Del K’ooj

Pedro Uc

Algunos conceptos de la lengua maya que comienzan a develarnos sus misterios, nos permiten en sus rendijas ciertas luces penetrantes en las entrañas de la historia, el lenguaje y sobre todo la filosofía; claridades en torno al uso de algunas lógicas en el origen del origen de la lengua de nuestras abuelas y abuelos, que al parecer desarrollaron una dialéctica racional y empírica en la comprensión de su tiempo y espacio que le dio un resultado holístico de su existencia sin ser su propia existencia.

K’ooj es un término-concepto que desconocemos en su primer origen, pero que en su siguiente paso encierra, entre otras, la comprensión de “ser quien no se es” en virtud de que cada quien lleva como carga (cargo) un rostro que le ha sido impuesto como un honor, como un deshonor, como un dolor, como una alegría, como una tristeza, como una enfermedad, como una farsa o como una máscara.

K’ooj como lenguaje emic y etic al mismo tiempo, es rostro de honor, es Balam o Ajaw que no es su propio rostro sino el de quien carga su rostro, es decir, de quien va en su representación ante su gente; es el hermano mayor que carga el rostro del padre fallecido ante los hermanitos, ante la comunidad que espera aquel “legítimo” rostro de papá sin ser tampoco el rostro de origen, sino el rostro que cargó por encargo de quienes le dieron origen sin ser ellos el origen.

K’ooj es deshonor y vergüenza cuando quien lo carga o porta ha sido ultrajado o humillado, porque su rostro como lenguaje es el mensaje convertido en imagen, representante o embajador de ese ser real representado en el rostro de quien lo lleva puesto en lugar de él o ella, por lo que decimos en representación del ser sagrado que es el lenguaje maya sublaak u yich (su cara es vergüenza), no es él la vergüenza, es sólo un representante de ella a través del rostro que le ha sido impuesto.

K’ooj es un embajador de ese ente que conocemos con el nombre de dolor, se dibuja en la carne y la piel que en su representación se estira y encoge, hace muecas y aprieta los dientes, cierra violentamente los ojos o los convierte en enormes lámparas; es lenguaje corporal, mensaje que exige lectura, que se interpreta a sí mismo sin ser intérprete.

K’ooj es alegría hecha risa en un rostro que no es su rostro; es rostro revelado y escondido de ciertos dioses que necesitan ser dignamente representados en un rostro verdadero sin ser el verdadero cuando tienen un orgasmo, por lo que la risa se hace incontenible ante una pulsión de muerte.

K’ooj es el rostro de la enfermedad k’oja’an (le pusieron un k’ooj), quien está enfermo le impusieron un k’ooj, es decir, cumple con un encargo, una tutoría, una representación de alguien que no es él pero que es él en su representación, es el apoderado, es la carta poder; es para que no nos olvidemos de nuestros orígenes, de nuestros superiores; es para darle seguimiento al ciclo de las representaciones, de la hermenéutica de los rostros ocultos y revelados de los dioses en nuestra carne, en nuestros ojos, en nuestros labios; es la polifacética presencia del dios trascendente e inmanente que viaja en el vacío y atrapado en el tiempo y en el espacio, en nuestra carne.

K’ooj es una máscara, es el rostro de la farsa, es el teatro, el personaje, el protagonista que no es, el lenguaje, la espiritualidad, el contacto con el origen, con el tiempo; es la verdad hecha mentira, o la mentira hecha verdad, la hipérbole que es en realidad insignificante, el narciso que exige ser leído como inferior en cada una de sus alas extendidas con elevación subterránea. K’ooj es destino y pasado, es dios y humano.

Somos máscara de un origen que seguramente no es de su origen, de un creador sin ser su creador; como máscaras somos una sonrisa, somos un dolor, somos una alegría, somos el rostro de Dios, pero sobre todo, los dignos representantes de la muerte; somos un k’ooj k’ooja’an.

Tal vez por eso, el poeta zapoteco Mario Molina Cruz dice en “Máscaras del mundo”: Allá en las tumbas / Las máscaras cansadas se deshacen, /Máscaras que bailan, que sonrieron, / Máscaras que lloraron / Rostros que la tierra pintó. // Tierra, madre de máscaras, / Máscaras blancas, rojas, negras… / Máscaras tiene el mundo, / La máscara blanca se ríe de otras / Ignora que el hueso despoja máscaras / Sólo la tierra las colecciona. (En traducción al maya peninsular, “U k’ojilo’ob yóok’olkaab”: Te muknalo’ob / Ku la’abal le ka’ana’an k’ojo’obo’ / Letie k’óojo’ob óok’otnajo’obe’, che’ejnajo’obe’, / Letie k’ojo’ob ok’onajo’obe’ / Táan icho’ob bo’on tumen le lu’uma’. // Lu’ume’ u na’ k’ojo’ob / Sak, chak, box k’ojo’ob / Yan tu yich yóok’olkaab/Sak k’ooje’ ku che’ejtikuba ti u jeelo’ob / Ma yojel wa le bak’o’ ku che’pitik k’ojo’ob, / Chen le lu’um li’isik u jejeláasilo’obo’)  

Pedro Uc Be nació en Buctzotz, Yucatán, en 1963. Desde hace veinte años es profesor de filosofía en el centro Educativo Rodríguez Tamayo de Ticul, Yucatán. Como el dice: “Soy un indígena que lucha por la reivindicación del pueblo maya”.