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Bellas Artes: Tibol festejada
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l 11 de diciembre, a las 5 de la tarde, se inició un panel no de ponencias o de presentaciones, sino de intervenciones libres, como celebración a Raquel Tibol, quien cumplió en plena actividad 90 años, lo que como ella misma ha aseverado, no es cualquier cosa. Esta vez no optó por confrontar, sino afrontar con excelente humor a un público, admirador de su persona y de su obra, pero no necesariamente gremial.

Presidió con elegancia y mesura la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), María Cristina García Cepeda (Maraki), flanqueada por el actual director del Palacio de Bellas Artes, Miguel Fernández Félix, quien es un perenne venerador de Raquel y en vecindad con otros directores de museos del INBA, Sylvia Navarrete, Magdalena Zavala, quien fue una de las iniciales gestoras de este festejo, Agustín Arteaga, director del Museo Nacional de Arte, y Luis Rius Caso, entre otros.

El pulso predominante fue entusiasta, emotivo, hasta ruidoso; los aplausos impedían iniciar la sesión, antecedida por la ejecución de dos piezas para cello que fueron muy gustadas y agradecidas por la festejada. A continuación siguió la intervención de Renato González Mello, en calidad de director del Instituto de Investigacioneds Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, pero también de antiguo conocedor vinculado a Raquel incluso a través de una exposición que fue muy sonada por bien coordinada, misma que tuvo lugar en Trespicos en torno a El nacimiento del fascismo, cuya deuda iconográfica con La balsa de la Medusa, de Gericault, es indudable. Acaba de salir la publicación que la recoge y Raquel atendió a la presentación, pero recomendando jocosamente que se vuelva a escribir.

González Mello apuntó algo fundamental. Tiene que ver con el gusto y la proclividad de Raquel a la polémica, la discusión, el disentimiento. Textualmente dijo que Raquel es generosa con quienes discrepan de ella y así es, aunque no siempre ni en todas las ocasiones, pues ella puede enojarse muchísimo existan o no discrepancias.

No se mencionó el recuerdo de la famosísima y legendaria cachetada a Siqueiros, pero Armando Ponce la recogió óptimamente en un escrito de 1992. Como ese hecho es muy físico, y como alguien se ha equivocado al consignarlo, lo rememoro aquí. Fue con motivo del primer Congreso Nacional de Artistas Plásticos en 1972. Siqueiros había hablado durante casi una hora, evocando como algo idílico la relación entre los artistas politizados y el Estado. Distaron de ser así las cosas. Raquel lo interpeló mencionando la frase que David había borrado de cierto mural. Diego, recordemos que ante el agravamiento de su enfermedad borró religiosamente la frase de El Nigromante del mural del Hotel del Prado, así que Siqueiros, quien regaló un Cristo al Vaticano, tiene este famosísimo hecho antecesor, pero como el Coronelazo ignoró en el congreso la interpelación de quien le había dedicado decenas de artículos, al final de la sesión Tibol le espetó: Vengo a invitarte al coctel de despedida que haré el día en que me echen de tu país. Para entonces tenía mucho tiempo de haberse naturalizado mexicana, así que no cabía denominarla argentina y creo que eso fue lo que en mayor medida la encendió, de tal modo que fue entonces, que medio descontrolada, le propiné la más fuerte cachetada que haya dado yo en mi vida. Lo que quiere decir que ha propinado otras cachetadas, pero no con igual intensidad.

González Mello asentó que alguien que escribe semanalmente, deja una huella. Pudiera ser, sobre todo si tiene lectores, cosa que permite la perdurabilidad por parte del organismo que publica, como ha sucedido por décadas en las páginas de Proceso, donde Tibol sigue presente con frecuencia a través de ensayos y artículos más largos que los que supone el espacio fijo.

Mi participación escrita que no leí, fue una consideración sobre Confrontaciones, que es uno de mis libros predilectos y también parece serlo de Armando Ponce, quien rescató un pasaje poco conocido, reseñado por él mismo, sobre las diatribas sucedidas décadas ha.

Confrontaciones se inicia con un acotado y divertidísimo reportaje sobre el Salón ESSO que tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno a principios de 1965 cuando era director del INBA el inolvidable escritor José Luis Martínez.

Ese texto, a mi juicio, se continúa en otro, redactado no de un tirón, sino a partir de arduas y controvertidas sesiones a las que convocó el también muy recordado poeta y promotor Jorge Hernández Campos, ese lapso de discusiones redundaron en Confrontación 66 para las nuevas generaciones, acontecimiento que careció del catálogo correspondiente. Los dos textos en conjunto hacen un tema histórico excelente y ojalá den lugar a una republicación, pues no es fácil que los actuales aspirantes a historiadores se topen con ellos.

Como todos esperábamos, Raquel tomó la palabra un buen rato, con su habitual agilidad, para contento de su familia, a quien presentó públicamente, y de sus numerosos espectadores. Un auténtico festejo.