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Ver día anteriorJueves 26 de septiembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Una recesión en proceso
L

uego de diversas opiniones sobre la situación actual de la economía mexicana la reciente publicación del Banco de México, en la que razona su decisión de política monetaria que redujo su tasa objetivo 25 puntos base dejándola en 3.75 por ciento anual, ha establecido que en el periodo abril-junio del año en curso se haya registrado la primera contracción trimestral desestacionalizada del PIB desde la observada en el segundo trimestre de 2009. La variación porcentual trimestral del PIB en el primer trimestre de 213 fue de 0.0 y en el segundo de -0.7, lo que da cuenta de un semestre con un dato negativo, el primero desde la profunda caída de 2009.

La explicación del Banco de México a esta situación recesiva señala que ha habido una persistente debilidad de la demanda externa, aunada a un desempeño desfavorable de la demanda interna. Por el lado externo, el problema viene desde mediados de 2012 lo que ha provocado que las exportaciones manufactureras se hayan estancado. Por el lado interno, el gasto interno se ha deteriorado, tanto en su componente de gasto privado como en el de inversión. En este último renglón, hubo contracción en la inversión en construcción, reducciones en las importaciones de bienes de capital y un menor gasto en inversión pública.

De modo que, en efecto, junto con factores ajenos al control del gobierno federal y de órganos autónomos, como el propio Banco de México, una variable que explica los resultados recesivos del primer semestre de este año, los primeros meses del gobierno de quienes presumieron que sabían gobernar, es que la inversión pública se ha contraído. No hay dudas. La administración federal entrante detuvo las inversiones gubernamentales. Pese a que las instancias parlamentarias aprobaron en su momento el ejercicio correspondiente, quienes debían ejecutarlo no lo hicieron.

Naturalmente esto ha impactado negativamente el comportamiento del empleo. En los últimos meses disminuyó el ritmo de expansión de los trabajadores asegurados en el IMSS y la tasa de desocupación nacional mostró niveles superiores a los de la primera parte de 2012. Así que dos variables fundamentales: el producto y el empleo han tenido malos resultados. No ha sido así el comportamiento de la inflación que ha tenido una evolución convergente con la meta establecida por el Banco de México de 3 por ciento anual.

Pese a estas cifras la junta de gobierno del Banco de México mantuvo su tasa de referencia en 4.5 hasta el 31 de agosto de este año cuando decidió reducirla en 50 puntos base dejándola en 4 por ciento. El pasado 18 de septiembre acordó una nueva reducción, este vez de 25 puntos bases llevando la tasa a 3.75. Las reducciones referidas han ocurrido después de los resultados recesivos en el PIB y en el empleo, de modo que en el primer semestre del año la política monetaria, como ha sido regla desde el cambio de la Ley Orgánica del Banco de México en 1993, contribuyó a ese desempeño recesivo.

Así que, de un lado, una administración federal incompetente en el ejercicio del gasto de inversión y, de otro lado, autoridades monetarias desentendidas por mandato legal de la evolución de variables reales fundamentales. El resultado neto es que mientras los principales países emergentes, dadas las difíciles circunstancias internacionales, reducen sus tasas de crecimiento a niveles de 4-5 por ciento anual, en nuestro caso empezamos a tener resultados negativos. Como en los tiempos del foxismo, de nuevo perdemos oportunidades importantes para recuperar la posición de país emergente relevante.

El tercer trimestre de este 2013 seguramente ratificará los números de los primeros dos. Por ello las previsiones para el cierre de año han ido reduciéndose de manera generalizada. El nuevo gobierno podrá plantear que en su propuesta para 2014 ha solicitado un presupuesto que permita enfrentar comportamientos cíclicos recesivos, pero lo cierto es que se habrán perdido meses importantes. Habrán perdido, además, los que siempre pierden: los asalariados, los trabajadores informales, los campesinos, etcétera. Si a eso le agregamos el impacto de ciclones y huracanes, el panorama resulta desalentador.