Opinión
Ver día anteriorJueves 10 de octubre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad Perdida

Manos negras contra ombudsman

La CDHDF, piedra en el zapato

En riesgo su autonomía

L

a renuncia de Luis González Placencia a la posibilidad de continuar al frente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal está a punto de convertirse en escándalo político, por la importancia de los actores que intervinieron para que el ahora ex ombudsman decidiera quedarse fuera de la jugada.

No se trata sólo de la situación de González Placencia o de los diputados del grupo de Marcelo Ebrard que se negaron a darle su voto con argumentos pueriles, sino de otras manos que tejieron el rechazo a la relección de ex presidente de la CDHDF.

En la CDHDF se habla cada vez más fuerte de la injerencia que tuvo o podría haber tenido el líder de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, quien, se asegura, ordenó a los de su partido en la ALDF retirar el apoyo de la fracción a la candidatura de González, que se había acordado con muchas semanas de anterioridad.

Y es que, en la búsqueda de la relección, el entonces ombudsman se reunió con los diputados de todos los partidos con presencia en la ALDF, y luego de presentarles su programa de trabajo y de señalar las ventajas de la continuidad, todos, menos los panistas, acordaron apoyar la relección.

En los últimos días, cuando parecía que habría un nuevo periodo para el presidente de la CDHDF, empezaron los problemas, desde luego los panistas, fieles a su pensamiento, aprovecharon la presencia de los profesores en las calles de la ciudad para revivir su vieja demanda de silenciar las protestas callejeras.

Para ese partido y para algunas de sus rémoras siempre será mejor el estado de sitio que la interrupción del tránsito en el DF. Como han demostrado, prefieren la guerra antes que evitar los problemas que sin resolución se canalizan por la violencia. Pero ellos son así.

De eso se habla, cada vez con menos recato, en la propia comisión. Pero además se cuenta de otro elemento que no ha sido tocado, del cual todos saben que existe pero no se tienen las pruebas contundentes para demostrarlo, y permanece así, en los pasillos de la comisión, en calidad de rumor.

Se trata de la actuación de la otra Comisión de Derechos Humanos, de la nacional, que, se insiste, jugó un papel importante en el proceso de relección. Para los enterados del asunto está claro que a la nacional le pesaba la actuación de la local, que intervenía, según se dice, en asuntos que no eran de su competencia.

El asunto llegó a ser tan serio que se llegó a amenazar a las cabezas de las comisiones estatales si participaban en los trabajos conjuntos que proponía la del DF. Los dos casos más visibles son los de San Luis Potosí y Puebla, que han sido bloqueados por la comisión nacional y por los gobiernos estatales.

Pero ahora lo más preocupante es, sin duda, la posibilidad de que, ante la intervención de los partidos políticos en la elección de un nuevo ombudsman capitalino, la autonomía se pierda y el organismo se vuelva inservible para la defensa de los derechos de los ciudadanos en el Distrito Federal.

Hacer que González Placencia regrese a la comisión es posible y sería, a todas luces, signo de que la partidocracia no se apoderará del ombudsman. Lo contrario será claudicar frente a la presiones de los azules, de los priístas, que requieren pistas para aterrizar su proyecto en el DF, y de la CNDH para entablar complicidades con el poder para convertir la Comisión de Derechos Humanos del DF en un organismo basura. Allá ellos.

De pasadita

Bien por los chuchos. Resulta que se traen una discusión a la altura de sus demandas ideológicas por la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo que el gobierno de la ciudad le encargó a Carlos Navarrete, mejor conocido como El Tariácuri, quien afortunadamente no tarda en renunciar. Los chuchos mayores argumentan que es a esa corriente a la que Miguel Ángel Mancera dio tal posición en su gobierno, mientras Navarrete asegura que fue a él a quien distinguió el mandatario capitalino. Es decir, Navarrete quiere a uno de los suyos en la secretaría y los otros chuchos buscan imponer a otro de su estirpe. Como se puede ver se trata de un jaloneo a la altura de Nueva Izquierda. Miguel Ángel Mancera tiene la palabra.