Opinión
Ver día anteriorDomingo 22 de septiembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

Hasta pronto, Manuel de Haro

En Puebla, nuevos desfiguros políticos

¿Y los ídolos, apá?

C

on una sensación agridulce me entero del fallecimiento del ganadero de reses bravas, no de su aproximación, Manuel de Haro González (Huamantla, 1949), quien fue copropietario de los hierros de Tepeyahualco y de De Haro, y al que la vida quiso poner a prueba su carácter, su vitalidad y su afición, ya que tras caer de un caballo, hace más de 20 años, quedó tetrapléjico o paralizado de sus cuatro extremidades, lo que no impidió que el hombre siguiera ejerciendo su celo como criador del auténtico toro de lidia al visitar regularmente los potreros en una camioneta.

Calvario inimaginable para quienes nos suponemos sanos, la condición de Manuel desafío su entereza, la de su familia –encabezada por sus encastados padres, doña Martha y don Manuel– y la amistad de sus amigos, que los tuvo de sobra, por la personalidad, agudeza y sentido del humor que lo caracterizaron. Sus restos ya reposan en un potrero de La Laguna, y su espíritu al fin descansó de ver cómo los seudotaurinos degradan a la fiesta de sus amores. Salud, inolvidable Manuel.

De Puebla me escribe el fino cronista Horacio Reiba, de La Jornada de Oriente, para decirme que el pasado martes falleció en esa ciudad “el notable escritor y maestro de la estadística deportiva Isaac Wolfson (Puebla, 8 de diciembre de 1941), autor de los valiosos libros Historia estadística del futbol profesional de México. Primera División 1943-1996, Medio siglo de futbol profesional en Puebla (1997) y Los porteros del futbol mexicano. 67 años de historia de la primera División: 1943-2010. Frente a esta pensante pasión futbolística uno se pregunta si los habituales ridículos de la selección mexicana no agravarían las dolencias de Isaac.

Añade Reiba que, en materia de toros, el miércoles 18 se dio curso en el cabildo municipal de Puebla al procedimiento para prohibir de manera definitiva las corridas de toros, jaripeos, peleas de gallos y circos con animales… La iniciativa fue presentada por el regidor del PRD Arturo Loyola González, aprobada por mayoría y enviada a las comisiones de Ecología y Gobernación… el municipio de Puebla no puede continuar permitiendo “la barbarie que significa el transporte, encajonamiento, tortura y muerte de toros de lidia… (que) son negocios de unos pocos y una gran estafa para muchos; es maltrato animal”.

Hace dos lunes –prosigue Reiba– mencionaba en mi columna Tauromaquia que la convergencia de las categorías inculto, estulto y representante popular suponen un coctel capaz de las peores barrabasadas. De modo que, por improcedentes y hasta cómicas que nos puedan parecer este tipo de posturas, si no nos protegemos y protegemos la fiesta, en un santiamén pueden llevarnos y llevarla al abismo. Parece que ese momento ya llegó... a menos que nos pongamos las pilas y hagamos algo para impedirlo –concluye Reiba. El PRD ya sabemos de dónde recibe órdenes pero, el gobierno estatal poblano, ¿a quién pretende complacer con tan demagógicos amagos?

¿Por qué no quedan ídolos de los ruedos?, me preguntó un joven aficionado. Y le respondí: ni de los ruedos ni del ring ni de las canchas ni de la canción, pues en el libro de los tiempos está escrito que no se derriban divinidades impunemente. Así, a la obligada veneración por las deidades que los conquistadores consideraban auténticas, ahora con rasgos autóctonos que facilitaran la evangelización de los idólatras, se infundió en estos una extraña mezcla de fanatismo y amoralidad, de fantasía e indiferencia.

Si los ídolos han existido en función de los idólatras, obvio que a los dueños del negocio taurino, a los que desde el escritorio han mandado a los mandones en el ruedo, les faltó sensibilidad y les sobró arrogancia, pues todo poder terrenal tiene escasa capacidad para examinarse a sí mismo, y más si cuenta con la pasividad de… los idólatras. Y es que, además de distraer, los ídolos enorgullecen y aumentan la autoestima de la gente, algo muy riesgoso para el poder mal ejercido, pero obligatorio en los criterios empresariales medianamente pensantes, conformes con toreros que sólo figuran.

Hoy el acoso a la fiesta de los toros es notable, incluso por politicastros sin idea. Algunos mendigan su reconocimiento por parte de organismos internacionales, y otros suponen que el blindaje de ésta a cargo de gobernadores entusiastas bastará para recuperar su grandeza y protegerla de los ignorantes, de los empleados del pensamiento único y de los salvaguardas de lo culturalmente correcto. Craso error, y si no que le pregunten al inerme mariachi, declarado patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco en 2011. Pero ya lo dijo el chino: los mariachis blindaron, ¿para qué?

Así, la riqueza cultural y la originalidad estética de la fiesta de los toros sólo podrán salvaguardarla dos presencias: el toro bravo con edad y trapío y los aspirantes a… ídolos de los ruedos, no a especuladoras figuras.