17 de agosto de 2013     Número 71

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El Corrido y la Trova Surianos*

Un elemento fundamental de la cultura tradicional de los pueblos de Morelos es el llamado corrido suriano. Éste se extendió por toda el área conocida como “el sur” (el sur del Distrito Federal, la zona norte de Guerrero, sur de Puebla, una amplia región del Estado de México y por supuesto Morelos), incluso, los habitantes de esta zona se definían como surianos. Los surianos compartían rutas de peregrinación, con importantes santuarios como: Amecameca, Chalma, Tepalcingo, Ocotlán y Mazatepec, entre otros. La red de pequeñas ciudades y pueblos, y la capital regional, que era Cuautla, serían el teatro de operaciones del Ejército Libertador del Sur: las relaciones sociales que durante siglos se fueron entretejiendo se volcaron para respaldar el levantamiento zapatista dirigido por Emiliano Zapata.

Corrido de Marciano Silva
Por Marciano Silva

Soy el rústico cantor de las montañas
que al acorde de mi destemplada lira,
voy cantando de los héroes las hazañas
y del déspota tirano la ignominia.

Soy del sur ignorado publicista
que sin gracia ni cultura en la ocasión,
voy cantando del tirano la injusticia
y ensalzando el patriotismo de un campeón.

No es el rifle el que manejo con destreza
ni la brida del intrépido corcel,
es la pluma mi cañón y mi estrategia
y mi verso la metralla, a mi entender.

Son las armas con que lucho en el presente
y con ellas lucharé sin descansar,
combatiendo a los tiranos que imprudentes
sólo anhelan un conflicto nacional.

Fuente: Trova suriana
Varios autores. Compilador:
Víctor Hugo Sánchez Reséndiz.
Ediciones La Cartonera, 2011.

Ya me retacho me
voy pal’ rancho

Por Leopoldo Valle

Ya me retacho, me voy pa’l rancho
no he de ponerme nunca el balón
mejor huarache con calzón blanco
no he de ser roto, de pretensión.

Sombrero ancho puro Morelos
gabán al hombro blanco gazné
morral colgado con mi cañero
que aquí es la tierra donde me crié.

Y al cinto un cuete
treinta y dos veinte
con carrillera hasta reventar
y juega el gallo que contra el rico
no como quiera me he de rajar.

Aquí los rotos bufan y gritan
vomitan lumbre y apagan el sol
pero si salen al sol se agüitan
les pica el mosco, sienten calor.

Si son las “rotas” ven a un fuereño
lo creen mendigo, dicen pos no hay
muy agringadas fuman Casinos
cruzan la pierna y dicen good bye.

Por eso yo ya estoy fastidiado
prefiero el rancho que estar aquí
y aunque yo nunca sea diputado
voy pa’mi tierra donde nací.

Fuente: Trova suriana.
Varios autores. Compilador:
Víctor Hugo Sánchez Reséndiz.
Ediciones La Cartonera, 2011.

En el corrido suriano se encuentra una importante expresión de la cosmovisión de los pueblos surianos. En las letras aparece el apego al terruño, el amor galante, en resumen, se presenta la vida cotidiana y la épica zapatista. Para conocer esta tradición literaria y musical, Víctor Hugo Sánchez Reséndiz, entrevistó a Jesús Peredo, musicólogo, investigador y corridista o trovador. A continuación sus palabras:

Lo que se conoce como corrido suriano es una fusión de estilos, lo mismo que danzas, valses, polkas, pasos dobles, mazurkas y toda la música de salón desde el siglo XVIII. Al conglomerado de estilos, los trovadores lo llamaban “corrido”. Varios investigadores lo hemos llamado corrido suriano, ya que se extendió por Tlaxcala, Puebla, Guerrero, sur del Distrito Federal y desde luego Morelos.

Los corridistas llamaban a sus interpretaciones de diversas formas, por ejemplo, corridos, bolas, tonaditas, quemaditas e historias. A las canciones de amor les llamaban romances.

La tradición cultural de los corridistas es antigua. Sospechamos que proviene de los siglos XVII y XVIII, cuando los conventos de las zonas frías de la región se volvieron centros culturales, en donde se desarrolló un importante movimiento literario que llegó a los campesinos de los pueblos.

Los trovadores morelenses, al leer mucho, se informaban de lo que ocurría en el país y en el mundo. Sabían de los movimientos políticos. Por ejemplo, hay una bola, escrita en 1896, que habla de la revolución de independencia de Cuba (1895-1898).

La particularidad de los trovadores era su conocimiento literario: no se conformaban con hacer sus poesías bien rimadas, sino que hacían estructuras complejas. Es raro encontrar octosílabos en el corrido morelense, casi todo se realizó en lo que se conoce como “verso mayor”, es decir, de 11 sílabas y hasta 19; también recurrieron a los versos alejandrinos, como en el caso del corrido sobre la muerte de Zapata. Por estrofa no se contentaron con la cuarteta, sino que lograron quintetos que ellos llamaron quintillas, incluso hay sextas y también octavas. Conocían la palabra escrita, como se refleja al realizar corridos esdrújulos.

Los corridistas se llamaban a sí mismos trovadores, al parecer, por asumirse de alguna forma a los trovadores medievales.

Durante el zapatismo los corridos tuvieron un papel importante en tanto difundían (entre los campamentos de refugiados y en los pueblos) lo que sucedía en la región durante la guerra. Hay testimonios de gente que, mientras eran niños, veían llegar a los trovadores como Marciano Silva, Federico Becerra de Zacualpan, Guadalupe Beltrán de Tepoztlán, Vicente Ferrer de Yautepec y muchísimos más que anduvieron cantando en las barrancas y en los montes.

La gente se escondía, las mujeres con sus hijos, todo mundo buscaba refugio pero entonces llegaban los trovadores a decirles cómo iba por allá arriba la lucha, que el ejército había arrasado con los sembradíos y con el ganado y que de esta forma se esperaba a que murieran los zapatistas, porque no había manera de exterminarlos. Los generales huertistas y luego los carrancistas, quemaron los pueblos y las siembras, como lo describe el corrido El exterminio de Morelos, donde se relata la terrible situación que se vivió en el estado.


Marciano Silva FOTO: Archivo

Hoy nuestros pueblos, son unos llanos,
blancas cenizas, cuando de horror,
tristes desiertos, sitios aislados
donde se agita sólo el dolor.
fúnebres restos que veneramos
como reliquias de nuestro amor
donde nacimos, donde nos criamos
y alegres vimos la luz del sol.

La guerra significó la muerte o la expulsión de más de la mitad de la población. El estado fue repoblado con miles de emigrantes provenientes de diversos lugares y se aceleró la ruptura con la tradición morelense. Además a partir de 1920 los corridos fueron considerados por los gobiernos como subversivos. Hay testimonios que hablan de que en la Plazuela de Zacatecas se reunía la gente a cantar estos corridos pero la policía los echaba. El corrido era un documento verídico, de mucho valor para las personas y es que los trovadores tenían gran prestigio por decir las cosas apegadas a la realidad.

Veamos el siguiente corrido de cómo se concebía a Zapata después de muerto.

Ahora todos quieren mando,
tener un puesto de honor
pero entonces cuando
en combate demostraron su valor

Sólo Zapata luchando permaneció allá en el sur,
fue su esfuerzo levantando
con un patriótico amor


Imagen tomada del libro Trova suriana

Es claro que la memoria popular rescata a un Zapata que buscaba el cambio, no el poder. Lo que se dice en los corridos son cosas que siguen vigentes. Por ejemplo, se puede hacer un paralelismo respecto a lo de Acteal, en que un grupo armado masacra y mata a niños y a mujeres embarazadas. Claro que este tipo de música sigue creando escozor. A veces desaparecen ciertos estilos musicales porque dejan de estar de moda pero también porque causan conflictos de poder. Quizá por esta razón en Morelos se perdió la tradición pero en Guerrero sigue viva y se continúan tocando corridos de Marciano Silva.

Hay otro fenómeno que afecta a toda la música tradicional de nuestro país, como los sones arribeños, las pirecuas, etcétera. Y esto es que apareció la radio y la televisión y los empresarios de la comunicación no tardaron en apostar a que la gente se avergonzara de la música tradicional y de esta manera fuera desvalorada.

Se ha ido perdiendo a tradición. Finalmente decía un músico de Jiutepec: “es que a la gente no le gusta lo fino, le gusta lo vulgar y hay que adaptarse”. Es vulgaridad estética es impulsada por los empresarios de los medios de comunicación para mantener sometido al pueblo.

*Texto tomado y editado del libro Trova suriana (varios autores),
compilador Víctor Hugo Sánchez Reséndiz. Editorial La Cartonera, junio 2011.


El corrido zapatista en los albores del siglo XXI

Jesús Castro Andriano Músico y compositor / Trovadores de la Tierra de Zapata


Don Chico Gutiérrez FOTO: Aideé Balderas Medina

Suman casi 70 años del fallecimiento de Marciano Silva (1849-1944), profeta de cenzontles y ruiseñores, poeta de la Revolución mexicana, coronel del Ejército Libertador del Sur y cronista de la guerra civil más dolorosa y cruel que sufrió el estado de Morelos. Se escucha el eco de un corrido que se niega a ser parte del pasado y que ulula entre los huizaches, huajes y ciruelos como un sonido límpido que reivindica en sus estrofas la lírica campesina, docta, conocedora de los temporales, de los ciclos de la tierra, del verso de arte mayor y del amoroso lenguaje de las aves.

Es el corrido zapatista una de las vertientes más representativas del corrido suriano, que proliferó en las regiones del oriente y sur del suelo que vio nacer el agrarismo –entre las flores de acahual y casahuate; entre la temporada de lluvias y de secas, que desde tiempos ancestrales matizan el paisaje morelense.

Es fiel evidencia de la infamia y brutalidad con que se exterminan los pueblos, pero sobre todo testimonio de un profundo amor por la tierra, que hoy circula en las voces de una generación de poetas y corridistas surianos que han hecho suyas las métricas del viento, las sílabas del campo y las armonías del pausado bajo quinto, que parece retumbar y reclamar, con las versiones de Marciano Silva, Elías Domínguez y Federico Becerra, las injusticias de siempre: el despojo de tierras, el abuso de poder y el saqueo a manos llenas.

El corrido zapatista es un género nacido de la resistencia, del ideal colectivo, del movimiento de todos; no se enfoca en personajes, ni se exaltan hazañas al estilo Gabino Barrera, La Rielera o La Adelita, corridos representativos del periodo revolucionario, que tristemente reducen el carácter combativo y reflexivo del corrido a un género que satisface las necesidades de una sociedad modelada por el cine, la radio y la televisión.

A diferencia de este tipo de corrido, el zapatista fue un instrumento de lucha, perseguido en los años posteriores a la Revolución, por su naturaleza insurrecta, pero sobre todo por su identidad como unidad local y concreta, opuesta al proyecto de nación. Fue excluido de los medios masivos de comunicación, muy probablemente por sus contenidos, y aún más, por sus desarrollos temáticos, extensos y elaborados, que no encajaban con los modelos comerciales.

A pesar de estas condiciones, no se olvidó, y se cantó en la intimidad de las reuniones de jilgueros, en las rancherías que van desde Jojutla y Tlaquiltenango hasta Cuautla y Tepalcingo; en las fiestas locales, donde aún se susurra y se comparte como el tesoro más valioso del repertorio suriano, que ha pasado de boca en boca, a lo largo del tiempo y en las voces de los que ya han partido a la mansión del olvido como Mauro Vargas, Tío Barcenas, Timio Torres, Erasto Sánchez, Adolfo Almanza, León y Otilio Trejo, Tacho Uroza, Tenógenes Gadea, Lucio Vélez, Pedro Torres, Trini y Honorio Abúndez, José Uroza, Poncho y Adolfo Pliego, Raúl y Agustín Osorio, Salomón Araiza, Genaro Cortés y Dimas Leyva. Otros que aún viven, como Tacho Zúñiga, Casto Palma, Delfino Maldonado, Lázaro Domínguez, Ignacio y Virginio Sánchez, Higinio Colín, Chico Gutiérrez, Jesús Peredo, y los más jóvenes, Moisés y Ulises Nájera, Santiago y Jesús Castro, Marco Tafolla y el benjamín de los corridistas, Francisco Ocampo.

Así pues, el corrido zapatista continúa vigente, es parte de la memoria de un pueblo que poco a poco ha ido reconstruyendo su identidad, armando el rompecabezas de su historia, con la ayuda de pequeñas acciones, como proyectos culturales, encuentros de corridistas, grabaciones de campo, proyectos de investigación y la propia tradición oral. Que contrarresta los embates de la modernidad y las nuevas formas de vida construidas a partir del contexto global. Dadas estas condiciones, es un reto, para los creadores, intérpretes e investigadores proponer vías que desde su campo de acción fortalezcan al corrido zapatista para que retome su papel como una de las tradiciones musicales más importante del país.


Estados Unidos

¿Cómo que fandango jarocho en EU?

César Castro, Jarochelo,* y Alexandro D. Hernández**
*Músico, laudero y promotor independiente, Los Ángeles, California www.jarochelo.com
**Candidato al doctorado en etnomusicología, jaranero y rockero, Washington, D.C.

3 decimeros 3
Mario Aguirre Beltrán

En llamas pasas rasgando
el labrantío de los cielos
el surco de los anhelos
y el cultivo desgranando
limbo que se va sembrando
surcando en el firmamento
cegando con la hoz al viento
en la bóveda celeste
eternidad que foreste
requiebros del sentimiento

Eros hijo es de Penia
la diosa de la pobreza
la carencia es la destreza
con la que se da la venia
Pareciera esquizofrenia
que de la falta florezca
deseo de comida fresca
un apetito profuso
eso me tiene confuso
...que de la penuria crezca

Este nuevo “Fandanguito”
ya se canta en Sotavento
lanza sus notas al viento
con un acento exquisito
y tiene por requisito
cuadrar el verso cabal
haciéndolo al natural
con un lenguaje poblano
como canta el pueblo llano
con el verbo elemental

Que suene firme el tacón
pero con gran suavidad
viéndose la calidad
del golpe de percusión
al ritmo de la canción
que nos marca el jaranero
es folklore del jornalero
que en el fandango descarga
del surco pesada carga
…es su puerto y fondeadero

La música viaja con cierta facilidad y ligereza por el mundo entero, pero cuando emigra o extiende un brazo de una manifestación cultural hacia otra zona del planeta, la situación cambia en ambos puntos.

En 2005 emigré de Veracruz a California. Llegué con una maleta, una computadora, dos guitarras jarochas (requinto y leona) y vasto conocimiento cultural para compartir; listo para formar parte de un nuevo proyecto musical con Quetzal, una banda de rock chicano iniciada a principios de los 90’s, de Los Ángeles, y que pertenece a la siguiente generación a Los Lobos. Sin embargo, me encontré con que la semilla del fandango sembrada a principios de 2000 estaba germinando; así que me sentí como abono.

La economía sufría un fuerte golpe, haciendo aún más difícil la vida de quienes apenas libramos el mes con mes, pero de mi primer trabajo pude comprar las herramientas para construir y reparar jaranas, requintos y tarimas. Recibí invitaciones para dar clases en centros culturales. Uno de ellos en el Valle de San Fernando, en la tierra que vio nacer a Ritchie Valens, compositor de la versión rockera de La Bamba, en donde otros inmigrantes fueron mis principales estudiantes de son jarocho en Tía Chucha’s Centro Cultural. Ahí recuerdo que empecé a ver el primer desprendimiento cultural de una generación a otra: madres y padres que llevaban a sus adolescentes para que aprendieran algo de la tierra mexicana, sin embargo, en la mayoría de los casos, con tristeza veía como éstos ya no conectaban con sus raíces.

Sin embargo, este furor jaranero ha sido liderado en gran parte por jóvenes, principalmente chicanos y chicanas quienes viven constantemente luchando por mejorar las condiciones de vida en materia legislativa, social, educativa o laboral. El son jarocho es la música de más reciente introducción en esta dinámica, en donde un jarocho, formado por más de diez años con el grupo Mono Blanco, siente gran responsabilidad en la formación musical de jóvenes y niños para seguir cantando nuestro presente e historia, nuestras luchas y paisajes.

Basta reconocer que el son jarocho fandanguero no llegó a Estados Unidos para darle cultura a los chicanos, sino que se ligó a toda una comunidad viva y a personas con mucha experiencia en el activismo de justicia social. O sea, el son jarocho y el fandango, para muchos, se convirtió en una expresión más para enriquecer una larga trayectoria de movimiento social, música, arte, poesía, e identidad chicana. En Los Ángeles; Chicago, y Washington,
DC, por ejemplo, el son jarocho ha sido una de las músicas principales en las manifestaciones y marchas para apoyar una reforma migratoria digna y un fuerte grito para darle alto a las deportaciones.

El fandango jarocho también está en los movimientos de anti-militarización. En noviembre del 2012, hubo fandango para cerrar la Escuela de las Américas en FortBenning, Georgia, lugar de entrenamiento para soldados de las dictaduras y juntas militares en Latinoamérica y el Caribe. Jaraneras y jaraneros de Santa Ana, California, Chicago; Wisconsin; Washington, DC, y Acayucan, Veracruz, se reunieron en Georgia para denunciar al genocidio, la tortura, y violencia en contra de activistas, artistas, intelectuales, inocentes, mujeres, y desaparecidos en Latinoamérica.

Y dentro de la comunidad jaranera en Estados Unidos, migrantes de México, otros países de Latinoamérica y diversos lugares del mundo han encontrado el son. Para migrantes veracruzanos, es retomar la cultura que dejaron, o al no haberla apreciado en México, se convierte en una expresión de orgullo e identidad propia en aquél país. Por ejemplo, el Encuentro de Jaraneros en Los Ángeles es mayormente organizado por jarochas y jarochos ya ajustados en la Unión Americana y se convierte en un símbolo de resistencia cultural en la ciudad del espectáculo.

Tanto en los Encuentros del Son Jarocho en Estados Unidos, como en las tocadas y el fandango, ya se están cantando historias propias de la experiencia chicana, la migración, y casos que nos afectan desde la frontera, en los pueblos y en las ciudades. Y para cerrar, es justo decir que el fandango jarocho está al frente de los movimientos sociales más importantes del país y aún hay todavía muchas marchas por marchar con la jarana en la mano.

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