Opinión
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Andanzas

Ballet de Carmen Roche

Foto
Durante una escena de Sueño de una noche de veranoFoto tomada de la página de la compañía
E

n el contexto del ciclo Danza en Bellas Artes, el pasado 19 de julio se presentó en el teatro principal, con un público que no rebasó la luneta, la compañía española de Carmen Roche: un pequeño grupo de danza contemporánea y clásica. Integrada por apenas unos seis bailarines, desafió el reto de mostrar una versión de Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare, con música de Henry Purcell, con algunas intervenciones de danza contemporánea, destacada iluminación y una escenografía de cubos pequeños regados por el escenario y una escalera de triángulo, muy lejos de bosques y recintos mágicos esplendorosos comúnmente usados de acuerdo al texto original.

Desde el primer momento, la agradable sorpresa consistió en constatar una prometedora simplificación de elementos tradicionales, así como la conformación física de los bailarines, de fuerte y sólida estructura corporal, que sólo muchos años de entrenamiento proporcionan al cuerpo humano, y en este caso garantía de un estatus profesional.

Desde los primeros movimientos de los jóvenes, se notó que esta pequeña compañía de doña Carmen Roche, era todo un reto, y pronto constatamos que dicho grupo era sencillamente una joya en todos sentidos. Su madurez, carisma y excelencia académica fueron más que suficientes para enfrentar cualquier tema escénico, dramático o ligero, con la fluidez de un lenguaje que expresa la solidez, convicción y originalidad excepcional de cada bailarín, permitiéndonos, con asombrosa sencillez y continuidad, apreciar un lenguaje original, expresivo, sin traba o truco alguno en un altísimo grado de calidad.

Arte y emoción genuina, divinamente simplificados, perfectos y arrebatadores, los bailarines desarrollaron la trama de la obra en su deliciosa adaptación de personajes y secuencias en una especialísima versión de Sueño de una noche de verano, del coreógrafo talentoso y enormemente creativo Tony Fabre, quien estuvo apoyado con la inventiva lumínica de Nicolas Fischtell, además de un grupo extraordinario que realmente bailaba, sin afectar el río de emociones y situaciones que la pieza les exigía, mostrando siempre una musicalidad agudísima, lo cual da gusto presenciar.

Es difícil ver una compañía, ya sea numerosa o con pocos intérpretes, que esté tan bien integrada y amalgamada, con esa sincronización, notorio trabajo de equipo, con lo cual hizo notable la musicalidad y el verdadero sentido de la danza, que tantas veces parece olvidado por gente que incluso estudia y ama la danza.

La combinación del dominio técnico del ballet y danza contemporánea, verdaderamente fusionados con tal facilidad y soltura, mantuvo al público atento a la entrega total de los ejecutantes, con la que nuevamente se vivió la alegría del danzar, la joi de dancer, algo que automáticamente parece llevar a la alegría de vivir, con tal naturalidad que todo parece de facilidad asombrosa, en su maravillosa sencillez.

Todo fue tan consecuente, fácil y lógico, que sólo al ver espectáculos como este, se recuerda la importancia nodal de la sinceridad creativa y el conocimiento del lenguaje del cuerpo, que bien conoce el público maduro.

Carmen Roche dita, maestra de maestros, posee un impresionante recorrido por los más elevados santuarios del aprendizaje del arte de la danza. En su carrera desarrolla los conocimientos adquiridos desde la infancia, aprendidos de muy buenos maestros, para después sumarse como intérprete o bailarina solista de importantes ballets, como el Siglo XX, de Maurice Béjart, quien la nombró directora de la célebre academia Mudra, donde se han forjado los mejores bailarines del mundo con un sentido global de la danza y, naturalmente, el dominio total de las técnicas corporales.

Sin duda, Carmen Roche en su evidente generosidad, enseña más allá de la mecánica corporal; sencillamente enseña a bailar, y muy bien. Ha enseñado a la creme de la creme por el mundo y sabe compartir con gran sensibilidad su talento y el de otros, diversificando su repertorio con el sello de la gran calidad.

Doña Carmen Roche ha acumulado los más valiosos premios y reconocimientos de la cultura dancística internacional. Su sencillez y cordialidad no muestran el genio tan caro y escaso del buen aprendizaje, lo cual la señala y distingue en el mundo, especialmente en España, como uno de los valores más importantes del gremio, reconocida por su gran vocación y capacidad como maestra.

El coreógrafo Tony Fabre, de gran experiencia creativa y renombre indiscutible, se forjó en la Compañía de Nacho Duato, como bailarín asistente de coreografía, y como coreógrafo de la Compañía Nacional de renombre mundial. Su cualidad es ese sentido de coherencia, continuidad y musicalidad notable. Sus secuencias siguen una a la otra con la lógica que permite disfrutar la danza y llevar el mensaje preciso de la intención.

El elenco está integrado por Édgar Chan, Ana Belén Sanz, Juan Carlos Toledo, Yuka Iseda, Ana Ponce y Arturo Naranjo, quienes junto a Carmen Roche, como directora general; el coreógrafo Tony Fabre, y el iluminador Nicolas Fischtell –todos preciosa gente– fueron ovacionados hasta el basta. Ellos recibieron el aplauso del público mexicano sencillos y emocionados.

¡Fue una noche espléndida con los españoles!