El PRI llega a su 85 aniversario renovado, fortalecido y triunfador, luego de concretar en el primer año de su regreso a la Presidencia de la República todas las reformas estructurales que quiso.

Ahora, con mayores recursos y posiciones políticas que cuando fue oposición, ya está en la tarea de afinar su estrategia electoral que le dé el triunfo en las próximas elecciones federales, recuperar la mayoría en la Cámara de Diputados, ganar las nueve gubernaturas y los 17 Congresos locales, así como los ayuntamientos de igual número de estados que estarán en disputa el primer domingo de junio de 2015, y con ello allanarle el camino al presidente Enrique Peña Nieto en el segundo tramo de su gobierno.

La misión, aunque difícil, está a la mano, según declaran ya varios integrantes de la dirigencia nacional priísta. Más aún cuando PAN y PRD están sumergidos en profundas divisiones internas, nada fáciles de resolver. Además, ambos tienen la obligación de renovar sus respectivas dirigencias nacionales.

Para Rosa María Mirón Lince, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista en partidos políticos, con el PRI en el poder se observa el peligro de una fuerte tendencia a recentralizar, desde la Presidencia de la República, prácticamente todas las decisiones de gobierno, situación que se creía ya superada.

Desde su perspectiva, a diferencia de los gobiernos panistas anteriores, hoy día la Presidencia de la República no tiene contrapesos importantes, ni en los gobiernos locales ni en el Poder Legislativo. En las filas priístas priva una actitud de sumisión a lo dictado desde Los Pinos.

Y advierte que, como en el pasado, el PRI mantiene una militancia sumisa basada en los incentivos, y que no ha cambiado un ápice su pragmatismo político, cuya máxima expresión se observa en la capacidad camaleónica, que le da al partido su capacidad para adaptarse a los deseos y necesidades del presidente de la República en turno.

Así, a lo largo de sus 85 años, primero como Partido Nacional Revolucionario, y luego, en 1938, como Partido de la Revolución Mexicana, y a partir de 1946 como Partido Revolucionario Institucional, el tricolor ha podido transitar sin resquemor alguno con postulados socialistas, en tiempos de Lázaro Cárdenas; de apertura y modernidad, con Miguel Alemán; tercermundista, con Luis Echeverría, y de liberalismo social, con Carlos Salinas, sólo por citar algunos.

Además, hace exactamente un año, en la 21 asamblea nacional del PRI, el presidente Peña no tuvo problema para imponer los cambios que necesitaba en los estatutos y documentos básicos de su partido. Estas modificaciones incluyeron el retiro de los candados en el tema energético, para que el partido y sus legisladores pudieran presentar, defender y aprobar en el Congreso la apertura de este sector al capital privado, lo que finalmente ocurrió en diciembre pasado, con la aprobación de la reforma energética. Aquí, como en muchos actos del partido, se aplicó la frase: Cuando llega la instrucción, se acaba la discusión.

Bernardo Barranco, ex consejero electoral en el estado de México cuando Peña Nieto fue gobernador, comparte la opinión de la investigadora universitaria, y advierte que en el esquema priísta, en los procesos electorales es previsible que el aparato gubernamental se transforme en una aceitada maquinaria, como lo ha hecho desde su creación.

Señala que aun cuando se prevén jaloneos y momentos difíciles en la designación de candidatos a la elección del próximo año, la experiencia indica que se entra también en proceso de negociación con los priístas no beneficiados, donde se pone en práctica la política de incentivos y recompensas.