19 de octubre de 2013     Número 73

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

La Construcción de la
Soberanía Alimentaria

Verónica Valdez y Viridiana Jiménez

En Ecuador, el debate en torno a la soberanía alimentaria puede ubicarse en dos posiciones: la que asume el actual gobierno enmarcado en el Plan Nacional del Buen Vivir, y las estrategias de sobrevivencia que se sustentan en la vida cotidiana el pueblo.

La soberanía alimentaria desde arriba. Por un lado, el Estado ecuatoriano realiza una importante inversión pública en varios programas de alimentación, nutrición y asistencia alimentaria para que las poblaciones más vulnerables tengan garantizada su alimentación. Por ejemplo, el Ministerio de Salud Pública ha impulsado la Estrategia Nacional de Nutrición que tiene entre sus tareas proporcionar incentivos monetarios y brindar servicios de salud; por su parte, el Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca (MAGAP) impulsa el crecimiento sostenible de la producción y la productividad, apoyando principalmente a los pequeños y medianos productores.

La soberanía alimentaria desde abajo. Del otro lado, se encuentran los pueblos andinos y amazónicos que desde sus territorios ofrecen diversidad de visiones sobre lo que para ellos es la soberanía alimentaria.

En la comunidad de San Ignacio, la soberanía alimentaria implica la necesidad de recuperar semillas, hortalizas y animales endémicos de los Andes para hacer frente a las iniciativas empresariales como las semillas transgénicas. Asimismo, la agricultura como una forma de ejecutar esa soberanía significa una práctica que trasciende a formas de producir y reproducir su vida, así como territorializar viejos y nuevos conocimientos.

En la experiencia de las familias campesinas de la región de Río Íntag, así como de Imbabura, existe el interés de mantener una diversificación de cultivos para asegurar una soberanía alimentaria, al tiempo que este tipo de arreglo de agroecosistemas se vuelve menos vulnerable a las inclemencias climáticas y de plagas, dando como resultado la conservación de la biodiversidad (aún con el predominio de un solo cultivo). Las chacras ecuatorianas (los símiles de las milpas mexicanas) son eso, una producción de diversidad, que hoy en día sorprendentemente también están sirviendo como una forma de resistencia social ante megaproyectos.

La soberanía alimentaria en construcción. En el andar por los caminos ecuatorianos, se pueden mirar multiplicidad de opciones que buscan una soberanía alimentaria, algunas propuestas con puntos de encuentro y otras de desencuentro.

Es importante destacar que la soberanía alimentaria se ha posicionado como un tema relevante en la agenda política y social de Ecuador, principalmente por las luchas y exigencias del movimiento campesino-indígena, cuyas demandas no sólo expresan su derecho para producir lo que necesitan y quieren consumir, sino también muestran alternativas distintas al desarrollo actual o, mejor dicho, al Plan Nacional del Buen Vivir, que para algunos actores locales no está satisfaciendo del todo sus necesidades de lo que para ellos significa el Buen Vivir.


Kallari: una cooperativa
con visión de empresa social

Adelina González Marín y Marcela Orraca

Mujeres y hombres de la Amazonía ecuatoriana están a cargo de este proyecto integral de producción de chocolate orgánico de primera calidad para la exportación, con materias primas e insumos locales. La Asociación Kallari está conformada por 850 familias de 21 organizaciones campesinas, y vende alrededor de 15 millones de dólares cada año.

Innovación tecnológica, proceso de producción de calidad integral que cuida desde el precio competitivo para las familias productoras de cacao hasta el diseño del empaque que se exportará principalmente a Europa, pasando por la ética en la publicidad del producto.

Las y los kichwas presumen al grupo de visitantes que han aceptado la propuesta de la Coca-Cola de colocar el chocolate en sus redes de distribución a cambio de imprimir el logo de la trasnacional en el empaque. Y esto no implica el aislamiento: en Kallari son expertos en aprovechar redes internacionales para encontrar nichos en el mercado y trabajar con voluntarios de todas partes del mundo.

Kallari quiere decir principio, comienzo. Surge ante las dificultades económicas que enfrentan las familias campesinas, particularmente los intermediarios que acaparan las utilidades. Pero también nace como un esfuerzo por revalorar el campo y la agricultura. “Soñamos con un cambio de mentalidad en los jóvenes, lograr que se enamoren del cacao, que se enamoren de la tierra,” explica Carlos Pozo, coordinador general.

Mientras uno los escucha, admira las mesas con los chocolates, con los premios internacionales, con la joyería artesanal que aprovecha las semillas y la creatividad local. Nos reciben en una bodega que rentan y de la que se despedirán en cuanto terminen de construir sus propias instalaciones con un crédito otorgado por el gobierno. En el nuevo lugar, además de procesar los productos, ofrecerán hospedaje temático para el turismo social interesado en conocer esta cadena de producción y reproducción social.

Y es que para ellas y ellos, además de mejorar la calidad de vida lo importante es visibilizar a las personas y familias en ese proceso de dignificación de sí mismos, de su ser indígena, de la tierra y territorio que ocupan y del país del que son parte. Quieren mostrar que es posible brindar trabajo digno, aprovechar y desarrollar las capacidades de la gente y usar adecuadamente la tecnología, siempre con un profundo respeto y cuidado de la tierra.

Por eso vamos a la chacra. Ahí en el centro de Ecuador, ahí donde nace la Selva del Amazonas, ahí donde la diversidad no sólo es una riqueza amenazada, sino también defendida y cuidada. Ahí nos recibe una familia completa y nos muestra con cariño sus cultivos bajo técnicas ancestrales de alimentos y hierbas medicinales.

Una empresa social en manos de los cooperativistas, en la que se reconoce el aporte de cada integrante para construir los sueños y para los y las que vienen. No podemos dejar de comprar chocolates y, al disfrutarlos, los colores de la selva, las miradas de nuestros anfitriones, el olor del cacao fermentado y su jugo cuando es fresco, invaden la memoria y nos llenan de esperanza.


El Territorio y la cultura
como patrimonios

Pablo Cruz, Carlos Cañete Ibáñez y Juan Carlos Loza Jurado

Hablar de Ecuador es hablar de una nación con un proyecto diferente en el concierto de las naciones latinoamericanas. En la mitad del mundo hoy se intenta, y se debate, poner en práctica una alternativa muy diferente al “desarrollo” basado sólo en el libre mercado, apertura de las fronteras a empresas trasnacionales, capitales golondrinos y en general en la venta de la vida misma en una mercantilización sin freno, tal como ocurre en la mayor parte de los territorios de Norte, Centro y Sudamérica, con las excepciones sobresalientes de Cuba, Bolivia y Venezuela.

Con la implementación de políticas públicas diferentes a las aplicadas en los países donde el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) tienen asentados sus reales desde hace ya décadas -con imposiciones que facilitan los negocios para la extracción de la riqueza local, del beneficio económico de las oligarquías endémicas, con la destrucción de la naturaleza y con el beneplácito de gobiernos en turno-, en Ecuador hoy se sigue construyendo una utopía, una forma de vida surgida desde las bases campesinas e indígenas principalmente, y de sujetos sociales que apuestan por un modelo diferente al neoliberal.

En mayo de 2013 nos tocó compartir y conocer de cerca las luchas, experiencias y propuestas de trabajo de académicos, estudiantes, líderes y representantes de comunidades campesinas e indígenas que, intentando resumir en el contexto mundial actual, apuestan por la vida y la esperanza en un mejor presente.

Así fue como en pocos días de convivencia nos tocó escuchar de viva voz y acercarnos al Sumak Kawsay o Buen Vivir del Ecuador actual. Una forma o filosofía de vida de los indígenas quechuas, similar a las formas y valores tradicionales de muchas comunidades indígenas de América Latina, y que en este caso ha sido reconocida en la carta constitucional ecuatoriana, donde se reivindica la igualdad y la justicia social (productiva y distributiva); se reconoce y valora a los pueblos, sus culturas, saberes y modos de vida, y se plantea el respeto y equilibrio entre la naturaleza y la satisfacción de las necesidades.

Conocimos las ideas y perspectivas del Buen Vivir en la ciudad con académicos como Alberto Acosta, Francois Houtart y Francisco Hidalgo; con jóvenes radialistas del Churo (Caracol), y aun con los dirigentes de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) y del Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi (MICC). También escuchamos las perspectivas de desarrollo y defensa de la naturaleza en la montaña y zona del Río Íntag de la Asociación Agroartesanal de Caficultores y de los talleres artesanales del Gran Valle, y observamos las experiencias de productores kichwas de cacao orgánico en la Amazonía y su trabajo comunitario de turismo ecológico. Con todo ello, nos resultó esperanzador que una concepción de vida venida de las comunidades originarias tuviera cabida en el mundo actual saturado y gobernado por el afán consumista de depredación social, ambiental y cultural.

Con dicha experiencia en la mitad del mundo, el horizonte de comprensión y reflexión acerca del Buen Vivir se ha ampliado, pues aun en el país que ha reconocido el goce de los derechos como condición del Buen Vivir y el ejercicio de las responsabilidades en el marco de la interculturalidad y de la convivencia armónica con la naturaleza (Constitución de la República del Ecuador, Artículo 275) no se han llevado a cabo del todo ni con la rapidez necesaria las transformaciones que hagan pleno ese Buen Vivir, lo cual ha generado tensiones y contradicciones, sobre todo frente al gobierno, aun entre aquellos sujetos sociales que las promovieron y lucharon por que se reconocieran esos derechos.

Quizá una de las enseñanzas con cada uno de los sujetos sociales que nos compartieron no sólo tiempo sino comida y techo en Ecuador es la capacidad de análisis, reflexión y sobre todo autocrítica para seguir construyendo su Buen Vivir y reconocer que dicha forma de vida no es homogénea, monolítica ni estática; todo lo contrario, es diversa, dinámica y en constante reconfiguración.

Territorio armónico: sistema cultural de la vida andina (Sumakawsay).Los espacios territoriales visitados como el Valle de Tumbaco, Sierra de Imbabura y la Amazonía y los campesinos de Cotopaxi nos mostraron los múltiples rostros que tiene Ecuador en diversidad cultural y de formas de organización campesina y agrícola.

En estas y más regiones que conforman la gran nación andina ecuatoriana la vida se estructura por medio de la relación equilibrada con los entornos naturales, lo que resulta en un sistema de convivencia, reciprocidad y correspondencia entre los seres.

Con la filosofía de vida que los ecuatorianos llaman Sumakawsay han trascendido en el tiempo y actualmente le muestran al mundo que la vida digna e integral es posible siguiendo el camino del respeto, resguardo y conservación de los espacios y territorios que la madre tierra nos ha heredado.

El Sumakawsay es la cultura de la vida, que no compite con el otro para ver quién es mejor, es sabiduría heredada por los antepasados y hoy hermana a los seres vivos dentro de su espacio; sistema de vida humana-natural que resguarda la raíz en la Chakra para que mañana asegure la vida en el Pueblo y dé sentido de futuro a esta y las generaciones que vienen.

El Sumakawsay sin duda es el patrimonio heredado que contribuye a la existencia de los territorios andinos, es el aliento de los seres que cultivan la vida y “ayuda a parir a la madre tierra” que otorga el frejol, la yuca y el ají como alimento para los individuos que colectivamente conservan el territorio y lo reproducen y reconstruyen desde sus creencias, testimonios y prácticas cotidianas.

El sistema cultural de los pueblos ecuatorianos se sustenta en el territorio (cantones y parroquias), que es la demarcación geográfica donde el imaginario social se une y da fuerza de vida a los que ahí habitan, pero también sustenta la carga simbólica que nutre el pensamiento andino como rasgo de identidad y referencia para los otros.

El territorio ecuatoriano porta y transmite un sinnúmero de manifestaciones y significados que dan vida y movilidad como el respeto a la madre tierra y el reconocimiento a la biodiversidad, creando y recreando los elementos culturales que actualmente los identifica en el mundo y articula sustantivamente a los sujetos, preservando el territorio ante cualquier intento de intromisión de algún agente ajeno al sentido de vida armónico, como pueden ser los transgénicos.

Todo lo que vimos y escuchamos en los territorios ecuatorianos responde a la conservación de la memoria histórica construida, desde la salvaguarda de las semillas hasta la conservación de los sistemas de cultivo en la Chakra; así construyen y reproducen su sistema de vida en sus espacios, defendiendo y conservando sus territorios y sistema cultural como vía para heredar un patrimonio biocultural a las próximas generaciones.

Que llegue hasta ese país hermano un enorme agradecimiento por enseñarnos que el territorio se disfruta y se conserva, pero también se defiende y se hereda. Un agradecimiento por mostrarnos que el respeto a la Chakra, a la Madre Tierra y a los pueblos es una vía integral y saludable que en la actualidad promueve la vida digna, es ejemplo para el mundo desde el Ecuador.

Gracias por albergarnos a la Quinceava Generación de la Maestría en Desarrollo Rural de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Un abrazo fraterno.

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