Las mujeres en las luchas populares
de América y el mundo:
entrevista con silvia federici
Gloria Muñoz Ramírez
Silvia Federici, feminista y activista italiana, acompañante de procesos comunitarios en diferentes lugares del mundo, se vio obligada a suspender un encuentro con la comunidad de Paquí, Totonicapán, en Guatemala, debido a las amenazas de muerte contra dos de las organizadoras del evento, Jovita y Gladys Tzul, y por el clima de persecución que priva en el país centroamericano. Tal es el contexto de la siguiente entrevista con la practicante de un feminismo popular que lucha por la defensa de lo común.
–¿Por qué resultó tan “peligroso” para las élites locales, el anuncio de tu encuentro con la comunidad de Totonicapán, Guatemala?
Porque yo creo que ante todo la lucha por la defensa de la tierra comunal es una de las más importantes en el mundo. Si la perdemos, perdemos todo, porque hay un esfuerzo enorme y global de las compañías mineras, del agronegocio, del capital internacional, de compañías financieras como el Banco Mundial, para terminar con cualquier forma de propiedad y manejo comunal de la tierra, y sobre todo están determinados a controlar toda la riqueza natural, porque en esta medida pueden imponer los ritmos de explotación que necesitan.
El encuentro en Totonicapán resultó peligroso para ellos porque hoy las mujeres están al frente de esta lucha. Y esto se mira en cualquier parte, en África, Europa, América Latina, Estados Unidos. Las mujeres están al frente porque son las que más se responsabilizan de la reproducción familiar y comunitaria. Tienen un interés directo. Siempre han tenido una relación muy pequeña con el dinero y el ingreso monetario. La posibilidad de acceso a la tierra y los bosques es alimento fundamental para la reproducción.
En este momento las luchas de las mujeres son por su comunidad, por el uso no comercial de la tierra, por una economía de subsistencia que no tiene como fin el mercado, por la creación de un espacio autónomo no sometido al mercado o al Estado en el que se crea el embrión de la nueva sociedad. En el éxito de este tipo de luchas se juega nuestra posibilidad de futuro.
–¿Podrías extenderte en los riesgos para el capitalismo que ellas representan?
Es parte central de mi trabajo demostrar que en toda la historia del capitalismo, ha sido extremadamente importante para el capital apropiarse del cuerpo y el trabajo de la mujer; el trabajo no pagado, de reproducción social, de producción de la vida, de la capacidad de trabajar, ha sido el fundamento de toda la organización del trabajo capitalista. Y por la misma razón, la lucha contra las condiciones de este trabajo ha sido el fundamento de toda lucha política, económica y social.
–¿Qué lugar ocupa la mujer indígena, tan invisible y tan presente siempre?
Son las luchas de las mujeres indígenas las que nos han demostrado de manera más clara la importancia de las mujeres en el trabajo de reproducción, no sólo en el trabajo doméstico directo, sino también en los cultivos de los campos, en la reproducción de los bosques, de las selvas, de las tierras.
En este sentido, la mujer indígena amplió el discurso del movimiento feminista, que estaba sobre la reproducción, pero en una manera muy limitada. Amplió este discurso incluyendo la reproducción de la tierra, que no es solamente económica, sino cultural. Porque la tierra es donde tus muertos son sepultados, y ahí está el tejido de tu historia. Cuando te toman la tierra, te roban tu historia, tu cultura, tu espíritu.
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Los hombres tienden a la negociación. Es toda una historia de su posición social en el capitalismo. Están más listos para ver a la economía de mercado como una opción. Las mujeres han sido excluidas, y al mismo tiempo han reconocido la importancia de las riquezas naturales. En muchas partes del mundo, las mujeres son las que se oponen con más determinación a la venta de los árboles, de los animales, porque piensan que esto significa seguridad para el futuro, no el dinero.
Las mujeres no negocian porque saben que la negociación es una derrota.
–No siempre el feminismo “occidental” ha entendido a las indígenas.
Hay un feminismo liberal, muchas veces compatible con la agenda neoliberal. Un feminismo que con respecto a la lucha por la tierra se pone en la posición de que las mujeres también pueden tener título de propiedad cuando la tierra se privatice. Eso parece una cosa buena y lógica, pero no es así de simple. El reparto individual de las tierras comunitarias es el vehículo más rápido para la pérdida de la tierra, porque ahora ningún campesino controla los precios de la cosecha, y hay muchos factores que determinan lo que pasa en el campo.
Este tipo de política, que muchas feministas han promovido en Uganda y Tanzania, ha sido muy neoliberal. Apoya y promueve la privatización de la tierra. Ahora hay un feminismo institucional que promueve una agenda feminista muy domesticada, donde “igualdad” es el acceso igual a la propiedad. ¿Cuántas mujeres pueden comprar en verdad en la tienda? ¿Cuántas tienen dinero, un poder social suficiente para aprovechar la propiedad?
Yo vengo de un feminismo popular, que así se llama en América del sur, e incluye el tipo de práctica feminista que no se autodefine así, porque es una práctica de construcción de un nuevo tipo de sociedad, de defensa y producción de lo común, de relaciones solidarias, de producción de una sociedad no competitiva, de cooperación, donde la gente tiene control sobre su propia vida, su comida.
Para mí el feminismo significa una lucha que primeramente revaloriza la actividad de reproducción, que el capitalismo desvaloriza sistemática y estructuralmente, y sobre eso construye todo un sistema de explotación del trabajo. En la raíz de la explotación del trabajo asalariado están la desvalorización del trabajo de reproducción y de los sujetos primarios de este trabajo, que históricamente en la sociedad capitalista han sido las mujeres. Las luchas para la revalorización, el control, la autonomización del proceso de reproducción y del mercado es una condición esencial para crear una sociedad alternativa, sin explotación, jerarquías, ni desigualdades.
Eso, para mí, es el feminismo.