La ciudad y el ojo, 2010.
Foto: Manal Al Dowayan (Arabia Saudita).
Black and White, junio 2013.

Fama

Sherman Alexie/ Estados Unidos

Ustedes han visto el video viral con el león del zoológico, en su encierro, tratando de comerse una niñita a través del cristal que los separa.

Yo estaba allí en el zoológico, y lo vi en vivo.

Tres millones de personas creen que es la cosa más linda. Y la mamá de la niñita, mientras grababa la escena, reía y reía.

Yo no pensé que fuera chistoso. Pensaba, Mierda, ese león se quiere comer la cara de la criatura. Pero sí, ándenle, ríanse del león. Del máximo predador atrapado atrás del cristal.

Me encontraba en el zoológico tratando de impresionar a una mujer que hacía animalitos con globos. Trabajaba de medio tiempo cerca del pabellón de primates, pero la conocí mientras lo hacía en la fiesta de cumpleaños de mi sobrina en el centro comunitario.

Las jirafas le salían estupendas; los elefantes, pasables; sus tarántulas parecían tarántulas, así que nadie las quería.

Sacaba 50 dólares por cada fiesta en que la contrataban. El zoológico le pagaba el mínimo más comisión. Pero quién viene al zoológico por los animales de globo. Si le vas a comprar algo a un niño, será un animal de peluche.

Así que era una bella mujer con una destreza excéntrica y financieramente insostenible.

Me gustaba lo suficiente como para pensar que podría enamorarme de ella. Habíamos salido un par de veces.

Ese día más tarde, sobre tazas de café, en el medio de nuestra tercera cita, me dijo que tenía un buen rostro pero pesaba quince kilos de más.

Adelgaza, me dijo, como para que podamos los dos usar los mismos pantalones de mezclilla, y entonces tal vez haga el amor contigo.

Yo sabía que nunca sería suficientemente flaco. Así que dejamos nuestros cafés y la acompañé a su casa. No hablamos. ¿Qué más podíamos decir? Quizá la debí dejar irse sola, pero esperaba, tenuemente, que cambiara su impresión acerca de mí.

Era un edificio con sistema de seguridad, y ella no reconsideró su opinión, así que nos despedimos en la banqueta.

Se disculpó por rechazarme.

Yo dije, Disculpas ofrecidas y aceptadas son lo que nos hace humanos.

Río y se introdujo en el edificio. A través del ventanal del vestíbulo la observé meterse al elevador y desaparecer tras las puertas corredizas.

Supe que ascendía lejos de mí.

No estaba enojado. Estaba solo. Estaba aburrido. Y medio recordaba los tiempos en que fui temido.

Nostálgico, pegué la boca contra el vidrio del edificio y mordí en el aire.
Si alguien hubiera filmado y subido el video a Internet, me hubiera convertido en el tipo de los dientes. Sería una estrella.

Este es uno de los relatos más recientes de Sherman Alexie, el escritor indígena estadunidense más reconocido y polémico del momento. Nacido en el estado de Washington en 1966, pertenece al pueblo spokane y ha escrito, en veinte años, veinte libros. Sus narraciones suelen resultar best sellers. Lleva además dos películas y varios poemarios. Ya conocido por los lectores de Ojarasca, a su gran talento narrativo agrega una visión descarnada y muy irónica de la condición india en Norteamérica. “Fama” aparece en Blasphemy (Blasfemia, cuentos nuevos y seleccionados), Grove Press, Nueva York, 2012. Traducción del inglés: Hermann Bellinghausen.