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Hermosillo Delgado en la Cineteca
L

a línea materna. En Escrito en el cuerpo de la noche (2000), el joven protagonista jura a su abuela (Ana Ofelia Murguía) conservar su segundo apellido una vez que se vuelva un cineasta reconocido. Como un guiño cómplice y malicioso, Hermosillo incluye en los créditos finales de esa cinta los apellidos maternos de todos sus actores y también el propio, Delgado.

De ocurrencias o hallazgos parecidos está llena una obra de más de 30 títulos, reiterados tributos al pequeño infierno grande que es su terruño natal Aguascalientes, a un núcleo familiar satirizado y entrañable, a su madre, presencia real y virtual en muchas de sus cintas, a esa familia ampliada que son sus actores, amigos y colaboradores cercanos, y a esa vieja estrategia de resistencia cultural que consiste en mantenerse empecinadamente independiente, al borde de un ostracismo total, a cambio de poder filmar lo que le venga en gana. Y efectivamente el director de La tarea ha filmado siempre lo que ha querido, aclimatando en México las propuestas formales que en su momento ha juzgado novedosas, ensayando todos los formatos y agotando todas las locaciones posibles, y derribando con dosis parejas de temeridad y candor los prejuicios morales de la clase media mexicana.

En tres títulos sucesivos, El cumpleaños del perro (1974), Matinée (1976) y Doña Herlinda y su hijo (1984) procuró romperle los huesos y las articulaciones a la homofobia local, con las limitaciones y los velos que imponían la industria y la censura prevaleciente, pero con una actitud desenfada y provocadora que ningún cineasta comercial soñaba entonces exhibir de igual manera. El cine estudiantil podía ensayar, es cierto, audacias mayores en el terreno de la disidencia sexual, pero lo que arriesgaba era naturalmente poco y el tiempo se encargo de sepultar el valeroso esfuerzo.

En el caso de Hermosillo, la descalificación constante de los empeños del irreverente aprendiz de pornógrafo ha sido particularmente inclemente. Los errores técnicos de sus primeras obras, e incluso de las que siguieron, atribuibles a torpezas propias o a limitaciones materiales, adquirieron proporciones gigantescas y en ocasiones fueron el expediente para descalificar no tanto las pretendidas deficiencias formales como una actitud irreverente del cineasta que incomodaba a las buenas conciencias alimentando un desdén o un rechazo en definitiva injustos. Si el cine de Hermosillo puede y suele ser sentimental e ingenuo, o incluso parecer narcisista y autocomplaciente, no lo es menos el de otros cineastas contemporáneos suyos, además grandilocuentes tiesos, que sin embargo gozan hoy de los favores de la industria o lo que queda de ella.

La distinción y ventaja moral del realizador de Exxxorcismos (2002) es que de una película a otra, de su cine comercial a su aventura digital, de sus aciertos y también de sus tropiezos innegables, el director ha sabido mantener muy viva una gran curiosidad intelectual, la necesidad de innovar formalmente y también una muy juvenil y saludable capacidad de asombro. Apenas podría decirse algo parecido de los realizadores veteranos que desgastan hoy su imaginación y energía en superproducciones tan estériles como costosas.

El cine digital que realiza el autor de Juventud (2005) o de Rencor (2010) le ha costado dinero sólo a él y a sus colaboradores cómplices, pero no al erario público. Lo suyo es una vigorosa actitud moral y una intransigencia artística sostenida contra vientos y mareas, expuesta a la facilidades del escarnio y a los rigores de una homofobia anacrónica, a un reticente reconocimiento crítico y a un apoyo oficial tan azaroso que ha obligado al director a volverse un infatigable promotor de su propia obra.

Lo que permite hoy la Cineteca Nacional con una retrospectiva de todas sus películas en dos temporadas sucesivas, de junio al mes de agosto, es la posibilidad de valorar una trayectoria artística por momentos inspirada, aunque laboriosa siempre en sus búsquedas temáticas y formales. Los nuestros, La pasión según Berenice, Matinée, Intimidades en un cuarto de baño, Rencor, Juventud, son títulos que merecen ser revalorados en el conjunto de la obra del cineasta, con la perspectiva del paso del tiempo y con las explicaciones que ofrece el propio artista al término de cada proyección. La opción obligada del formato digital ha sido para Hermosillo, según sus palabras, todo un castigo, pero también la posibilidad de experimentar con un brío renovado. El peligro de la opción digital, como en el caso de los blogs para la expresión escrita, es tener la libertad de decir indisciplinadamente cualquier cosa o abandonarse a la tentación del capricho o la ocurrencia. El merecido reconocimiento que hoy recibe el director de Exxxorcismos bien podría abrirle de nuevo las puertas al cine industrial. Y de paso a los rigores de una disciplina artística aún más exigente.

Twitter: @CarlosBonfil1