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El Mago

Adiós a Pedro Septién, hacedor de historias

D

ueño de una memoria prodigiosa, hacedor de historias, Pedro Septién Orozco tejió su leyenda dentro del periodismo radiofónico a lo largo de más de 70 años de trabajo concretados, de acuerdo con lo citado en las notas necrológicas, en poco más de 6 mil 500 juegos y 56 Series Mundiales de beisbol narradas.

El apodado Mago –quien falleció la noche del pasado miércoles a los 97 años de edad–, contaba que se inició en la crónica en su natal Querétaro, cuando era veinteañero, en una publicación estudiantil, tras concluir estudios de teneduría de libros en una escuela comercial de su ciudad natal, de cuyo equipo de beisbol formó parte y para que no hubiera duda del hecho solía sacar de su cartera un ajado recorte periodístico con la fotografía de la novena escolar con su cara enmarcada con lápiz azul.

De voz propia para la radiodifusión, El Mago tuvo un dominio de casi todas las disciplinas deportivas, pero en especial sobre el beisbol. Desde 1938, cuando se inició en la crónica, participó en numerosas películas sobre el tema en las cuales, a veces, salía a cuadro practicamente desgañitandose en la narración, como le exigía el script, algo que chocaba con su estilo en las transmisiones, pues ahí le bastaba alzar el tono de su voz de tenor para agregar la dosis dramática requerida para enfatizar la acción.

De figura esbelta y caminar erguido, siempre atildado en el vestir, alardeaba de poseer una amplia colección de trajes que se jactaba de no repetir: ¿cuándo me has visto con un traje igual, chamaco?, decía si se hacía alguna observación sobre su indumentaria. Presuntuoso, señalaba que poseía obras de arte invaluables, como pinturas de Ruano Llopis, y de ser de cuna casi noble, de ahí también su otro sobrenombre, el Marqués de Querétaro, ya que ahí, señalaba, era el propietario de  una soberbia mansión, de toda una manzana: la Casa Rosada. Cualquiera te dice en dónde está, refería en las conversaciones, otra actividad que igualmente dominaba con maestría y se hacía delicioso escuchar sus extendidas anecdotas.

Muchas de las frases que le dieron fama las tomaba de publicaciones estadunidenses y otras más eran de su propia elaboración, como aquella de que en la séptima entrada la gente seguía llegando al inolvidable parque del Seguro Social y, claro, pues en esa entrada se abrían las puertas y quien quisiera pasaba gratis.

El dinero es una entelequia, sostenía, y si acaso era el millonario que decía, lo disfrazaba bien, pues hasta hace unos años se transladaba en Metro de su casa en Zacatenco a los estudios de Televisa, en la estación Balderas.

Su febril imaginación hizo volar la de muchos de sus radioescuchas y una anécdota que se cuenta es que narró una Serie Mundial viéndola por televisión desde un hotel en Nueva York, años después de que, también en el llamado Clásico de Otoño, invitó a Fray Kempis, el cronista de beisbol de Novedades, que bien hablaba inglés, para acompañarlo en una transmisión, pero desde la cabina de la XEQ, en Marroquí 11, en el Centro .Mira fraile, tú te encargas del sonido ambiental y dices, hotdogs, popcorn, cokes, fue la encomienda que le hizo al invitado, en tanto el Mago leía el cable de las agencias noticiosas con la transcripción de las jugadas. En un entreinning, para darle realismo a la transmisión, el Mago se lanzó al ruedo más o menos de esta forma. “Y aquí estamos en el Yankee Stadium junto al dugout de los Mulos de Manhattan con su legendario mánager Casey Stemgel. Hello Mr. Stengel”, a lo que Fray Kempis debería de contestar en inglés, por supuesto, pero para sorpresa general, la respuesta que salió de la tipluda voz de Fernando Campos, que tambien se guisaba aparte, fue “Hola Mago, que tal”, en correcto español.

Y como ésta, el historial del Mago está repleto.