Un memorial del despojo:
Los olvidados de siempre
rarámuri y odami de Chihuahua


Bautista Oliva, encargado de la fiesta de Semana Santa en  Norogachi, el general Cornelio López y el gobernador tradicional José Antonio Sandoval, abril del 2006. Foto: José Carlo González/ LA JORNADA

En la sierra Tarahumara no sólo hay hambre y frío este invierno. El problema de fondo, como en el resto de los territorios indios de México, es el despojo, la falta de reconocimiento de ejidos y comunidades por parte de particulares, la invasión de proyectos turísticos, los empalmes de linderos, la tala de árboles para la siembra de estupefacientes, las amenazas de muerte contra quienes se oponen a quienes les arrebatan su tierra y cultura.

De los problemas actuales que enfrentan los pueblos rarámuri y odami (se les llama tarahumaras y tepehuanes del norte, respectivamente) hablaron sus representantes y gobernadores con Ojarasca durante el Foro Pueblos Originarios de la Sierra Tarahumara en Defensa de los Territorios en la ciudad de Chihuahua. Aquí sus testimonios de agravios, de propia voz:

COLORADAS DE LA VIRGEN

Alfonso Molina Carrillo: El problema más grande de Coloradas, una comunidad indígena de muy antes, es que tenemos un conflicto sobre el bosque. Nos lo talaron otras personas, que son de afuera. La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) les dio el permiso. No tengo idea de cuántas hectáreas exactamente talaron, pero sé que son más de veinte. Somos como 800 comuneros, y parte de los ejidatarios viven afuera. Son como 40, puros mestizos. Todo lo que es el ejido son como 22 hectáreas. La comunidad donde nosotros vivimos son otras 42 hectáreas.

Los que hacen la tala son mestizos, una familia que tiene años que vive por ahí, los Fontis. Lo hacen porque el mismo gobierno, la Procuraduría Agraria y Semarnat les dieron permiso. Aparte, en 1992 ellos pasaron sobre nuestro derecho, y la Procuraduría Agraria los hizo ejidatarios. Talan dentro del pueblo, pero ellos ni siquiera viven allá. Viven en Cuauhtémoc, en Chihuahua, y en otros lados. Lo que nos perjudica es que nos acaba todo el bosque. Nosotros cuidamos que no se acabe porque el agua se seca, se acaba todo lo silvestre, animales, el pasto, las medicinas tradicionales.

Nos pusimos de acuerdo toda la raza indígena. Acordamos con todos los compañeros, los gobernadores y la autoridad tradicional, y pusimos una demanda contra la Procuraduría Agraria y Semarnat en 2002 o 2003. Ahorita ya tenemos más de diez años con eso. Metimos la demanda y un amparo para que detuvieran la tala. Hasta la fecha nos hicieron caso, van dos años que no talan, pero estamos esperando una sentencia que esperamos que salga bien.

Adelina Fuentes Medina: Los árboles que se llevan son pino y encino. Salían 130 camiones en el día y 130 en la noche, a veces se quebraban y quedaban ahí parqueados, todos cargados de madera. Del bosque sacamos las plantas medicinales: usamos el matarique, el chuchupate, la babisa, la contrahierba, el orolobo, el estafiate. Sirven para dolor de estómago y de cabeza. Termina la semilla, tumban todo el bosque y el agua se retira. Y por tumbar árboles en la sierra, las ciudades se ahogan.

Lo que queremos es que no sigan talando. Ahorita está calmado, pero queremos que ya el gobierno ponga atención a lo que pedimos, que dejen de acarrear ajeno.

HUETOSACHI

María Monarca Lázaro (gobernadora indígena de la comunidad): Habemos ahí pocas personas, la comunidad no es grande. Llevo cuatro años en el cargo de gobernadora. Tenemos problema sobre el territorio porque quiere quitarnos de ahí Federico Díaz. Él tiene acaparado terreno, no sé qué es lo que quiere. Hablamos de un predio chico de 460 hectáreas. La comunidad lo que reclama son como 250 hectáreas. Quieren arrebatarnos todo.

Federico Díaz es un hombre de mucho dinero y muy poderoso. Tiene negocio de hoteles, de campos de golf, de desarrollos urbanos. Quieren hacer un desarrollo turístico porque es un lugar estratégico: el área del Divisadero, la segunda más importante después de Creel. Es donde el gobierno del estado compró una reserva territorial proyectada para hacer desarrollos urbanos. Esta franjita la tienen ellos con título de propiedad. Ahorita el caso está en el Tribunal.

En mi pueblo, algunos trabajan vendiendo artesanía, otros tienen huertas de manzanas y terrenos para sembrar maíz, frijol y otros alimentos. Desde 2007, nos dimos cuenta que se estaba pagando a las personas para que salieran de vivir de ahí. Nadie salió. Nos organizamos, llevamos periodistas y así fue como se avanzó en las reuniones, todos juntos. Hicimos demandas y marchas en Chihuahua, como tres veces.  Fuimos a Chínipa, donde está el expediente, para verlo. Estamos en espera, los abogados son los que saben cómo está.

El Fideicomiso Barrancas del Cobre es por el turismo. Van a acaparar terreno, sin consultar a las comunidades, porque saben que va a estar bueno. Antes nos afectó mucho, aunque ahora está más calmado. Antes amenazaban con sacar a la gente de las comunidades. Había personas que asustaban a las comunidades, les decían que si no se retiraban, las iban a matar. Eso fue desde 1997 para acá, hasta hace unos dos o tres años.

Sí nos afecta porque ellos son los que van a hacer la construcción sin tomar en cuenta a los que viven ahí. Según dicen van a hacer un golf y un drenaje, y todas las descargas van a llegar a Huetosachi. La comunidad tiene aguajes cerca de donde quieren poner las descargas residuales, de donde tomamos agua.

“Nos están robando todo lo que tenemos, nos están vendiendo, las costumbres, los bailes, la carrera de bola. Nos sacan a hacerlo enfrente de los turismos. Antes no era así, era muy reservado, para puros indígenas. Estaría bueno que fuera como antes. Ahora nos estamos mal acostumbrando, los jóvenes se quieren dedicar a bailar y ganar con el turismo”

Las artesanías que hacemos son wares, collares, pulseras, guantes para agarrar las cosas calientes, violines, bolas de madera para correr. Las tradiciones que conserva la comunidad son bailes de pascola y yúmare, y correr bolas —duran una noche y hasta mediodía, empezando desde las cinco. Tienen que dar 20 o 30 vueltas a los 4 kilómetros.

Con estos proyectos ya se pierde todo, la gente llega y ya no lo dejan hacer bien el trabajo. Desaparecen los rarámuri.

Nos están robando todo lo que tenemos, nos están vendiendo, las costumbres, los bailes, la carrera de bola. Nos sacan a hacerlo enfrente de los turismos. Antes no era así, era muy reservado, para puros indígenas. Estaría bueno que fuera como antes. Ahora nos estamos mal acostumbrando, los jóvenes se quieren dedicar a bailar y ganar con el turismo.

MOGOTAVO

Manuel Miguel Cruz Moreno (primer gobernador): El problema más fuerte que hay aquí es el del Fideicomiso Barrancas del Cobre, que tiene muchos proyectos construidos. Se llevan a cabo obras, a veces sacan materiales de la comunidad y eso nos afecta. No nos preguntan, no nos consultan, ¿para qué sirven esas cosas? Deberían preguntarle al gobernador tradicional para que haya un mecanismo para consultar con todo el pueblo.

Empezó la lucha a finales de los años setentas, porque nos prohibieron hacer muchas cosas, como levantar casas y utilizar nuestros recursos, porque las hijas de un señor que se dice dueño, Efraín Sandoval, ahora dicen que son dueñas de esas tierras. Ese es el gran problema que tenemos, que no nos consideran dueños de las tierras en las que vivimos desde hace mucho.

Miguel Manuel Parra: En 1984 le dieron el título a Ivonne Sandoval como dueña de una parte del Divisadero de las barrancas, la Mesa de la Barranca. Cuando nuestros padres pidieron el reconocimiento como ejido, no se los dieron, y reconocieron a otra gente que nunca vivió ahí. Nos despojaron de nuestras tierras y nos amenazaron. La señora traía pistola al cinto, amenazando siempre, tumbaba casas. No quería que hiciéramos una escuela, que conseguimos por medio de la lucha y por la cual algunos estudiamos un poquito.

Ivonne Sandoval es dueña de un hotel que hay sobre la barranca. Cuando se constituyó el Fideicomiso Barran-cas del Cobre en 1997, vendió una buena parte del terreno del que considera que es dueña. En 1999 le titularon otra fracción de los terrenos a su hermana Odile. Ya en el 2008, ella hizo lo mismo, vendió a cinco inversionistas que son muy conocidos aquí, políticos.

Manuel Miguel Cruz: En el pueblo, de puros mayores, son como 80, pero en todo el territorio están viviendo pasaditos de 300. De hectáreas son aproximadamente mil 500. El hotel y lo del turismo tienen apenas como 40 años. Los troncos los traían con caballos percherones. Primero hicieron cabañas muy rústicas, y ahora es algo más construido. El Fideicomiso fue también idea de la señora que tiene el hotel porque se benefició. Lo hizo la Secretaría de Turismo estatal y federal, para poder comercializar el lugar. Empezaron que con la carretera pavimentada en 1997, luego la línea de luz.


Un grupo danzantes en el atrio de la iglesia de Norogachi, después de bailar durante todo el jueves santo en  los festejos de la semana santa Tarahumara. Foto: José Carlo González/ LA JORNADA

El problema empezó porque no nos reconocieron como legítimos dueños de nuestras tierras. Derivado del no reconocimiento pusieron sin nuestro permiso el Fideicomiso. Lo último que sonó es lo del teleférico, que no consideramos necesario, porque el turista que realmente quiere conocer la barranca no va por ver un aparato, sino la naturaleza. Ya los que quieren ese tipo de turismo, pues habrá en otros lugares.

Una de las afectaciones es la contaminación. El hotel vierte sus aguas negras a la barranca, perjudicando a los que vivimos ahí, a los que bajan en temporadas a vivir —porque de muchos de nosotros, el sistema de vida es nómada. Afecta a la fauna y a la vegetación que está abajo del hotel, como los peces que sacamos del río.

Afecta también la imagen de nuestra tierra, que es modificada sin nuestro aval y sin beneficio para nosotros.

Nuestra comunidad está en dos sistemas de propiedad. Una es la propiedad privada de la familia Sandoval, que es de mil 500 hectáreas, y la otra parte es ejido, pero nosotros no somos reconocidos ni como avecindados ni como ejidatarios, solamente vivimos ahí, pero es nuestra tierra. Antes que tener una figura jurídica de tenencia, es territorio indígena tarahumara. Las empresas que compraron una parte del territorio privado —porque esa parte de la mesa está vendida a cinco inversionistas— dieron dos millones 250 mil dólares. Cuando la señora adquirió en la Secretaría de la Reforma Agraria, fue con unos precios muy bajos.

Cuando se hizo el desarrollo turístico cerca de la carretera extrajeron tierra para rellenar donde hicieron el teleférico. Donde está el hotel también tiran basura, a un lado de la vía. Todavía se ven los pedazos de botellas de Tecate y Corona.

Miguel Manuel Parra: Los turistas que van a visitar nunca se acercan más allá de la estación del tren, y piensan que todo está bonito. Si fueran allá encontrarían eso, escondido a 200 metros. Todo está contaminado cerca del hotel y de la estación de tren.

Manuel Miguel Cruz: No nos queremos salir. Somos como árboles, somos raíz de ahí porque ahí nacimos, y de ahí es nuestro tronco común de nuestros abuelos, bisabuelos, nuestros ancestros. Nosotros nacimos ahí, no en un hospital. La placenta de nuestra madre ahí quedó, en una cueva o en una casa, el ombligo que portamos de bebé ahí quedó enterrado, y tenemos los panteones muy antiguos, en donde sacaron el material, en la barranca y donde tiran la basura.

PUERTO MALA NOCHE (ODAMIS)

Manuel Torres Ayala: Hace mucho tiempo que vivimos en Puerto Mala Noche, pero en 1910 llegaron unos gringos a trabajar en unas minas y fue cuando comenzó el problema con los mestizos. El territorio de Mala Noche es de 17 mil 700 hectáreas. Desde hace mucho nosotros vivíamos allí, pero poco a poco los gringos se fueron metiendo para quedarse con las tierras de nuestros abuelos.

Esas minas ya están cerradas. Eran de plata y oro. Mucho antes de 1910 trabajaron las minas, luego las dejaron encargadas a los mestizos. Ellos se quedaron las tierras y las registraron como predio. A nosotros nos engañaron. Nos hicieron firmar y por eso se hizo predio. Ellos se quedaron adentro, no nos consultaron, sólo nos dijeron que firmáramos, y con eso se quedaron nuestra tierra. Esto pasó hace 30 años.

Cuando llegaron los  gringos nada más agarraron donde estaba la mina, pero después de que se fueron nos quitaron 600 hectáreas. Ahorita son 17 mil hectáreas las que nos quitaron. Puerto Mala Noche, Puerto Ríito, Ríito, Indé, Santa Tolita y Puerto de Ánimas son parte también, todos esos estamos agrupados. Mala Noche es como un rancho cabecera. Se juntaron varios que quedaron dentro de ese predio y del ejido, pero en realidad Mala Noche es una parte y tiene todos esos ranchitos alrededor. Son 90 viviendas en total.

Desde 1980 empezó la tala de madera, y hace cuatro años se paró. De todas las rancherías sacaron madera de los pinos más grandes. Hace cuatro años pedimos que se detuviera la extracción comercial de pinos, porque tanto en el ejido Nopalera como en el predio empezaron a sacar la madera. Ya lo detuvimos, y se metió una demanda de prescripción positiva en el juzgado civil de Guadalupe y Calvo. No queremos que haya tala porque los aguajes se están secando de tanta madera que han sacado. Y si se suelta algún cigarro y prende, batalla uno para apagar la lumbre porque con las ramas que tumban del pino, agarra bien recio.

Ya no queda nada, el pino grande se seca, y cuando vienen las aguas queda puro cascajo. Desde ahí hasta el agostadero ya no queda nada, y cuál beneficio deja la lumbre. Hasta la yerba medicinal se nos acaba. Eso peleamos.

Nosotros sembramos maíz, frijol, papa; antes trigo, pero ahora ya no llueve y no se da. Antes llovía bien todos los años, ahora necesita riego pero ya no hay agua, puros aguajitos que ya se están secando. Ya no hay venados, cóconos tampoco. Ardillas hay una que otra.

Entrevistas: Adazahira Chávez y Gloria Muñoz Ramírez