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Dirigida por Mario Muñoz, la obra se escenifica en el teatro Rafael Solana

El sentido de la vida y el derecho al suicidio, ejes de Tren hacia la noche

Está escrita por Cormac McCarthy, una leyenda, pues nadie sabe mucho de él: unos dicen que vivió como vagabundo; otros, que habitaba debajo de una torre petrolera

Foto
Gustavo Sánchez Parra interpreta a Negro, y Álvaro Guerrero a Blanco, en fotos promocionales de la obra
 
Periódico La Jornada
Miércoles 21 de agosto de 2013, p. 8

La razón de vida choca contra la pulsión de muerte en la obra de teatro Tren hacia la noche, escrita por Cormac McCarthy y dirigida por Mario Muñoz, quien da la sorpresa en este su primer montaje, actuado por Álvaro Guerrero y Gustavo Sánchez Parra, cuyos personajes dialogan, discuten, tratan de convencerse, uno, de que existir es un sin sentido y, otro, de que hay que creer en algo.

El pasado lunes, en la función seis, de 40 que integrarán la temporada, el encontronazo de los argumentos de Blanco y Negro, llevaron al público a reflexionar sobre su existencia, sobre si sólo se transcurre sin vivir.

El público en el teatro Rafael Solana del Centro Cultural Veracruzano aplaudió de pie al final de la función, pero cada quien estaba inmerso en lo que acababa de ver, oír y sentir.

Cormac McCarthy (Providence, Rhode Island, 20 de julio de 1933) es un escritor estadunidense ganador del Premio Pulitzer de ficción por La carretera (2006) y del National Book por Todos los hermosos caballos (1992). El crítico literario Harold Bloom lo ha distinguido como uno de los cuatro mayores novelistas de Estados Unidos de su tiempo, junto a Thomas Pynchon, Don DeLillo y Philip Roth. Se le compara frecuentemente con William Faulkner y ocasionalmente con Herman Melville. No obstante, su vida está llena de misterio y se hunde en la leyenda.

En entrevista, Muñoz expresó que esta obra es pertinente en un mundo y un México como el de la actualidad. Una idea fija de McCarthy es el fin de los tiempos. “Hay épocas más optimistas que otras a nivel personal y de la historia del mundo, pero esta no es una de ellas.

“Realmente sentimos que estamos muy al borde de las cosas, y esta es la preocupación del autor. Me gusta mucho McCarthy; es un escritor que ha sido adaptado mucho al cine, porque es un gran narrador, muy cinemático; es muy profundo y muy clavado en esta idea del fin de las cosas. Los hermanos Cohen han trabajado sus historias; con ellas ganaron el Óscar. Narran cómo un sherif llega al fin de su vida, de la violencia, la cual está llegando a extremos que no se entienden. Para él, lo que ocurre es como ir hacia el fin del mundo. Encuentra escenarios para trabajar con esta idea, la cual me atrajo. Traduje el texto, lo trabajé y trabajé; siempre me ha apasionado la escritura y me interesó que no se perdieran significados tan complejos. Él los plantea de forma muy sencilla. Su prosa se basa mucho en la repetición; sus diálogos regresan y los personajes pueden decir: ‘¿haz leído este libro? ¿Cuál libro? La Biblia. No lo sé. ¿No lo sabes...?’ Se dan tres o cuatro vueltas sobre la misma idea, pero cada vez es distinto y así va teniendo significado para la gente, por medio de los personajes.

Esta obra habla del sentido de la vida, del papel del arte, del derecho al suicidio. Los grandes maestros, como McCarthy, son los que abordan cosas muy complejas en términos muy sencillos. Lo sencillo de la exposición de McCarthy es lo grandioso. La gente sale muy conmovida.

La vida de McCarthy es una leyenda. Nadie la sabe bien a bien. Unos dicen que vivió como vagabundo; otros, que vivió debajo de una torre petrolera. No da entrevistas. Vive en Nuevo México alejado de todo. Ahora se sabe algo por las películas, pero no hay entrevistas grabadas de él.

Su libro Sin lugar para los débiles o No es un país para viejos aborda la violencia en la frontera México-Estados Unidos, sobre la generada por los narcos, añadió. No entiende, plantea qué es lo que pasa, por qué ese grado de violencia. Justamante, todos nos preguntamos qué es lo que pasa con el mundo, con el crimen, con el futuro de las generaciones; qué pasa con la paz que teníamos antes, cuando había esperanza, un lugar hacia el cual transitar con nuestros hijos. Ahora todos nos cuestionamos lo que ocurre en México. Esta obra mueve no sólo porque cuestiona la fe, el intelecto, sino porque nos mete a la dinámica de pensar qué es lo que podemos hacer para evitar el fin de los tiempos.

Argumentos contundentes

–¿Qué hay que salvar? ¿Por qué no ayudar a que todo acabe de una buena vez?

–Bueno, eso es lo que quiere uno de los personajes (Blanco-Álvaro Guerrero). Da argumentos muy contundentes sobre eso. Dice que las cosas sublimes se están acabando y que no desea quedarse a ver el fin. Por eso se quiere suicidar, tomar el tren hacia la noche.

–Voltaire ironiza sobre el optimismo ramplón.

–Creo que esta obra deja las piezas del rompezabezas en la mano, pero no da una respuesta fácil, porque no existe. Si algo me llevo es que hay una idea al final del camino, más allá de Dios, más allá de la religión, más allá del arte. Lo único que tenemos es nuestra humanidad y a la persona de al lado.

–El cine está tratando el tema, lo mismo que varias series de televisión, y también el teatro. Tal es el caso de esta obra.

—A McCarthy le preocupa todo esto, la pregunta de si lo que sigue es el fin, el fin de los tiempos, de todo. ¿Quién quiere estar presente para ver eso? ¿Valdrá la pena ser parte de ese fin? Cuando hablamos del fin no estamos haciendo una metáfora. El tren hacia la noche es una tragedia de hora y media.

La obra se presenta en el teatro Rafael Solana del Centro Cultural Veracruzano, ubicado en Miguel Ángel de Quevedo 687. Funciones: Viernes, 20:30 horas; sábados, 18:00 y 20:30, y domingos, 18:00. Boletos 350 pesos.