Opinión
Ver día anteriorViernes 23 de agosto de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Novela rosa y “catarrito’

Sexto al hilo: pésimo inicio

Tal vez el mejor equipo

E

n sus tiempos como inquilino de Los Pinos, el funesto Felipe Calderón presumía, con una cara más dura que el concreto, que su gabinete económico era muy bueno, tal vez el mejor de todos los tiempos, algo que la realidad desmintió de forma igual de rápida que de contundente. Entre tantas otras cosas, su equipo, como lo llamaba, no vio venir la crisis de 2008 (aunque estaba cantada desde 2007, cuando menos); ya que finalmente se dio cuenta de que algo no cuadraba, se limitó a diagnosticar el efecto del terremoto económico-financiero como un simple catarrito, y en pleno zarandeo, con la cuerda en la garganta, todavía presumió que México está en plena recuperación.

De todos es conocido, y por todos padecido, el resultado de ese tal vez el mejor gabinete económico que ha tenido el país en prácticamente toda la historia nacional, siempre de acuerdo con el atinado comentario del tal Jelipe. Desde luego que la economía se fue al caño, registró el mayor desplome en ocho décadas, con un costo social impresionante, del que no atina medianamente a salir. De hecho, mientras el autor del citado comentario vive impunemente como marqués, aquí no terminamos de contar el número de pobres.

Tras esa desastrosa experiencia (que sumada a la de Fox amerita que el país consulte al loquero), era de esperar que la sagrada familia financiera del sector público no repitiera el error de catarrizar los ingratos acontecimientos económicos en este mal llamado mundo globalizado (lo único que se ha globalizado es la miseria, porque las ganancias siguen súper concentradas), y que en lugar de soltar fantasías a discreción, se pusiera las pilas y actuara en consecuencia.

Pero no. Lamentablemente no ha sido así, y el color rosa se mantiene como el preferido de esa sagrada familia financiera del sector público, que todo lo achaca a factores externos cuando las cosas no caminan bien –y suelen no caminar bien–, pero que a la primera provocación atribuyen características mágicas a ese navío de gran calado que es la economía nacional cuando la situación no adquiere color de hormiga, algo por demás inusual.

Aferrada al discurso de todo va de maravilla, porque los fundamentales de la economía están sólidos y lo decimos nosotros, los integrantes de esa familia han vuelto a estrellarse contra el sólido muro de la realidad. En este contexto, el autodenominado súper secretario de Hacienda, Luis Videgaray, tardó más en salir a decir que es algo claramente alcanzable un crecimiento económico de 3.5 por ciento en el segundo trimestre del año y de 3.1 por ciento en todo 2013, que en poner la cara dura y notificar a propios y extraños que el gobierno federal reducía su pronóstico de crecimiento anual a 1.8 por ciento, la menor proporción para un primer año de gobierno desde tiempos del mariguanero Vicente Fox, lo que ya es decir.

De tiempo atrás, instituciones académicas, organismos empresariales, organizaciones multilaterales y más advirtieron sobre la inminencia de otro desajuste global (así le llamaron) que anunciaba ingratos tiempos económicos, por lo que era necesario tomar las precauciones del caso. Nadie en la sagrada familia, y menos el súper secretario, hizo caso alguno por estar inmersos en la fiesta del retorno, o simple y sencillamente porque no le dio la gana ya no de escuchar las voces alarmistas, sino de registrar la costosísima experiencia reciente.

Resultado, en el mejor de los casos la economía autóctona crecería 1.8 por ciento en el año de arranque del México que todos queremos (Peña Nieto dixit), o lo que es lo mismo menos de la mitad de 2012, cuando la Jauja prometida tampoco se presentó. Así, el sexto sexenio neoliberal al hilo arranca tal cual lo hicieron los cinco previos: prometiendo a raudales, con el cuento de la lechera como política pública, ofreciendo el oro y el moro, para, en los hechos, mantener el crecimiento económico, el empleo formal, los salarios dignos, el combate a la pobreza y tantas otras bellezas como sempiternas asignaturas pendientes. Sólo queda esperar, por el bien de la nación, que no concluya como lo hizo la quinteta previa: con el país desmoronándose.

En vía de mientras, cuando menos un par de instituciones bancarias del sector privado fue más allá que la propia Secretaría de Hacienda, y ayer redujo, una vez más, sus respectivos pronósticos sobre el crecimiento económico en 2013. En el caso del Grupo Financiero Banorte recortó de de 2.4 a 1.7 por ciento su estimación, tras observar que la desaceleración de la economía mexicana se recrudeció en el segundo trimestre. Los niveles de actividad económica se incrementarán en la segunda mitad del año, aunque el crecimiento del semestre podría promediar sólo 2.4 por ciento anual. Con ello, la expansión del producto interno bruto será de 1.7 por ciento, en lugar de 2.4 por ciento que pronosticaba anteriormente (La Jornada, Roberto González Amador).

Paralelamente, la trasnacional financiera BBVA, que aquí opera por medio de Bancomer, redujo su estimación de crecimiento económico en México por segunda ocasión en menos de tres semanas. Coincidente con Banorte, el consorcio español recortó su previsión como consecuencia de una desaceleración mayor a la considerada previamente. Así, bajó de 2.7 a 1.4 por ciento tal estimación, luego de que el pasado 8 de agosto hiciera lo propio (3.1 a 2.7 por ciento). Los nuevos datos del primer semestre dados a conocer por el Inegi incorporan una desaceleración mayor a la considerada previamente, lo que sugiere un crecimiento anual más débil. La revisión a la baja en el pronóstico del PIB para este año es resultado de un crecimiento nulo en el primer trimestre, que incluso se deterioró y llegó a ser negativo hacia el segundo trimestre (ídem).

Entonces, menos fiesta, menos pompa y, sobre todo, menos rosa en el análisis si no quieren que el catarrito de nueva cuenta los agarre con los dedos en la puerta.

Las rebanadas del pastel

Y si de fórmulas mágicas se trata, pues ya lo dijo The Washington Post: la mejor opción para México es privatizar Pemex (y junto a la paraestatal las reservas de crudo, desde luego). Y listo. Tantos años desperdiciados, tantas intentonas gubernamentales y empresariales, tantas opiniones encontradas, para que en un desinteresado editorial el rotativo resuelva la ecuación a la velocidad de la luz. El único problema es que no precisó para quién sería la mejor opción.

Twitter: @cafevega