Opinión
Ver día anteriorMiércoles 16 de octubre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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China y el nuevo nacionalismo latinoamericano
O

tro día que pasa cerrado el gobierno de Estados Unidos, atrapado en una demencia imperial tardía que recuerda el episodio del emperador Calígula, de quien se dice que tuvo la intención de nombrar a Incitatus, su caballo favorito, cónsul de Roma. Confiarle las cuentas del gobierno al Tea Party no es menos ­disparate.

Desde la presidencia de Ronald Reagan, el Partido Republicano ha dependido cada vez más de una base religiosa o nacionalista dura, que se rebela contra la ciencia y contra la realidad. Hasta hace poco, el poderío de Estados Unidos era tal que las cúpulas pensaban que podían permitirse el lujo de tapar el sol con un dedo (o a Darwin, la astrofísica, la genética, la ciencia política, o la economía). Hoy ese dedo prodigioso es el tapón que tiene trabado el presupuesto del gobierno, y que amenaza con conducir a la economía estadunidense a una recesión. Ni Incitatus lo hubiera podido hacer peor.

Esta imagen teatral de la descomposición imperial ali­menta una tendencia que se ha ido cimentando en América Latina: la búsqueda de la diversificación de inversiones, que ha implicado una orientación económica a otras potencias, incluidas la Unión Europea, Rusia, India –Canadá y Australia para la minería– y, sobre todo, China, que es ya primer socio comercial de varios países sudamericanos.

Lo interesante, y de algún cuidado, es que esta reorientación viene junto con un exaltado discurso nacionalista. Nicolás Maduro, por ejemplo, no deja de in­crepar al Imperio, mientras cimenta relaciones con un segundo imperio. Hoy día, Venezuela tiene una deuda con China de más de 40 mil millones de dólares, y le exporta 600 mil barriles de petróleo diarios en pago de obligaciones financieras adquiridas. Mientras, la semana pasada, China rebasó a los Estados Unidos como el primer país importador de petroleo en el mundo. Habrá que ver si en años venideros el hermano chino no será igual de imperio para Venezuela que Estados Unidos. Finalmente, siempre un imperio nuevo y alternativo siempre aparece como hermano frente a un imperio antiguo: Francia fue hermana de los insurgentes norteamericanos frente a Inglaterra; Inglaterra fue hermana de las repúblicas hispanoamericanas frente a España, y Estados Unidos fue hermano frente a Europa...

Lo de Venezuela es sólo un ejemplo. Nicaragua ha firmado un contrato de concesión de 50 años para un nuevo canal transoceánico, que traerá una inversión también de 40 mil millones de dólares. Los detalles de la afectación ambiental de este plan –tan parecido en sus términos a los contratos del viejo imperio estadunidense– no se conocen bien. Pero se teme que afecten al lago Nicaragua, que es la principal fuente de agua dulce en el país.

En otro rubro, China es, con Canadá y Australia, uno de los principales inversionistas en la nueva minería en América Latina; está creando fuertísimos conflictos sociales y ambientales –principalmente en Perú, Chile, Argentina, Ecuador, Colombia, Centroamérica y México (para un mapa de conflictos mineros en América Latina). El grado en que la nueva minería afecta a la agricultura, al ambiente y a la vi­da tradicional de pueblos campesinos o indígenas varía, pero el conjunto de la afectación –sus proporciones– es enorme.

Otro rubro: China hoy es grande inversionista en in­fra­estructura en el Caribe. Conocemos el proyecto del Dra­gon Mart en Cancún, un desarrollo de casi 400 hectáreas, que será el centro de comercialización de productos de China segundo del mundo (después de Dubai). El desarrollo incluye zona residencial para más de 700 empleados chinos, que con toda probabilidad (a juzgar por otros ejemplos) ocuparán los puestos más deseables de la empresa: técnicos y administrativos.

A veces, las grandes inversiones chinas vienen acompañadas de regalos, calculados para cimentar la buena voluntad de los políticos locales, o para ayudarles a hacer las relaciones públicas necesarias para realizar grandes concesiones que son, de suyo, impopulares. Así, el gobierno chino regaló un estadio deportivo de 35 millones de dólares en Bahamas; la isla de Antigua recibió de regalo una planta de luz; Barbuda un estadio de críquet… Hoy la Cruz Roja Mexicana recibe también regalos de la república hermana.

El caso más ambivalente respecto del significado del nuevo imperio chino es sin duda el de África, que ha crecido a ritmos acelerados gracias, en buena medida, a las inversiones y mercados chinos (China es la fuente de inversión y el socio comercial más importante de África), pero que también padece importantes conflictos debido justamente a sus políticas de inversión y de colonización.

Una de las peculiaridades de la inversión china (respecto, por ejemplo, de la inversión de la Unión Europea o de Estados Unidos) es que frecuentemente va junto con un movimiento abultado de trabajadores chinos. Por eso la población de chinos en África, que era de casi 100 mil en 1999, hoy supera el millón. En ocasiones estos movimientos de trabajadores han generado conflictos sociales bastante cruentos. En Ghana, por ejemplo, la minería china fue de la mano con la exportación de unos 12 mil mineros en pequeño, independientes, todos de la provincia de Shanglin. Esos mineros consiguieron permisos de terratenientes y de funcionarios menores –en muchos casos mediante mordidas– y entraron luego en conflicto con los campesinos del lugar, y mataron a varios. El gobierno de Ghana acabó por encarcelar como a 170 mineros chinos y procedió a deportarlos. Todo con negociaciones diplomáticas muy delicadas para Ghana, claro.

En entrevistas con fuentes como The Guardian, Al Jazeera, el Financial Times y el New York Times los trabajadores chinos en África se quejan de la forma en que se les critica. Finalmente, dicen, China está haciendo más o menos lo mismo que hizo en su momento Estados Unidos o Europa. No les falta razón. Cada Dragon Mart tiene su Walmart.

El problema está en que la competencia por entregar concesiones a chinos, estadunidenses, europeos o rusos es, al final, un concurso por entregar recursos no renovables y por entregarle el poder sobre la economía a un imperio u otro.

América Latina hoy enfrenta un momento no tan diferente del de México bajo Porfirio Díaz. Don Porfirio, importa recordarlo, era un patriota. Un héroe antimperialista. Trató de ganarle autonomía a México contrarrestando la inversión estadunidense con inversiones de otras potencias (Inglaterra, Alemania, Francia… incluso se consideró Japón). El resultado fue que se terminó por dar demasiadas concesiones, beneficiando a los políticos y a los socios locales de las compañías extranjerass. Para 1910, ya no quedaba gran cosa que entregar.