“Con la fotografía puedes contribuir a mejorar las cosas, en el ejercicio de la difusión de los problemas, y eso ayuda al país”:
Pedro Valtierra

La fotografía como verdad


Ritual popular del Niño Fidencio, Espinazo, Nuevo León, 2006.
Foto: Pedro Valtierra

Pedro Valtierra ha documentado casi cuatro décadas de historia. Su trabajo fotográfico lo ha llevado a cubrir los acontecimientos más relevantes del último cuarto del siglo XX y los primeros lustros del siglo actual en prácticamente toda América Latina. Sus imágenes son producto de un continente adolorido, marginado, pero de pie y resistiendo a la adversidad.

Originario de Fresnillo, Zacatecas, Valtierra incursiona en la fotografía como laboratorista en Los Pinos en 1973, y se estrena como fotógrafo en 1977, a las órdenes del entonces director de El Sol de México, Benjamín Wong Castañeda, el primero de una cadena de directores de periódicos con cuyo apoyo construiría, junto a toda una generación de fotógrafos, el registro más importante de una época. Por eso, dice Pedro, su libro más reciente, Mirada y Testimonio (UNAM-Fondo de Cultura Económica-Cuartoscuro, México, 2012), es un reconocimiento no sólo a su trabajo individual, sino al apoyo de los periódicos en los que trabajó durante más de tres décadas.

Es emblemático su trabajo en la Nicaragua revolucionaria de finales de los setentas, y las coberturas de las guerras de Guatemala y El Salvador, dentro de una Centroamérica atravesada por las guerrillas. Pero es su trabajo en las comunidades indígenas de México lo que lo marca inicialmente.

“Cuando era estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), trabajando ya en Los Pinos, nos íbamos en grupo a comunidades del Estado de México, con los mazahuas. Y ya en periódicos retrato, entre otras cosas, las protestas, las marchas, los reclamos y  las tomas de tierra. Mi primer contacto con las comunidades es en 1978 con purhépechas de Michoacán, con la uprez de Efrén Capiz. Con el reportero Víctor Avilés hacemos un reportaje sobre la toma de tierras en Santa Fe de La Laguna. Más adelante, también en el Unomásuno, hicimos con Jaime Avilés un trabajo en la comunidad de El Trapiche, Oaxaca, para cubrir la exigencia de tierras de los campesinos; luego trabajamos con los triquis. Me toca también la masacre de Golonchán, Chiapas, perpetrada por el Ejército federal cuando era gobernador Juan Sabines padre y el jefe militar el general Absalón Castellanos Domínguez. Recuerdo también un reportaje sobre los municipios más atrasados del país, ahí empezamos en Juanacatlán, Puebla, siempre con las comunidades, aprendiendo con ellas desde la manera de hablar”.

Pedro Valtierra es un fotógrafo con postura. No toma distancia de lo que retrata y eso se nota en cada una de sus imágenes. Se deja seducir, pero no miente. Sin esconder su posición ideológica, aclara que “procura mantener la imparcialidad”, aunque la gente que ha visto sus fotos de Nicaragua le dice que “es evidente que a Somoza no lo quiero, pues lo destruyo con mis fotos, pero procuro por lo menos dar la información. Sin duda acabas colocándote de un lado y yo pienso que es correcto en la medida que seas objetivo y no mientas de ningún lado”.

¿La posición ideológica afecta el producto final, la foto que se toma?: “Yo creo que no. Al contrario, le da un valor y reconocimiento. Lo grave finalmente es que no tengas una posición porque entonces no estás diciendo nada y yo sí creo que si tienes que decir cosas”.

El trabajo de Pedro en Mirada y Testimonio contiene 35 de sus 39 años de mirar tras de la lente. Su trayectoria inicia “en un México muy complejo, el de los años setentas, con muchos reclamos, muchas protestas, un México muy dinámico en el campo, en las fábricas, en las universidades. Es un México de jóvenes, con muchas ganas de mejorar su situación, de muchos cambios. Éste el México que me toca conocer y retratar”.

Desde estudiante de la unam “tenía esa preocupación por el país, y uno entiende que como periodista con la fotografía puedes contribuir a mejorar las cosas, en el ejercicio de la difusión, de enterar a los demás de los problemas, y eso ayuda al país. Y lo hacemos con absoluta honestidad y respeto”. A eso se ha dedicado, antes en El Sol de México, luego en el Unomásuno, en Punto, La Jornada, Imagenlatina, Mira, y finalmente al mando de la tripulación de la agencia Cuartoscuro, donde la familia Valtierra se extiende.

Valtierra, lo confiesa, se deja seducir por “la gente de las comunidades, los lugares, su sabiduría, las mujeres, la belleza de una cocina, su manera de trabajar, por aquellas que cargan los jarrones de agua en la cabeza, todo con mucho ritmo, como en un ballet”.

Después de un cuarto de siglo de haberse iniciado en la fotografía, y ya con el reconocimiento por su trabajo, el 3 de enero de 1998 toma una de sus fotos más emblemáticas: la de pequeñas mujeres zapatistas rechazando al ejército con sus cuerpos. Las manos de una joven tsotsil de Xoyep empujando el cuerpo verde olivo que trastabillea ocupa al día siguiente tres cuartos de la primera plana de La Jornada y meses después le confieren a esa imagen el premio internacional de fotografía Rey de España.

“Ese día las mujeres estaban frente a los soldados con una actitud de valentía, de orgullo, caminando descalzas en el lodo. Llegan frente a ellos y les empiezan a reclamar y a gritar. No son violentas, pero gritan con dignidad. Durante una hora les piden que se vayan y los soldados no se quieren ir, entonces las mujeres empiezan a empujarlos, con mucha valentía pero también con impotencia, pues ellos son enormes, imponentes, y ellas pequeñitas aunque fuertes”.

La verdad, confiesa Pedro, él no sabía lo que tenía dentro de la cámara, ni mucho menos que sería una imagen importante para él y para el movimiento. “Me siento contento con la foto, pero como alguien me dijo: mira, tú tomaste esa foto pero ya no es tuya, es sólo un reflejo de lo que estaba pasando”.

Cuatro años antes, el fotoperiodista había llegado a la cobertura del alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) junto a cientos de colegas de todo el mundo. La insurrección, dice Pedro, le sorprende y le duele, pero entiende que “no había de otra, que las cosas ahí estaban para eso y para más”. Y además ya no se trata de Nicaragua ni de El Salvador, es México, su país, y eso “se siente diferente”.

A las comunidades indígenas, insiste, se aprende primero a verlas y luego a retratarlas.Yo me critico porque he trabajado muy rápido, siempre pienso que debí dedicar más tiempo. Con el paso de los años valoro muchos detalles que por el apresuramiento, por el acelere, no tomé. Si hubiera sido más tranquilo, disciplinado y ordenado, hubiera tomado fotos más importantes. Cuando pasa el tiempo aprendes a ver detalles que antes no veías. Eso lo comparto mucho ahora con los chavos de Cuartoscuro, les digo que no se esperen a que los golpes los enseñen”. Éste es el Valtierra maestro.

Entrevista:
Gloria Muñoz Ramírez