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American Curios

Risa

E

n la cultura indígena navajo, según algunas versiones, cuando un bebé ofrece una risa por primera vez es el momento en que se integra a la comunidad. Es el primer acto social y se festeja con una celebración de la primera risa. Quien le provocó la risa al bebé es el o la responsable de presentarlo, y de hacer la fiesta. Al final del festejo, el bebé, con la ayuda del anfitrión, ofrece un cristal de sal a cada uno de los asistentes, acto simbólico, ya que la generosidad es una de las virtudes más importantes de esa nación indígena.

No hay mucho de qué reírse al pensar en el año que se acabó, y en el que viene, si uno escucha a demasiados políticos, periodistas, expertos y analistas en Estados Unidos. Cada día se documenta el fin del planeta, casi con gusto, a ver quién lo puede anunciar con mayor drama y horror, como si hubiera una competencia para hacer más oscura la falta de luz. Uno como periodista está obligado a registrar lo que es, llegar lo más cerca de los hechos, aproximarse lo más posible a la cada vez más disfrazada verdad.

Por ello, al leer lo de los navajos en un ensayo del periodista y editor Tom Engelhardt, e investigar un poco más, parecía que eso de la risa podría ser una vía para enfrentar el nuevo año.

Lewis Lapham, el gran editor y ensayista, ofrece algún escape a la realidad. Su maravillosa revista trimestral Lapham’s Quarterly se dedica a un tema en cada número, y el más reciente es Comedia. En su ensayo de introducción a la historia de la comedia, Lapham recuerda: somos el único animal que ríe, pero también el único del cual se ríen. Agrega que desde que el hombre se dio cuenta de que no era otro simio, ha buscado la risa para curar la herida de ese desafortunado descubrimiento.

Pero no es sólo el humor, o la broma, la burla o la comedia lo que provoca risa. A veces es el desafío al poder, retar lo opresivo, provocar que el poder se moleste, una rebelión digna y pura, o simplemente cuando alguien que no debería de ganar gana, como un equipo de futbol que logra el milagro de derrotar al favorito. A lo largo del último año, hubo cosas que provocaron ese tipo de risa.

Durante el año que se acaba de cumplir hubo desafíos a las autoridades a todos los niveles. Por ejemplo, Edward Snowden, y un grupo de periodistas valientes, enfrentaron al gobierno más poderoso de la historia al desnudar sus secretos, y con ello, el vasto abuso de poder, engaños de altos funcionarios, y violaciones al supuestamente sagrado derecho a la privacidad, tal como opinaron las juntas editoriales del New York Times y The Guardian esta semana.

A otro nivel, jóvenes inmigrantes indocumentados realizaron actos de desobediencia civil, arriesgando su propia deportación, al detener físicamente u obstaculizar la deportación de inmigrantes desconocidos, y hasta enfrentando directamente al presidente, a quien apodaron el deportador en jefe por lograr un nuevo récord de deportaciones.

Miles realizaron una manifestación cada lunes, llamada lunes morales, en Carolina del Norte, contra asaltos legislativos de derecho al voto y a la educación pública para la gente pobre y de color.

Hubo una exitosa batalla de los maestros de una preparatoria pública en Seattle contra exámenes estandarizados, al boicotear ese examen obligatorio, lo que provocó actos de solidaridad y apoyo en varios puntos del país donde estalla, desde Nueva York hasta Texas, Chicago y más, una rebelión contra las llamadas reformas de educación promovidas por multimillonarios para convertir ese sector en un mercado y promover su privatización.

También hubo inicios de lo que algunos pronostican como el próximo gran movimiento, que se expresó en acciones en multitud de ciudades para elevar el salario mínimo y denunciar las prácticas de explotación laboral de cadenas de megatiendas como Walmart y el sector de comida rápida.

Hay miles de ejemplos más en este país fragmentado y, aunque todas estas son expresiones de ira, también se escuchaba, por fin, la risa; la risa que surge de la solidaridad, de la acción colectiva, de la que acompaña los mil y un ¡ya basta!

El humor, expresado con bromas, consignas, títeres, caricaturas, a través de la sátira, estaba presente en todo esto, y la reacción de los poderosos también provocaba risa al defender lo indefendible, al revelarse los intereses detrás de tan bonita retórica e imagen, al caer en la trampa de su propia hipocresía.

El Lapham’s Quarterly cita a George Bernard Shaw: mi forma de bromear es decir la verdad. Es la broma más chistosa del mundo. Y para algunos, ese tipo de risa no sólo es para aligerar el momento oscuro: el escritor Tom Robbins dijo en 1980 que la humanidad ha avanzado, cuando ha avanzado, no porque haya sido sobria, responsable y cautelosa, sino porque ha sido juguetona, rebelde e inmadura.

La risa sigue del mal alineamiento entre la realidad y la realidad virtual, y entender la broma es reconocer cuál es cuál, afirma Lapham. La realidad que a veces reportamos frecuentemente es algo que se disfraza de realidad, pero es otra cosa. Si los periodistas lográramos informar más con el objetivo de provocar risa, al reconocer cuál es cuál, tal vez el mundo sería un poco diferente. Mínimo, habría más risa.

Tal vez un periodista de política se podría inspirar con algo de Marx, Groucho Marx, la próxima vez que tenga que reportar sobre algún político que pretende ser más de lo que es. Por ejemplo (gracias a Lapham’s Quarterly): Caballeros, aquí Chicolini habla como si fuera un idiota, y se ve como si fuera un idiota, pero no dejen que eso los engañe. Verdaderamente es un idiota.

Mark Twain decía que el humor es a fin de cuentas la cosa grande, la cosa que rescata y siempre ofrece un aire de libertad; una broma excelente suele ser un acto de disidencia.

Tal vez en este 2014 que amanece debemos retomar la sabiduría navajo e invitar a todos a hacer una celebración de la primera risa.