Opinión
Ver día anteriorJueves 23 de enero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El dinero contra la economía
L

as ideas acerca de la economía –ya sea la llamada ciencia económica (“ economics”) o alguna pretendida realidad objetiva (“ economy”) como la economía mexicana– tienen poderosas funciones políticas. Es en este espacio de las ideas en el cual debe darse una parte esencial de la lucha ideológica (de clases), en el cual los movimientos sociales pueden encontrar un gran potencial, mediante el análisis y la exhibición pública de las patrañas, mitos y fraudes que se esconden en los asuntos económicos y el develamiento de los mecanismos mediante los cuales la riqueza se crea y distribuye, con escandalosa inequidad e irresponsabilidad.

Las élites político-económicas y sus intelectuales orgánicos usan con gran provecho la idea de que la economía ( economy) es un conjunto de fenómenos y procesos cuya comprensión está fuera del alcance del vulgo, a quien no le toca sino aceptar los dichos de los expertos, éstos sí, capaces de ver los signos de salud o enfermedad de la economía, hacer vaticinios, casi siempre fallidos, y recetar las medicinas, siempre dolorosas, que el pueblo tiene que tragar. ¿Son complejos los asuntos económicos? Sí y no. La comprensión de lo esencial puede estar al alcance de cualquiera, lo primero que se necesita es quitarle a estos asuntos su amenazante cariz de ciencia inaccesible. Bien cabe recordar aquí la sabiduría de aquella abuela veracruzana a quien su nieto visitó para anunciarle que se iría a la capital a estudiar economía. ¿Cuánto tiempo te vas?, le preguntó la anciana. Cinco años, contestó el joven. “¡Cinco años para estudiar economía! –dijo la abuela con azoro–. Mejor gasta menos, ¡y ya!”

En efecto, si economizar quiere decir gastar menos (o gastar bien), para lograrlo no es necesario estudiar cinco años de economía, es mejor estudiar alguna de las múltiples ramas de las ciencias naturales, la ingeniería y las tecnologías. ¿Cómo gastar menos en la construcción de una carretera, un puente, una presa o una casa, o en el cultivo de un cereal? Esto lo responden los científicos, los ingenieros, los técnicos, no los economistas. ¿Cómo escoger entre esos proyectos cuando los recursos son escasos? Eso lo responde la ética, con el auxilio de la historia y diversas disciplinas sociales.

Por supuesto que el asunto se enreda cuando interviene el dinero y el gastar bien no se refiere a cemento, varillas, energía, agua u otro valioso recurso, sino a usar el dinero con un criterio financiero mal llamado económico. Aquí se hace necesaria otra ciencia que nos diga si conviene pagar a crédito o de contado, si es mejor meter el dinero al banco y rentar una casa en vez de construirla o comprarla, si dejará más dividendos la presa que la carretera, si es mejor sembrar maíz o comprarlo en Estados Unidos. Pero aun todos estos dilemas tendrían solución fácilmente inteligible si los especuladores y agiotistas no dominaran el mundo financiero con sus enredos de múltiples tasas de interés, precios a futuro, bursatilización y demás mecanismos para enriquecerse aún más, succionando el valor de las actividades productivas.

Es ineludible insistir en la necesidad de atender la distinción que estableció Aristóteles entre las dos ciencias (economía y crematística) y su advertencia acerca del peligro de confundirlas. El rey Midas no lo entendió y estuvo a punto de morirse de hambre porque no podía comer oro para alimentarse. Confundir crematística (el arte de hacer dinero, hoy se llama finanzas) y economía lleva a considerar, por ejemplo, que la agricultura estadunidense es muy eficiente porque el dinero que en ella se invierte da buenos dividendos (tiene una alta tasa de retorno), a pesar de que en realidad significa un despilfarro escandaloso, criminal, de recursos energéticos, cuyo precio no lo determinan insondables leyes económicas sino la guerra y las corruptas negociaciones con los jeques. Es sólo un ejemplo. Son muchos los casos en los que la perspectiva puramente dineraria oculta los desastres que ocurren en las actividades productivas y los negocios.

Las finanzas y la especulación sí pueden ser complicadas y para su manejo se han elaborado enredadas técnicas de análisis y modelos matemáticos. Pero el pueblo no debe dejarse amilanar con tales enredos, pues lo que debe interesarle es entender la función que toda esta parafernalia desempeña: facilitar a los potentados hacerse de más dinero. La confusión viene bien a los dueños del dinero y a su ciencia económica, les permite ocultar sus trapacerías. Sin duda, la solución de muchos de los problemas económicos exige una seria investigación, pero no de los economistas, sino de las procuradurías y la policía. En un artículo publicado en la revista Forbes se afirma que la cancelación de la convertibilidad del dólar en oro por Nixon constituyó los delitos de violación de contrato, robo, fraude y falsificación de moneda; estos mismos delitos se cometen hoy, todos los días, con la manipulación del valor del dinero.

La ciencia de la producción y distribución de bienes y servicios para satisfacer de manera eficiente y justa las necesidades de la humanidad es lo que merece el nombre de ciencia económica. Sus componentes esenciales son las ciencias, las tecnologías y la ética. Lo primero que hay que aprender es a no confundirla con la administración del dinero, y entender los mecanismos mediante los cuales el dinero controla a la economía ( economy). Una patraña que debe despejarse es la consideración de que las finanzas son un sector de la economía, y no, como es en realidad, una fuerza externa que controla a la economía, la exprime y muchas veces la destruye. Con esta perspectiva es posible comprender con más claridad otro campo al cual frecuentemente se reduce la noción de economía: el comercio.

Sin duda uno de los grandes retos de nuestro tiempo es la formulación de un sistema de administración del dinero que responda al profundo cambio de naturaleza que en éste se consumó con el atraco del señor Nixon, que elimine la especulación y la usura, y que esté al servicio de la economía entendida como la administración prudente de la casa (hoy el planeta, algún día el universo).