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A la mitad del foro

El pacto de Aquiles y la tortuga

E

l primero de diciembre de 2012 se propuso y dispuso mover a México. Y bastó el aviso para salir del pasmo, para alentar entusiasmo con las buenas intenciones y el llamado a caminar, a correr. Doce años empantanados. Tres décadas convertidos en estatuas de sal. Habló Enrique Peña Nieto y los de la oligarquía recordaron que el movimiento se demuestra andando. Los de abajo sabían que para eso hacen falta tiempo y espacio. No por sabiduría infusa, no por saber de las aporías de Zenón. Pero sí de las paradojas del barbecho, la siembra y la cosecha, o el desencanto de las tierras flacas y los cielos fugitivos.

De aquí hasta allá. Y con la segunda alternancia vino la oferta, el reconocimiento de la inmovilidad en la transición en presente perpetuo. Pacto, hemos hecho un pacto los del pluralismo. Para mover a México. Y el primero de diciembre dijeron cómo y en cuánto tiempo. Ese imponderable que ha transcurrido sin atender al hecho de que no hay calendas griegas en nuestras agendas; siete meses empeñados en temer el arribo de los idus de marzo y dejar correr el tiempo para no asustar a los del pacto con los lamentos de la llorona, con el grito persistente de la suspicacia electoral. Hay que esperar a que lleguen y pasen las elecciones regionales del 7 de julio. Y el pacto quedó pendiente del reto de Aquiles y la tortuga. El de la velocidad da ventaja a la de la lentitud. Y nunca la alcanza. Pero nadie gana. Nadie puede ganar.

Porque transcurren el tiempo y la distancia. Y a siete meses de empezar la carrera para mover a México, la economía marcha para atrás. Se encoge el PIB previsto; se contrae, se reduce el gasto público; la banca central decide retirar el dinero circulante. Y se quejaron los proveedores del gobierno y los viajeros de primera clase; los de abajo callaron, aceptaron resistir el hambre para no fracturar el pacto. Y se escuchó en toda la tierra la frase del subsecretario de Infraestructura de la SCT: No hay subejercicio, sólo retraso. Porque Videgaray vio alejarse a la tortuga y se apresuró a medir tiempo y espacio como espejismos monetarios; expuso que lo programado para el gasto público del semestre iba a buen ritmo, que se había aplicado algo más de 80 por ciento. Repito, para no perder de vista a la tortuga, el secretario de Hacienda habló de: lo programado para ese lapso, con lo cual podía explicarse que de los miles de millones presupuestados para el gasto público del ejercicio anual, se quedaron inmóviles, inertes, sin tocar, sin ejercer, los porcentajes que usted quiera, pero a disposición para gastarse masivamente, presurosamente, en el segundo semestre.

¡Tan larga me la fiáis!, decían los que acompañaron a Hernán Cortés a la Conquista de México. Ojalá. Porque si Aquiles aprieta el paso y cuando devore el espacio en tan breve tiempo, no alcanza a la tortuga, no habrá posibilidad alguna de que crezca la economía, ni siquiera al hacerse realidad las inversiones foráneas previstas por el entusiasmo con el nuevo titular del Ejecutivo y la facilidad con la que se adaptaron los pactantes al paso y estilo de Peña Nieto. Ojalá. Porque más allá de que Aquiles alcance y rebase a la tortuga, sin preocuparse demasiado por la ventaja dada, lo muy poco programado para el primer semestre y el enorme resto para gastar en el segundo, podría ser reflejo, reiteración del teorema de la austeridad, el dogma del cero déficit, el paso cansino de Francisco Gil, la imposición de doña Ángela Merkel, la institutriz germana.

Y mover a México podría darse no a paso de tortuga, sino de los cangrejos al compás cantado por Guillermo Prieto. La crisis no es fiscal. Es de empleo. Hay que crear empleos, dignos, bien pagados, que saquen a los millones atrapados en las labores de la economía informal, dice una y otra vez Enrique Peña Nieto. Con eso contradice el dogma neoconservador inamovible ante el imponente fracaso de las recetas de austeridad. Hoy, en la Unión Europea, sin limitarse los efectos devastadores a la Grecia polarizada en la que resurgen rojos radicales y reviven los neonazis que reclutan a los jóvenes del desempleo y la desesperanza. Ni a España, donde se han vuelto a ver a los desesperados que hurgan en los basureros, o emigran con su talento y conocimientos a tierras distantes, mientras la derecha de Aznar, de Rajoy, de la soberbia insultante, enloda todo en un pantano de corrupción. No, la crisis afecta a toda Europa. En Alemania se ahonda el precipicio entre los pocos que todo tienen y los muchos que cada vez tienen menos.

En Guerrero comenzó finalmente el programa contra el hambre, contra el ambiente en que la pobreza se reproduce a sí misma. Lástima que el presidente Peña Nieto, en un arranque de sinceridad, haya tenido que decir a los guerrerenses que padecen hambre ancestral, que no había empezado antes la política de Estado para no alentar suspicacias electorales de los pactantes. Nunca es tarde si se trata de una política social de Estado, no de un caritativo reparto de alimentos, de apoyo para mantener viva la pobreza. Nada disolverá el disgusto de las izquierdas dispersas a las que convocó lo del pacto, con la presencia y esencia de Rosario Robles. Pero ella sabe que no basta, nunca pudo ser suficiente la política asistencial. Y el que la designó sabe que no hay ministros, que es uno el responsable: el titular con facultades para nombrar y remover libremente.

En Guerrero, donde un apóstata del priato tardío tuvo a bien ilustrar a los que decidieron mover a México: aquí nació la guerrilla, aquí es tierra de pobreza y de injusticia secular; Genaro Vázquez y Lucio Cabañas nacieron aquí. Lo dijo Ángel Aguirre, gobernador del estado, quien no se remitió a Juan N. Álvarez y el ejército de pintos que combatió y derrotó a la reacción y a la clerigalla que acabó con el delirio de su Alteza Serenísima. A lo mejor porque los del PAN que no se come forman parte del pacto. O porque sabe que esa pobreza de siglos tiene su contraparte de riqueza acumulada y cacicazgos tan viejos como el hambre misma.

El gobernador volvió a palacio. En Tierra Caliente, mil 300 guerrerenses buscaron refugio en la cabecera municipal de Totolapan. Llegaron hombres armados; se desató una balacera de tres días; hubo heridos y casas incendiadas. Primera plana de La Jornada del viernes 19 de julio. Que nadie murió, que los sacó el pánico, dice el edil. No pudimos más, dejamos todo... la cosa está muy fea, ya no se puede vivir. Le pedimos al señor presidente (Enrique Peña Nieto) ayuda, lo mismo al señor gobernador. Terca que es la realidad. No hay libertad sin ley. Las tropas ya están en la zona. En Mártir de Cuinapan, donde Peña Nieto empeñó su palabra, ya tienen piso firme unas casas, otras son nuevas, con una escuela cerca y acceso a servicios de salud.

Queda el miedo. Y el aislamiento. La convicción de que al abrir un camino salía un cacique, es ahora barricada para bloqueos que ceden ante los hombres armados. No los que con justicia exige la izquierda no criminalicen la protesta social, sino los que trafican con drogas y seres humanos. Lástima. No es poca cosa reconocer que millones de mexicanos tienen hambre; decidirse a combatir no sólo sus efectos terribles, la desnutrición y males endémicos, sino sus causas.

Los del pluralismo trigarante convalidaron el pacto. Iniciativa de la derecha para la reforma energética. La izquierda proclama que no aceptará reformas a la Constitución. El PRI multiplica opciones. En septiembre, reforma hacendaria: Aquiles, el de los pies ligeros; lenta la tortuga.

Y sin embargo se mueve.