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Convento, fortaleza y museo
E

n una arbolada y plácida zona del sur de la ciudad de México se encuentra Churubusco, que actualmente es parte de la delegación Coyoacán.

En la época prehispánica era una población independiente; tras años de conflictos se creó una alianza, al casar a la hija del gobernante de Churubusco con el mandatario de Coyoacán.

Después de la conquista, la evangelización corrió a cargo de los frailes dieguinos, rama de la orden Franciscana, quienes en 1580 levantaron el soberbio convento de Nuestra Señora de los Ángeles de Churubusco. Aquí establecieron su noviciado y el colegio de formación de misioneros, que tuvieron como misión evangelizar Filipinas, China y Japón.

En el siglo XIX los religiosos fueron despojados del inmueble para establecer un cuartel de las tropas mexicanas que, entre otros, tuvo como objetivo defender la capital de las tropas invasoras estadunidenses. Aquí se llevó a cabo un doloroso enfrentamiento en el que vencieron los invasores y que conocemos como la Batalla de Churubusco.

En este sitio se estableció en el siglo XX el Museo Nacional de las Intervenciones, cuyo discurso museográfico está relacionado con las injerencias armadas sufridas por México a lo largo de los siglos XIX y XX. Adicionalmente, muestra uno de los acervos más ricos de arte sacro de los siglos XVII y XVIII.

Hace unos años hablamos de la restauración del Cristo de Churubusco, una bella escultura de 2.07 metros de altura que fue elaborada en el siglo XVI con pasta de caña y no pesa más de siete kilos. Ese trabajo dio inicio a una profunda renovación del inmueble y su contenido, que impulsó fervientemente la directora de ese periodo.

Dos intensos años de trabajos de restructuración, que realizó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dieron como resultado 28 salas totalmente renovadas y un nuevo discurso museográfico, que nos permite apreciar los tres distintos usos que marcaron la identidad del inmueble a lo largo de los siglos: convento, fortaleza y museo.

La nueva museografía utiliza herramientas multimedia, maquetas, fotografías y diversos elementos que permiten al público adentrarse en episodios fundamentales de la historia de México, muchos de triste memoria, que, sin embargo, han contribuido a la construcción de la identidad nacional.

Es muy impresionante advertir en el recorrido de las salas de la planta alta, cuántas agresiones extranjeras hemos padecido. A los pocos años de la Independencia, la intervención española de 1829; nueve años más tarde la francesa. En 1846-1848 la intrusión estadunidense que nos costó la mitad del territorio. La francesa de 1862-1867 y de pilón después de la Revolución, nuevamente tuvimos las intervenciónes de Estados Unidos de 1914 y 1916.

La restauración también cubrió los espacios de la planta baja, como el huerto, el patio de novicios, el portal de peregrinos, el refectorio, el anterrefectorio, el claustro bajo, la antesacristía, la cocina y el baño de placeres. Esta parte es particularmente grata, ya que nos muestra como vivían los frailes en estos enormes conventos que eran prácticamente autosuficientes. Asimismo, podemos apreciar su gran sentido estético, que se advierte en la decoración con pintura mural y profusión de coloridos azulejos en varias partes. Su gusto por la belleza llega a espacios como los baños y hasta los lavamanos de las áreas comunes.

De esto y otros encantos de Coyoacán hablaremos en el próximo programa de la serie Crónicas y relatos de México, que conduzco para Canal 11. Se transmite los jueves a las 19:30 horas y se repite los domingos a las 18:30.

Ya hace hambre, así que vámonos a Los Sifones, situado en avenida División del Norte 2804, a comer comida mexicana. El colorido y alegre restaurante se caracteriza por sus tortillas cuadradas. Muy sabrosa la sopa de hongos y los tacos de arrachera con aguacate, ingrediente que usan en muchos platillos. Para el calor, una refrescante agua de chía.