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Justicia, pide madre de otro condenado a muerte en EU
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 23 de enero de 2014, p. 14

Nuevo Laredo, Tamps., 22 de enero.

Desde su casa, construida con ladrillos que intercambiaba por basura reciclable, Marta Llanas pide al gobierno de Estados Unidos que reconsidere el caso de su hijo Ramiro, sentenciado a muerte para el próximo 9 de abril.

En 2000, cuando tenía 29 años, Ramiro Hernández Llanas fue sentenciado a la pena capital por el asesinato de Glen H. Leich, ocurrido el 14 de octubre de 1997.

El caso fue llevado ante un jurado popular en la Corte de Distrito 216 en Texas, donde en sólo 48 horas y tras escuchar el testimonio de la viuda de Glen, se dictó la sentencia que tiene a Ramiro en el corredor de la muerte en la prisión de Hunstville, Texas.

En 2003, el gobierno de México presentó ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya una denuncia por las violaciones a los derechos de 51 connacionales condenados a muerte en el país vecino. Un año después, la CIJ ordenó al gobierno de Estados Unidos revisar esos casos, luego de confirmarse la violación de sus derechos al ser arrestados y procesados sin dar aviso al consulado mexicano.

Aunque el Congreso estadunidense aprobó una ley para que se diera cumplimiento a la determinación de la CIJ, el estado de Texas no ha aceptado dar marcha atrás y las órdenes de ejecución continúan vigentes.

Entre esos casos se encuentra el de Ramiro Hernández Llanas. La última vez que su madre lo vio fue hace dos años, cuando fue a visitarlo a la prisión.

Él sufrió desde chiquito

“Lo único que me dijo fue: ‘mire madre, aquí estoy, y si me dan un castigo, como me lo van a dar, yo nomás lo que pido a Dios es que la bendiga, porque mis deseos eran venir aquí (a ganar dinero) para que usted no volviera a trabajar’”, recuerda la mujer antes de romper en llanto.

Con 71 años, Marta Llanas tiene 10 hijos. Aseguró que desde los cuatro meses de edad Ramiro sufre de desmayos; cuenta que en una ocasión se le cayó en la escuela, a la que sólo acudió tres años, y se pegó en la cabeza. Nada más se ponía moradito y le salía espumita por la boca, fue lo que le dije hace años a las personas (del consulado mexicano) que vinieron conmigo, señala.

Pido clemencia, justicia, que tomen en cuenta los problemas que mi hijo tiene desde pequeño. Lo único que le ruego a Dios es que tengan compasión de él, y si no, pues que lo reciba, porque él sufrió desde chiquito, dijo.