fue bautizado por los estudiantes en los años 60 del siglo pasado, era uno de los espacios universitarios donde se llevaban a cabo una gran cantidad de actividades culturales de todo tipo y hasta actos políticos como la inauguración de cursos por López Mateos (1963) o la visita del entonces presidente de Francia, Charles de Gaulle (eran tiempos en que hasta los presidentes del país y de otras naciones viajaban por la ciudad al alcance de todo mundo en vehículos descubiertos y entraban, como lo hizo De Gaulle, al auditorio atiborrado de gente sin grandes alardes de seguridad).

En él había cine clásico y de arte, conferencias de personalidades de prestigio mundial, mesas redondas de repercusiones internacionales, teatro y danza, coloquios de temas diversos, conciertos de música clásica y popular y mucho más. Era un recinto donde había cultura para universitarios y para gente de fuera. Puedo equivocarme, pero era el segundo auditorio en tamaño dentro de Ciudad Universitaria; el primero, me parece, era el de la Facultad de Medicina, llamado Salvador Allende (por el presidente chileno que, además, era médico), donde Luis Echeverría, al inaugurar los cursos de 1974, les gritó jóvenes fascistas a quienes eran estudiantes de izquierda y le reclamaban a gritos su responsabilidad en el 68 (cuando era secretario de Gobernación) y en el 10 de junio de 1971, ya como presidente. Todos recordamos que sus escoltas lo sacaron del auditorio y lo metieron por la ventana de un carro en el estacionamiento de Medicina. Pero esta es la parte anecdótica de la última inauguración de cursos realizada por un presidente de la República en Ciudad Universitaria.

En 1999-2000 algunos grupos de estudiantes calificados como ultras se apoderaron del Che Guevara, cerraron varios institutos, entre ellos el de Investigaciones Económicas porque ahí se producían libros burgueses, y no pocas facultades. De hecho cerraron por varios meses la UNAM sin haber logrado la representación mayoritaria de estudiantes, profesores e investigadores (al contrario). Un movimiento contra el alza de cuotas, demanda justificada y muy importante que no entendió el rector Barnés, se convirtió en un auténtico secuestro de la principal universidad pública del país y una de las más importantes de América Latina. El multicitado auditorio Che Guevara fue la guarida (sin comillas) de varios de los ultras y lo convirtieron en dormitorio, basurero, hotel de paso y centro de insultos y agresiones para todo aquel que no coincidiera con ellos u osara criticarlos. En una palabra, convirtieron un espacio público en un espacio privado donde cesaron las actividades culturales y hasta las polémicas que siempre han caracterizado a los verdaderos universitarios.

¿Qué quieren los que volvieron a ocupar el auditorio y los que quisieron desalojarlos hace unos días? Ni idea, pero todos sabemos que nos lo quitaron desde hace varios años y que las autoridades universitarias han querido evitar una confrontación con los ilegales ocupantes, sean quienes sean. Obviamente no son de izquierda, pues los que pertenecemos a esta corriente político-ideológica desde hace décadas, sabemos que la revolución como alternativa anticapitalista no se hace en una escuela universitaria, y que si no se quiere una revolución sino sólo influir en el poder, tampoco se hace desde un recinto de educación superior sino mediante organizaciones por la vía de diversas expresiones públicas. Cierto es que muchos movimientos revolucionarios en Europa, América Latina y en México han tenido su origen en escuelas universitarias, pero no para quedarse en ellas declarándolas, absurdamente, zonas liberadas o algo similar. Ahora hasta los estudiantes de derecha, por ejemplo en Venezuela, salen a las calles para luchar por lo que creen, por reaccionario que sea, y no se encierran en un salón a ver pasar el tiempo desde sus trincheras.

Si los agresores son o no del Grupo 3 de Marzo del CCH-Vallejo (como se dice en las redes sociales), o si les hacen el juego a las autoridades para recuperar el auditorio, es irrelevante. El hecho es que el Che Guevara o Justo Sierra era y debe ser un auditorio para todos los universitarios y para quienes no pertenecientes a la UNAM tienen derecho a la difusión de la cultura que ofrece, como ningún otro centro universitario, nuestra alma mater.

A Luis Villoro, amigo de muchos años y un ejemplo de vida.

www.rodriguezaraujo.unam.mx