Opinión
Ver día anteriorDomingo 22 de diciembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
¿La Fiesta en paz?

Taurinos españoles ante la crisis

Juan José Padilla y los exquisitos de pose

La confusión de Vito

Foto
Juan José PadillaFoto Tomada de Internet
E

spaña se encuentra al borde de otra crisis, ahora taurina, precisamente por su autocomplacencia, proteccionismo e imprevisión de tantos años para reposicionar su fiesta de toros con respecto al resto de los espectáculos, mientras internacionalmente, desde el pasado siglo, ha preferido repartirse el pastel que los demás países taurinos le ofrecen, a costa del desarrollo de la torería de esos países y por ende con una relativa penetración en el gusto colectivo, con excepción de México.

Esta débil promoción de diestros e ídolos de luces nacionales tanto en Portugal y Francia, como en Ecuador, Perú, Venezuela y Colombia, si bien permitió que empresas y figuras españolas se adueñaran casi en su totalidad del espectáculo, casi canceló la opción de un saludable intercambio internacional de toreros, reduciendo la fiesta en los demás países a ferias y campañas anuales a base de figuras importadas. Grave error, tanto del colonialismo taurino como de los colonizados.

Por ello el pasado viernes el Ministerio de Cultura presentó en Madrid el Plan Estratégico Nacional de Protección y Fomento de la Tauromaquia (Pentauro), detallado documento donde se radiografía el sector, se diagnostican aspectos en los cuales trabajar y se indican programas y medidas para potenciar la tauromaquia desde todas sus vertientes, indicando, además, quiénes deben ser los responsables finales de la implantación de los proyectos que se exponen.

Con el diagnóstico se ha estructurado un plan en cinco ejes, con su correspondiente objetivo general. Cada eje articulado en cuatro programas, que cuentan a su vez con un objetivo concreto y las medidas para llevarlo a cabo. Los ejes y las medidas a adoptar son los siguientes: 1. Calidad del Producto: Programa de capacitación de los profesionales taurinos. Programa de mejora del toro de lidia. Programa de defensa de la autenticidad de la lidia, y Programa de plazas de toros: conservación, rehabilitación y homologación. 2. Competitividad: Programa de mejoras del marco normativo: Nueva ley taurina y nuevo reglamento estatal. Programa de simplificación administrativa y reducción de cargas. Programa de mejoras de aspectos fiscales y Seguridad Social, y Programas de pliegos de contratación.

3. Conocimiento: Programa de cifras oficiales. Programa de modelo de costes. Programa de estadísticas y encuestas taurinas oficiales, y Programa de plataforma digital. 4. Comunicación: Programa Plan Estratégico de Comunicación. Programa de refuerzo institucional de la Comunidad Taurina. Programa Premios de Tauromaquia, y Programa Internalización.

5. Cooperación: Programa reforma de la Comisión Nacional de Asuntos Taurinos, Programa mecanismos de cooperación, Programa de cooperación con terceros países y, finalmente, Programa impulso de creación de instituciones representativas de los sectores taurinos. Como puede verse, sin la intervención directa, informada y comprometida del gobierno como coordinador de voluntades, es inútil pretender que el blindaje de la tauromaquia tenga sentido. Lo bueno es que por fin mencionan la cooperación con terceros países. Falta ver cómo la aplican.

Por cierto, en España a los toreros que pierden un ojo a causa de una cornada se les multiplican las corridas; en México los mandan a su casa, a estudiar, a vender seguros o al carajo. Cuestión de visión, diría el oso ripioso. También se dice que se es mejor aficionado en la medida en que caben más estilos de torear en la cabeza, es decir, un pluralismo de apreciación y valoración objetiva más que de gustos subjetivos y condicionados por una formación taurina o por falta de ésta. Por ello me divierten esos aficionados como exquisitos que levantan la ceja o de plano se rasgan las vestiduras con la tauromaquia basta y macha, por ejemplo, del diestro jerezano Juan José Padilla, empeñado no sólo en seguir toreando después de perder el ojo izquierdo, sino en ofrecer al gran público, más que a los conocedores, su honesta actitud y diversas aptitudes en los tres tercios, en todas las plazas y ante todos los toros. Es lo que llamo la estética de la ética y que cada vez menos toreros apuestan por ella, sabedores de que la congruencia con los principios ya no está de moda. Se hacen bolas porque quieren: toreros como Juan José Padilla honran el oficio de torear; los ventajistas finos, lo degradan.

Hace unos días saludé al prestigiado crítico taurino venezolano Víctor José López El Vito y le propuse platicar sobre la visión bolivariana de la fiesta de toros, pero amoscado me contestó: “No hombre, si Chávez no entendía nada de…”, por lo que lo interrumpí para aclararle: “No Vito, yo hablaba del libertador Simón Bolívar y su sueño de unión entre nuestros colonizados países”. En cualquier caso la charla nunca se concretó, como tampoco la utópica idea de un mercado común taurino latinoamericano.