Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 6 de octubre de 2013 Num: 970

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Sándor Márai
y la justicia

Ricardo Guzmán Wolffer

Antonio Cisneros
cronista

Marco Antonio Campos

Todos presos
o presuntos

Fabrizio Lorusso

Retrato de Rafael
Sánchez Ferlosio

José María Espinasa

Maravillas de
la antimateria

Norma Ávila Jiménez

María Izquierdo,
pasión y melancolía

Germaine Gómez Haro

La poesía salvaje
de María Izquierdo

Argelia Castillo

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Alonso Arreola
@LabAlonso

Ayuda de 12 a 12, ahora por 12

Lo escuchamos desde el camerino, a pocos minutos de que subamos a participar. Está cantando cada vez mejor. Es Monocordio (Fernando Rivera Calderón), creador de buenas canciones y mejores maneras escénicas (hay que verlo en su nuevo espectáculo de cabaret ¡En la Matria!, donde revisa los fracasos de nuestra historia a la luz del cancionero de José José). Son más de las 12 de la noche. Antes de él sonaron Armando Vega Gil, Astrid Hadad, Eugenia León, Regina Orozco, Ely Guerra, Natalia Lafourcade y muchos músicos más.

Del gremio actoral estuvieron “fichando” por bailes Daniel Giménez Cacho, Damián Alcázar, Rodrigo Murray y Ofelia Medina, entre otros. Todos se solidarizaron con los damnificados por las lluvias para dar vida al Festival de 12 a 12, ocurrido en el Museo Nacional de las Culturas Populares de Coyoacán, un espacio emblemático del barrio que, según se anunció ese día, será sede de otras doce réplicas con igual propósito, el último domingo de cada mes. Pensamos que, de lograrse esa continuidad con la fuerza y claridad del primer paso, el plan podría instaurarse por más tiempo, incluso permanentemente.

Día de verbena y alegría (sí, alegría por saberse unidos, esperanzados en pos de un objetivo común), ese 29 de septiembre representó, en Coyoacán al menos, el renacimiento de un activismo necesario que no se queda en el marchar. Si bien salir a las calles es importante para poner límites a gobierno y autoridades, para expresar lo que por otras vías no encuentra eco, debería ser sólo una parte del proyecto de vida que done tiempo y esfuerzo cotidianamente, que no limite su expresión a la banqueta, que apueste por transformar su entorno inmediato. Todo gran plan se integra con los minúsculos engranes de la incidencia inmediata.


Monocordio

En igual sentido, si ya sabemos que somos buenos para reaccionar ante una eventualidad, desde hace tiempo deberíamos estar transformando nuestra incompetencia para prevenir catástrofes (¿evitando las corruptas construcciones en márgenes de ríos, presas y montañas?) y para dar largo aliento a pequeñas acciones altruistas, personales y no en masa, que superen la emoción de un fin de semana (¿asilos, casas hogar, albergues, centros de atención a adictos, hospitales?).

Ello es relevante, creemos, porque acercándonos a algunas asociaciones hemos conocido su compleja subsistencia cuando se generan embudos por emergencia o magnetismo mediático. Numerosas instituciones se quedan sin recursos lo mismo cuando llegan huracanes que cuando se anuncia el Teletón. Ninguna de estas situaciones debería negar la solución de otras urgencias, ni suponer que aportando algo en un solo caso se ha cumplido con la cuota anual de generosidad. No se lo tenemos que decir, lectora, lector dominical: las cosas están tan mal que no bastan ni un relámpago de eufórica bondad, ni un concierto de músicos y actores solidarios, ni una tarde llevando víveres al centro de acopio… nada de eso cambiará las cosas de manera definitiva. Estamos en contingencia perenne.

Así, mientras Televisa da las gracias al pueblo de México “a nombre de todos los medios de comunicación participantes en la campaña Súmate Ya”; mientras políticos, conductoras de televisión y jefes policiales se toman la foto “con el lodo a la cintura”; mientras algunos roban, usufructúan y revenden la ayuda donada en los centros de acopio; otros menos protagónicos, más silenciosos, dan batalla lejos de los reflectores cambiándole la vida a alguien fuera de su círculo familiar; van más allá de la estridencia y el grito, activando al cuerpo en pos de una causa específica, paralela a la queja de su mente serena. Hacen, no dicen.

Haciendo analogías, debemos recordar que la música es un diálogo entre el reposo, la excitación y el clímax. En términos de Armonía Funcional hablamos de los acordes tónicos, subdominantes y dominantes respectivamente. Los primeros dan estabilidad y cordura a un tema, los segundos aportan interés y desarrollo a la vida de la composición, los terceros la llevan al borde para dar sentido, una vez más, al reposo y la reflexión. Es así que no todo puede ser confort, pero tampoco encono eterno, pues se pierden la dinámica, las variedades tímbricas y la tesitura entre quienes comparten la orquesta cotidiana. Hasta en las revueltas y revoluciones más conocidas hubo momentos de calma estratégica para el mejor desarrollo de las ideas. A ello apelamos hoy. Buen domingo. Buenos sonidos. Buena semana.