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Una intensa flama vegetal que canta
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Periódico La Jornada
Sábado 4 de enero de 2014, p. a12

El nuevo disco de Valentina Lisitsa es una radiografía del alma, un riguroso escaneo de los sentimientos, una tomografía de los anhelos, una prueba vascular de los glóbulos supra-emotivos.

La pianista ucraniana indaga en los meandros, pleamares y bajamares de ese mundo líquido y sinuoso que es la música para piano del compositor del Volga, criado en San Petersburgo, Serguei Rachmaninov.

En álbum doble, la Lisitsa alisa la obra concertística completa del buen Rach: los 4 Conciertos para piano y orquesta, además de la célebre Rapsodia sobre un tema de Paganini. Michael Francis dirige a la Sinfónica de Londres en este disco/dúplex grabado en los estudios Abbey Road.

Hay que decirlo de entrada: este territorio, el del repertorio de Rachmaninov, ya está marcado por grabaciones insuperables hasta el momento: el listado es corto y lo encabeza, a juicio del Disquero, Vladimir Ashkenazy, pero también hay otros gigantes que compiten con el chaparrito Vladimir: Sviatoslav Richter y también la dama argentina Martha Argerich y otro Vladimir: Horowitz, y el gran maestro italiano que fue don Arturo Benedetti Michelangeli.

Una vez dicho tal, habrá que decir que las novísimas versiones de Rach, a cargo de Valentina Lisitsa, constituyen un viaje formidable, apasionante, donde la fascinación mantiene al escucha al filo del asiento. Se le reprocha, tan sólo y nada menos que su compromiso emocional con esas partituras tan emotivas, no sea tan hondo como el que establecieron en su momento los pianistas enlistados en el párrafo anterior.

A cambio de eso, Lisitsa ofrece concentración, entereza, valor, enjundia, en un reto formidable, pues la música orquestal para piano de don Rach no es ninguna perita en dulce, a pesar de su gran popularidad. A diferencia, por ejemplo, del maravilloso Concierto Uno de Chaikovski, las construcciones catedralicias del continuador del estilo chaikovskiniano, el mismísimo Rachmaninov, presentan dificultades elevadas para los pianistas.

Por cierto, en el verano pasado se presentó en la Sala Nezahualcóyotl la Lisitsa, con la Sinfónica de Minería, interpretando ese Concierto Uno de don Pedrito Ilich Chaikovski.

Serguei Rachmaninov poseyó oído absoluto, ese don con el que nacen algunas, pocas, personas y que los ubica de antemano en una situación privilegiada. Además de compositor, ejerció como director de orquesta y sobre todo gran pianista, uno de los mejores en la historia.

Fue un melancólico persistente.

Melodista extraordinario, buscó siempre que el piano cantara y procuró imprimir estados de ánimo en sus partituras: La música debe ser la expresión de la compleja personalidad del compositor; no debe llegar a una confección cerebral.

A propósito de confección cerebral: el Tercer Concierto de Rachmaninov es El Tres de Rach, como le llamaba con cariño David Helfgott, ese pianista extraordinario que padeció males mentales debido al maltrato de su padre cuando David era niño. En el filme Shine, Helfgott interpreta El Tres de Rach y a él lo interpreta, a su vez, el actor Geoffrey Rush.

El Tres de Rach es, a juicio del Disquero, lo mejor del nuevo álbum doble de Valentina Lisitsa, de quien hemos reseñado hazañas anteriores: http://goo.gl/Tv7Thl, en las que la pianista ucraniana se queja de la falta de público en sus conciertos y ha encontrado la manera de ser seguida por millones a través de Facebook y en su propio canal de YouTube, donde, por cierto, hay una versión para piano solo del primer movimiento del Tres de Rach (http://goo.gl/d9ntHL) con la fabulosa y legendaria Cadenza Ossia (cadencia –pasaje solista virtuosístico– alternativa, o sea), que es más intricada, fascinante, difícil y acrobática que la original; ambas las escribió Rachmaninov, aunque en la grabación que existe con él al piano, enigmáticamente eligió la fácil y no la Ossia.

En opinión de Valentina Lisitsa, el Primer Concierto de Rach es “näive, exhuberante y lleno de vida”, mientras el Segundo es menos libre en su apertura expresivo; al Tercero, al Tres de Rach, la Lisitsa le llama en broma, el de la Crisis de la Edad Madura; es complejo, sacudidor, contiene emociones dolorosas y muchos cambios de estado de ánimo. El Cuarto, añade la pianista, es un mes de noviembre, de edad madura.

A la popularidad del Segundo Concierto de Rach, se añade en este álbum el arrastre popular de la Rapsodia sobre un tema de Paganini, que escribió el maestro ruso a partir del Capricho 24 del legendario violinista.

Ninguno de los dos discos que componen este álbum flamante/flameante tiene desperdicio: fascina. Sencillamente fascina. Poderosa su capacidad de sopesar el estado de ánimo, el caudal emotivo, la cascada de sentimientos, el fluir de las emociones del escucha.

Pero no es una música-diván. La literatura pianística de Serguei Rachmaninov es un tratado/compendio/canto de los distintos, infinitos matices que tienen los estados del alma.

En medio de su espectacular manera de cantar, la música pianística de Serguei Rachmaninov es en realidad una orquídea en capullo, a punto del floreo.

Una intensa flama vegetal.

Que canta.

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