Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 19 de enero de 2014 Num: 985

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Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Antonio Gramsci:
la cultura y
los intelectuales

Arnaldo Córdova

Reformas neoliberales: las razones sin sentido
Sergio Gómez Montero

La tumba de John Keats
Marco Antonio Campos

La Ley del libro
José María Espinasa

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
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Reformas neoliberales:
las razones sin sentido

Sergio Gómez Montero

Para José Ángel Pescador y Alberto Arnaut

La educación, como se sabe, es un tema que linda mucho con la cultura y entre ambas existe un parentesco estrecho. Por eso, abordar desde la cultura (o desde la reflexión simplemente) a la educación tiene sentido. Más aún si en México, de fines de 2012 a ahora, la educación ocupa un lugar central, aunque visto casi siempre de manera parcial por los actores que han participado en ella en términos de teoría y práctica. En síntesis, ¿qué visión integral es posible obtener de la educación en México hoy, tratando de utilizar algunas herramientas teóricas relativamente heterodoxas?

Las reformas y
el sistema social

¿En dónde radica, en realidad, el sentido de inutilidad práctica de los ajustes y modificaciones que emprenden los gobiernos contemporáneos para que cambien las duras condiciones en las que se vive y que no vayan dirigidos a aumentar los índices de ganancia, en el seno de un sistema social –capitalista– que los únicos cambios que admite son aquellos que permiten concentrar más la ganancia en menos manos y que ésta última aumente continuamente?

En 1994 lo decía Niklas Luhman en el iteso en Guadalajara, al hacer la presentación de su libro El sistema educativo en su versión en español: son justos los argumentos de quienes pregonan la inutilidad de las reformas del sistema capitalista. Como escribe Attali (Fraternidades, una nueva utopía; El hombre nómada), en un mundo futuro que cada vez está más cerca, todos vamos a ser migrantes (nómadas) en búsqueda de mejores condiciones de vida en algunos lugares privilegiados del planeta. Esa sería la opción de futuro dentro del capitalismo. Y por eso la pregunta: ¿reformas para qué?

Preguntárselo a un docente de educación básica en México por ejemplo hoy –luego de haber vivido en el papel varias reformas– diría, de dientes para fuera, que para que su trabajo sea mejor. Pero en la vía de los hechos las reformas educativas (entendiendo lo educativo aquí como lo escolarizado) hasta hoy nada han modificado: desde quince, veinte años atrás la vida de la escuela sigue siendo la misma: las formas de enseñar (de estar en el salón), el currículo (el oficial, el operativo, el oculto), las relaciones de poder, no han cambiado a pesar del tiempo transcurrido y de las reformas educativas que, en teoría, se han dictaminado. El subsistema educativo está roto de raíz. La rotura del subsistema es responsabilidad del sistema social en el que lo educativo se desarrolla.

Pero, como sea, es allí, en la escuela, en el salón de clase, con el maestro, en donde se concreta la educación más allá de cualquier discurso. La carencia de controles de calidad para todo el sistema educativo nacional (SEN), incluyendo lo que sucede en el salón de clase, es una materia que el subsistema educativo no ha cursado.

Las reformas contemporáneas
de los subsistemas educativos

Popkewitz en varios de sus libros (desde Sociología política de las reformas educativas hasta El cosmopolitismo y la era de la reforma escolar) se encarga de señalar las limitantes de las reformas educativas emprendidas hasta hoy dentro del capitalismo, pero a la vez el porqué del empeño de éste para impulsar esas reformas como si en eso le fuera la vida. Varios autores estadunidenses, europeos y latinoamericanos también se han encargado de la temática. Otros muchos defienden empecinadamente esas reformas centradas en los paradigmas de calidad, evaluación y capacitación profesional –entendida casi siempre como reajuste jurídico-laboral– del magisterio, muchas veces desde los puestos que ocupan en diversos organismos internacionales (OCDE, Banco Mundial, UNESCO, etcétera).

Puede fácilmente ejemplificarse esta tendencia –la que se genera desde las instituciones, la que publica libros, la que da a conocer sus puntos de vista masivamente–, en el caso del país, con los libros que se publicaron sobre educación con la fiebre del cambio de gobierno. Se mencionan aquí los siguientes: de Gilberto Guevara Niebla (Coordinador): La reforma educativa; de Reyes S. Tamez Guerra y Felipe Martínez Rizo (Coordinadores): Las reformas que necesita la educación mexicana, y de José Narro Robles y David Moctezuma Navarro (Coordinadores): Hacia una reforma del Sistema Educativo Nacional. En estos libros, en donde la reforma se plantea como opción todavía para que el sistema educativo del país cambie, se pone énfasis básicamente en lo siguiente:

a) Si bien el subsistema educativo ha crecido explosivamente los últimos treinta años, lo ha hecho de una manera desigual (el rezago, en números absolutos, ha crecido y éste y las cifras de bajo rendimiento se vinculan con los estratos de población de más bajos ingresos) y con muy bajos rendimientos educativos generalizados (ocupamos a nivel internacional lugares postreros), sin que hasta la fecha se precise en dónde radican las fallas más sensibles de este subsistema social. Esas fallas se ubican, en estos libros, en un universo etéreo casi siempre, aunque, sorprendentemente, en dichos libros se afirma y se reitera que no sólo el maestro es el responsable del bajo rendimiento de lo educativo, y a pesar de eso la reforma educativa de 2012 carga en él toda la responsabilidad de los bajos rendimientos del subsistema, poniendo en práctica acciones punitivas en contra únicamente de los docentes.

b) La educación, en México, se desarrolla en un ambiente social altamente desfavorable: índices de corrupción muy altos y extendidos; la TV ocupando grandes espacios de tiempo libre; una violencia social generalizada (así lo considera, según el INEGI, más del sesenta por ciento de la población); un descrédito creciente de la utilidad de la educación (de los pocos que terminan su licenciatura un porcentaje muy alto no encuentra trabajo o no encuentra trabajo en lo que estudió); índices nacionales de desempleo crecientes; desintegración familiar, pobreza que crece año cada año, etcétera.

c) Hacia el interior del subsistema, las condiciones de trabajo son igualmente desfavorables: los puestos de dirección se ocupan políticamente (desde el secretario del ramo a nivel federal y estatal, hasta jefes de departamento u oficina); el sindicato controla ingreso (normales, profesiogramas, control laboral), promoción (escalafones, carrera magisterial) y capacitación profesional del magisterio (becas y apoyos para el estudio). En términos históricos, el sistema educativo contemporáneo registra diferentes etapas que se corresponden, claro, con el desarrollo capitalista del país. En la etapa actual el sistema se divorcia cada vez más del contrato social que le dio origen y, en la práctica, firma un nuevo contrato con los grupos sociales hegemónicos que, evidentemente, son minoritarios y defensores empecinados del neoliberalismo que los ha enriquecido de manera sensible.

De allí que los expertos reformistas le apuesten a acortar el tiempo lo máximo posible para que el SEN y el país se integren con éxito a las sociedades capitalistas avanzadas.

Una visión no institucional de la situación educativa del país y de lo que representa la reforma educativa de 2012 se encuentra en el libro publicado por la CNTE este 2013 cuyo título es Análisis y perspectivas de la reforma educativa. Es evidente que entre las visiones reformista y la no institucional existen diferencias sustantivas sin que ninguna de las dos se incline abiertamente por rechazar la reforma como vía para resolver los gravísimos problema del sistema educativo nacional por razones diferenciadas: en el caso de los primeros, los reformistas, porque para ellos la inserción del SEN al mundo de la competencia capitalista es recomendable e ineludible. Para los segundos, los no institucionales, porque se resisten a perder, no sin razón, las prebendas (base de plaza desde normales, nula evaluación, en algunos casos herencia de plaza, etcétera) que devienen de un sistema educativo que funciona muy deficientemente desde tiempo atrás (dígase 1949, año en que el charrismo sindical se establece) y cuya dinámica se basa en gran medida en la existencia y operación de un sindicato que cobró con prebendas laborales y políticas la inexistencia de controles de calidad de los procesos educativos. Es decir, habría que pensar si, como dice Bauman, con los maestros disidentes de México hoy no se ha impuesto el imaginario burgués (PIB, consumo y meritocracia).

¿Si no es reforma, qué es?

Desde el siglo XVII la escuela, bajo sus diferentes concepciones capitalistas, se ha estado “reformando” continuamente, sin quedar la sociedad nunca hasta hoy satisfecha con los cambios y ajustes sufridos por ella. De manera reciente, la más profunda reforma registrada es la que, impulsada indistintamente en Europa y Estados Unidos, a principios de los ochenta pone énfasis en la escuela como institución (olvidar el taylorismo educativo e introducir en la escuela nuevas formas de trabajo como la toyotización) y olvida, por fragmentarias, las reformas basadas en el currículo (contenidos y métodos de enseñanza-aprendizaje). Esa reforma, obvio, se olvida y abre paso a nuevos ajustes generados, se dice tratando de justificar, por la sociedad del conocimiento actual, que no es sino la sociedad tecnológica y consumista que vivimos y se distingue por premisas sencillas: uno, predominio de las competencias; dos, búsqueda indiscriminada de la calidad; tres, la evaluación parcial de los procesos, con énfasis en la docente; cuatro, el paso acelerado de lo público a lo privado, y quinto, el impulso de la tecnología a costa de todo (a costa básicamente de la cultura tradicional). Para conocer más a fondo y precisión tales premisas, vale consultar los documentos educativos generados recientemente por la OCDE y el Banco Mundial.

Por otro lado, hace ya algunos años, en el terreno de la crítica a las tendencias dominantes en la educación, se publicó en Brasil un libro pequeño pero muy valioso (Scola, S.A.) en donde Pablo Gentili hace un análisis a fondo de las relaciones malévolas que existen entre neoliberalismo y educación; de allí se toma el párrafo siguiente: “Es muy importante, teórica y políticamente, comprender al neoliberalismo como un proceso complejo de construcción hegemónica. Esto es como una estrategia de poder que se pone en práctica en dos sentidos articulados: por un lado, a través de un conjunto razonablemente regular de reformas concretas en los planos económico, político, jurídico, educacional, etcétera, y, por el otro, a través de una serie de estrategias culturales orientadas a imponer nuevos diagnósticos surgidos de las crisis y construyendo nuevos significados sociales a partir de querer legitimar las reformas neoliberales como las únicas que pueden (y deben) ser aplicadas en el actual contexto de nuestras sociedades.” Bajo tal visión paradigmática es que, particularmente hoy, se ejecutan las reformas capitalistas en diversos campos del quehacer humano, pues ellas tienen como primer objetivo preservar al sistema social y luego buscar que los subsistemas funcionen siempre en beneficio de esa preservación.

¿Qué les queda a los sujetos entonces: actuar siempre en beneficio del sistema, sin poder desligarse de él para, en la práctica, lograr su transformación? ¿Cómo vencer el accionar del sistema para lograr que éste termine de actuar y sea sustituido por otro menos depredador? Zygmunt Bauman en un escrito reciente (“Es necesaria una nueva batalla cultural”) lo dice crudamente: no hay opción mientras las organizaciones políticas de la amplísima izquierda de hoy no entiendan que las reformas capitalistas no bastan para transformar la situación de desamparo en que viven grandes sectores de la humanidad. Es necesario hacer más, impulsar acciones tendientes a modificar al sistema capitalista. Incrementar tanto la práctica como la teoría.

Apostarle a las reformas dentro del capitalismo es sólo prolongar la agonía en que hoy se vive y realizar una práctica política que no tiene sentido. ¿Quién educará al respecto?