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Paul McCartney reflexiona
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Periódico La Jornada
Sábado 28 de diciembre de 2013, p. a16

Después de muchos años, Paul McCartney logra un álbum consistente, macizo, interesante, polémico, nuevo como su nombre lo indica: New.

Flamming pie de 1997, podría será el anterior a éste, si consideramos que Chaos and Creation in the Backyard, de 2005; Driving rain, de 2001, y Kisses on the bottom, de hace un año, dejaron a los escuchas con un sonoro ¿y?

Este nuevo New es consistente porque no es un conjunto de canciones recogidas aquí y allá, sino un proyecto lógico; es macizo, porque tiene peso, redondez, verosimilitud; es interesante, porque contiene claves que dilucidaremos adelante; es polémico, porque a nadie dejará satisfecho del todo, pero a nadie desanimará; es decir: es un álbum vivo, de quien nadie dejará de opinar.

Para lograr consistencia, el gran Macca echó mano de un pókar de productores: el fabricante de Adele, Paul Epworth; el fabricante de Kings of Leon, Ethan Johns; el productor del gran disco Back to Black, de Amy Winehouse, Mark Ronson, y la garantía Beatle renovada: Giles Martin, el hijo del genio que construyó el sonido moderno de The Beatles, Georges Martin.

Las claves: a sus 71 años, Paul McCartney reflexiona seriamente y llega a conclusiones válidas: no solamente extraña a John Lennon: lo necesita. ¿Pruebas? Este su nuevo disco está preñado de monólogos, de preguntas sin respuesta. Es evidente que le hace falta un interlocutor, SU interlocutor: John Lennon.

¿Más pruebas? La canción Early years es un ejercicio de nostalgia puro y duro: Vestidos de negro de la cabeza a los pies/ con dos guitarras pendientes de nuestras espaldas/ caminaríamos la ciudad/ en busca de alguien que escuche nuestra música/ que solíamos escribir juntos en casa/ Eso nadie me lo puede quitar, aunque lo intenten:/ vivo a través de esos años idos.

Más claves: esa pieza, Años tempranos, contiene un verso que no tiene vuelta de hoja: Muchas veces, demasiadas, tuve que convertir el dolor en risas, justo para no perder la razón.

En las letras de las primeras canciones de este disco flota una expresión perenne: Sálvame/ alguien quien nos salve. Interesante en un músico dotado de un don divino mediante el cual las melodías se le dan de manera natural, sin pensarlo siquiera; las melodías nacen de manera espontánea y las letras serán lo de menos, como el ejemplo clásico de Scrambled Eggs, Huevos Revueltos, frase que balbuceaba, en el original, en la melodía que anima uno de sus mayores éxitos: Yesterday.

Eso, Yesterday, el gran Mac añora el ayer, no se avergüenza de vivir en el ayer, pero enseguida retorna a lo suyo: al aquí y al ahora, por eso la mayor parte de las piezas de su nuevo disco, New, están pobladas de la alegría que caracterizó a The Beatles y luego a Wings con Linda McCartney.

Early days es, por mucho, la pieza central, clave del disco. Sin juzgar, solamente observando el hecho, hay un par de estrofas donde su voz no llega al agudo y en cambio se quiebra, se marchita, resquebraja. Sin embargo, el aullidito feliz que lo caracteriza puebla el resto del disco, tan bien cuidado por los cuatro productores seleccionados con lupa.

Paul McCartney está en su apogeo, de eso no hay duda. Sus presentaciones en vivo, la prueba máxima para un músico, no cesan; allí, en el escenario, en vivo, se da todos los lujos: de no legar al agudo, de mostrar su voz desnuda, de aullar de placer, de lograr agudos asombrosos, de poner a todos en órbita.

Luego de escuchar durante tres semanas su nuevo disco, resulta evidente el resultado: el derrotero de Paul McCartney en su incansable ejercicio musical, que lo mantiene vivo y vital, se parece mucho al de Mozart: Lo único que quiero con mi música es, simplemente, hacer felices a los demás

¡Larga vida, Paul McCartney!

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