Opinión
Ver día anteriorSábado 24 de agosto de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Al caño, 200 mil empleos

Recorte y mercado laboral

¿Qué formalizarían qué?

A

penas un mes atrás, el inquilino de Los Pinos presentó en sociedad el Programa para la Formalización del Empleo 2013, con metas muy ambiciosas, cuyo objetivo consiste en que, con un esfuerzo responsable y compartido del gobierno federal, los gobiernos estatales y del Distrito Federal incorporen a la formalidad en el segundo semestre de este año a 200 mil trabajadores que hoy viven en la informalidad, de acuerdo con el detalle proporcionado en aquel entonces por el titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), Alfonso Navarrete Prida.

Congregada en la residencia oficial, la siempre alegre familia política del país aplaudió a rabiar por la iniciativa presidencial de formalizar el empleo en México, aunque más rápido que una saeta olvidó que ocho meses atrás legalizó el outsourcing, por medio de la reforma laboral. La idea, pues, es que las empresas participen activamente y generen empleos dignos que cumplan con la ley y otorguen seguridad social, salarios dignos y prestaciones de ley.

Pues bien, más allá de las fábulas, en los hechos ahora ya no podrán formalizar 200 mil empleos, dado el atroz tijeretazo aplicado por la Secretaría de Hacienda a la estimación de crecimiento económico en este mágico 2013, por medio del cual se recortó a la mitad la meta original (de 3.5 a 1.8 por ciento, y descendiendo) que el gobierno federal se fijó para el presente año, algo que –de acuerdo con las estimaciones oficiales– se traduciría en la cancelación de la citada cantidad de puestos de trabajo.

Y quien informa sobre esta lamentable situación es el propio Navarrete Prida: el (citado) ajuste del producto interno bruto sí genera, desde luego, una baja en la perspectiva de empleo en México, y en un primer análisis afectará 200 mil puestos de trabajo. Cualquier ajuste de las proyecciones de la economía mexicana afecta directamente la generación de empleo, porque va muy ligada una cosa con la otra. Eso sí, no hay de qué preocuparse, puesto que el mismo funcionario ofreció la solución: México cuenta con la solidez económica para amortiguar la baja del empleo, así como con una paz laboral (La Jornada, Ciro Pérez).

Olvidó mencionar que él mismo, en la presentación del susodicho programa, subrayó que una política económica realmente exitosa se traduce en empleos suficientes y de calidad. Saquen sus conclusiones. Pero bueno, esa es la versión oficial: 200 mil empleos menos por el recorte de 1.8 puntos porcentuales en la perspectiva de crecimiento anual. Sin embargo, de acuerdo con el manejo de números y proporciones que hacen los especialistas en economía del sector privado que regularmente son consultados por el Banco de México, tal tijeretazo costaría cerca de 360 mil plazas laborales, y no las consideradas por el titular de la STPS, de tal suerte que la formalización sería aún menor.

Tales especialistas estiman que cada punto porcentual de crecimiento económico en el país aporta, por decirlo así, alrededor de 200 mil empleos, de tal suerte que, en sentido contrario, el recorte de 1.8 puntos porcentuales equivale a la potencial cancelación de 360 mil plazas laborales en el sector formal, o lo que es lo mismo, todas las generadas a lo largo de la estancia peñanietista en la residencia oficial (alrededor de 68 mil hasta julio, último dato oficial) y muchísimos más (292 mil). ¿Alguna duda sobre la fabulosa perspectiva del Programa para la Formalización del Empleo 2013?

Al término –felizmente– del calderonato, los genios consultados por el Banco de México estimaban que en 2013 el producto interno bruto crecería 3.44 por ciento y que se generarían 625 mil empleos formales. En marzo del presente año, la estimación se redujo a 3.46 y 629 mil, respectivamente. Ya para julio, recortaron a 2.65 y 536 mil, en cada caso. Pero en agosto, Hacienda sacó la tijera y recortó a 1.8 por ciento, sin mencionar el asunto laboral, sobre el cual Navarrete Prida ya aportó algunos elementos, aunque todo indica que se quedó corto.

Y para acicatear el de por sí elevado entusiasmo nacional, ayer el Inegi divulgó los indicadores oportunos de ocupación y empleo correspondientes a julio pasado, y nada hay que celebrar. En dicho mes la tasa oficial de desocupación se incrementó a 5.12 por ciento respecto de igual mes de 2012, con lo que –como es recurrente– el número de mexicanos en tan difícil circunstancia se mantiene al alza. Así, la reforma laboral y, más recientemente, el citado programa, lo único que han logrado es el efecto contrario al que supuestamente se pretendía, y no es mala leche, sino realidad contundente. Sólo para tener el dato a la mano, en julio de 2008 –cuando todos, menos el muy buen equipo económico de Calderón (él mismo dixit)– ya sentían el zarandeo de la crisis, la tasa oficial de desocupación fue de 4.1 por ciento.

El Inegi precisa que si sólo se considera el conjunto de 32 principales áreas urbanas del país (aquellas con más de 100 mil habitantes), la tasa de desocupación fue de 5.96 por ciento de la población económicamente activa, un indicador igual al observado en el séptimo mes de 2012. De cereza, 23.6 por ciento (alrededor de 620 mil) de los desocupados no contaba con estudios completos de secundaria, en tanto que los de mayor nivel de instrucción representaron 76.4 por ciento (más de 2 millones de personas). Y la informalidad que quieren formalizar sigue tan campante: 60 por ciento (alrededor de 30 millones) de los mexicanos en edad y condición de laborar, sobreviven en ella sin posibilidad real de abandonar sus filas, máxime después del referido tijeretazo.

En fin, como se observa, difícilmente se podrá formalizar la informalidad si los propios empleos formales –que de por sí no abundan– comienzan a caer como fichas de dominó. Entonces, la tétrica realidad laboral del país merece terapia intensiva, atención y, para comenzar a resolver esta delicada situación, muchísimo más que pomposos actos en Los Pinos y alegres discursos.

Las rebanadas del pastel

No se mortifiquen, que no sólo los empleos se van lejos. Allí está el caso de los abnegados dueños mexicanos de grandes consorcios que operan en el país, quienes se vieron en la penosa necesidad de transferir (exportar dicen otros) a cuentas bancarias en el extranjero e invertir en terceros países la friolera de 23 mil 357 millones de dólares en apenas el primer semestre de 2013, suma 104 por ciento superior a lo registrado en igual periodo de 2012, de acuerdo con el Banco de México (La Jornada, Roberto González Amador). Con este dato, el monto exportado por empresarios nacionales en los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto supera los 250 mil millones de dólares, todos ellos generados en territorio mexicano. ¡Provecho!

Twitter: @cafevega