Opinión
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9 mil 810.89 euros
¡Q

ué extraño título para un texto! Pues sí, más extraña, y la palabra no es suficiente, resulta la decisión del presidente Enrique Peña de regalarle el consulado general de Milán a alguien que bien pudiera ser presunta responsable de delitos como obstrucción de la justicia, en sus tipificaciones de prevaricación, peculado y fraude, por lo menos.

Sí, resulta extraño que quien debiera estar enfrentando por lo menos un arraigo, como los muchísimos que promovió, se encuentre a esta hora cenando un gran chamorro de ternera con trufas en la Antica Osteria Cavallini, en el centro de la ciudad, ello gracias al nombramiento que le produce un sueldo de 9 mil 810.89 euros, correspondientes a 164 mil 822.95 pesos mensuales.

La prevaricación es un delito que consiste en que una autoridad oficial, en este caso ella, como Ministerio Público Federal, asuma una decisión arbitraria a sabiendas de que la misma es injusta ante la buena procuración de justicia. Está sancionada por el derecho penal con hasta ocho años de prisión y es una vía de protección tanto del ciudadano como de la propia justicia.

Con la salida de Marisela Morales de la PGR, se destapó la podredumbre que desde el sexenio de Zedillo se vino gestando a ciencia y paciencia de él, quien buscó vengarse de Salinas empinando a su hermano con datos de una vidente, Francisca Zetina, La Paca, hoy en prisión por haber sembrado un cadáver. Fox intentó cerrar el camino a AMLO mediante un juicio de desafuero fallido por amañado. De Calderón hay que decir que fue su enorme estupidez y perversidad cuando quiso cargarse a Yarrington, a la Reina del Pacífico, al general Ángeles Dauahare, a otros generales y de pasó le asestó gran raspón a la respetabilidad del Ejército.

En materia administrativa, cada semana surgen datos de malos manejos: compras sin la debida licitación, pago de sobrecostos, bienes perdidos y más. Todo, en síntesis, haciendo como nunca un uso político, discrecional y de propietario de la institución, mediante seriesísimas irregularidades penales y administrativas que lesionaron terriblemente a la institución en su respetabilidad y en sus finanzas.

Nada de esta degradación paulatina de casi 20 años se hubiera dado si los presidentes Zedillo, Fox y Calderón no hubieran dado un uso político a la procuraduría, lo que fue evidente en incontables casos.

La designación de Morales supera los ejemplos de irracionalidad y autoritarismo de Peña en ciertos nombramientos. Algo se esconde. Pudiera haber una revelación aún más grave: un acto del presidente Peña presumiblemente encubriendo delitos como los ya señalados u otros que sólo él y la señora Morales conocen. Sería gravísimo para él y para el país, que más pronto que tarde se supiera de actos punibles de la propia ex procuradora o bien de actos punibles que ella encubrió faltando a su deber.

Es tan absurdo e increíble el acto de Enrique Peña, tan inhallable su explicación lógica, tan antinatural, que aun a personas sumamente objetivas las lleva a pensar que algo se esconde. No sólo fue el nombramiento a secas. Se le nombró a una sede, Milán, cuya categoría, que era de segundo rango, no obligaba a la sabida comparecencia ante el Senado. No pasó por esa aduana que hubiera sido dura, no. Hubo más: asumido el cargo, se elevó al consulado a un rango de primera –lo que sí hubiera obligado a la mencionada comparecencia–, además de un bienvenido aumento de salario. ¿Entonces, hay gato encerrado o no?

De no aclararse este intríngulis de aparente impunidad gracias al encubrimiento presidencial ¡¡¡gravísimo!!!, de una u otra manera persistirá la grave duda de que algo se esconde, o bien que el presidente Peña con sus impulsos de omnisapiente actúa con la certidumbre de que el gobierno le pertenece.

Es cierto que la Constitución le da amplias facultades para nombrar y remover a sus colaboradores (artículo 89 fracción II), pero como toda ley que asigna facultades, lo hace en el entendido de que la libertad dada a un funcionario se otorga ante el supuesto de buena fe de que esa facultad se ejercerá en conciencia, para el bien de la nación, con prudencia y total dignidad, lo que no parece cumplirse en el caso de la señora Morales.