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México SA

La Bicentenario no muere

Sólo cambio de dueños

Privatización de vodevil

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El pasado febrero, trabajadores que participan en la edificación de la refinería Bicentenario en Hidalgo, hicieron un paro en protesta porque la empresa contratista los obliga a trabajar jornadas de 12 horas en condiciones insalubres y sin servicio médicoFoto Armando Cruz
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orre la nada descabellada versión de que sería cancelado el plan de construir la refinería Bicentenario, en Tula, Hidalgo. Y tal especie se basa en que Petróleos Mexicanos no la incluyó en su plan de negocios para los próximos cinco años, es decir, en el sexenio de Enrique Peña Nieto, cuando en el programa original el compromiso gubernamental fue que entraría en funcionamiento a finales de 2015. Sin embargo, de acuerdo con la agencia informativa Reuters, un vocero de la paraestatal dijo el sábado pasado que el plan no ha sido cancelado oficialmente.

Lo cierto es que una y otra versiones no son contradictorias ni se pelean entre sí, porque ambas embonan perfectamente en los planes modernizadores de Enrique Peña Nieto y privatizadores que lo acompañan. Muestra de ello es el anuncio (17 de octubre pasado) del secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, en el sentido de que la construcción de la refinería Bicentenario estará supeditada a la aprobación de la reforma energética, es decir, al grado de privatización que logren concretar con dicha reforma.

La fórmula mágica es simple: el gobierno peñanietista saca las manos del proyecto y no construye la Bicentenario, pero tampoco cancela el plan, porque simplemente lo entrega al capital privado para que sea éste el encargado de todo el numerito: desde la construcción hasta la puesta en operación, sin olvidar la parte más importante, es decir, el jugoso negocio que le representaría a los grandes corporativos nacionales y a las trasnacionales que se quedarían con esta gruesa rebanada de la industria petrolera (aún nacional).

La corta historia de la telenovela Bicentenario (la primera refinería a construirse en territorio mexicano desde 1979) ha sido un verdadero vodevil. El 18 de marzo de 2008 Felipe Calderón se sacó de la manga lo siguiente: dada la creciente dependencia de la importación de petrolíferos, he girado instrucciones a la Secretaría de Energía y al director general de Pemex para que, sin dilación, inicien los estudios y analicen la factibilidad técnica, financiera y logística que nos permita construir una nueva refinería en el territorio nacional. Esta es una buena manera de celebrar el 70 aniversario de la expropiación petrolera.

Pasaron los meses y nada sucedió. El 8 de octubre de ese mismo año el gobierno finalmente reconoció la existencia de la crisis, y Calderón anunció una plan anti cíclico que incluía –como novedad lo anunció– la construcción de una refinería. Después de este segundo anuncio, el susodicho lo repitió tres veces adicionales (también como si fuera algo nuevo), pero el tiempo siguió su curso y cero resultados; se hicieron bolas con los terrenos (donados, deuda de por medio, por, en ese tiempo, el gobernador de Hidalgo, hoy secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong); Jesús Reyes Heroles fue expulsado del paraíso (de la dirección general de Pemex) y Georgina Kessel dejó la Secretaría de Energía para irse a Banobras; se presumió el uso de 10 mil millones de dólares para la construcción de tal refinería, y en los hechos, a estas alturas y con mínima inversión, sólo han concluido la barda perimetral del proyecto, de tal forma que algunos modificaron el nombre del proyecto por el refinería Tricentenario.

De hecho, en agosto de 2009, con Jesús Reyes Heroles González en la dirección general de la paraestatal, Petróleos Mexicanos informó que para el caso de la refinería Bicentenario se publicarán las bases de la licitación para la ingeniería, procura y construcción a finales de 2010, con la finalidad de iniciar las obras a principios de 2011. Siete meses después, en marzo de 2010, con José Suárez Coppel despachando en la oficina principal de la paraestatal, la propia dependencia informó que “a más tardar en abril de 2011 comenzará la obra de la refinería Bicentenario… mientras inicia el proceso de construcción, se dará paso a la ingeniería básica, que tardará en promedio de ocho a 10 meses… con la nueva ley de Pemex pueden optimizarse los tiempos para reducir el tiempo de construcción”. El propio Calderón (18 de marzo de 2010) aseguró que todo está listo para iniciar la construcción de la refinería Bicentenario en Hidalgo.

En conferencia de prensa celebrada el 23 de junio de 2010, la entonces secretaria de Energía, Georgina Kessel, aseguró que no hay retrasos ni está en duda la construcción de la refinería Bicentenario; sólo algunos ajustes en el calendario, y a su diestra el ya fallecido Alonso Lujambio –a la sazón titular de la SEP– se retorcía ante los medios de comunicación, porque, decía, no se vale poner en duda la palabra del Ejecutivo. Por show no pararon, pero en los hechos nada de nada.

El de la Bicentenario fue uno de los escasísimos proyectos del calderonato elogiados por propios y extraños, pero como todos los anunciados por ese personaje no trascendió el discurso, y Enrique Peña Nieto recibió un costal lleno de ellos. Y el pragmático nuevo gobierno, cinco años después del anuncio original, se pronuncia a favor del capital privado para que sea el encargado de llenar los huecos en materia de refinación. Antes le pagaban a las trasnacionales por la importación de petrolíferos, y ahora el brillante plan es mantener los pagos y la dependencia a los mismos, pero en casa.

Un lustro después del anuncio original, todo pinta para que la Bicentenario sea una de las obras más acabadas del neoliberalismo a la mexicana: para celebrar y confirmar dos siglos de independencia nacional, la emblemática refinería sería extranjera, porque Pemex no la incluyó en su plan sexenal de negocios pero, como producto de la reforma modernizadora, si entregaría el proyecto al capital privado. Así, México ya no tendría que importar la dependencia: la tendría en casa.

Y ante este panorama, el primero que debería quejarse es Miguel Angel Osorio Chong, pues en funciones como gobernador de Hidalgo fue quien endeudó al estado con mil 500 millones de pesos para la compra de los terrenos que cedería a Pemex, a cambio de la promesa del gobierno calderonista de generar miles y miles de empleos formales y permanentes para los hidalguenses, a quienes, ahora se sabe, sólo les dejaron el voluminoso endeudamiento.

Las rebanadas del pastel

Preparaos, mexicanos pagadores y sumisos, que en 2014 no sólo les caerá la nueva cascada de impuestos, sino que a la tradicional cuesta de enero deberán sufrir, de pilón, los nada suaves efectos inflacionarios derivados de la reforma fiscal.

Twitter: @cafevega