15 de junio de 2013     Número 69

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Fresas ¿mexicanas?
Sí, de abuelitas estadounidenses

J. Luis Seefoó Luján El Colegio de Michoacán


FOTO: Lesther Castillo

Al estar incluidas en los postres de las mesas mejor servidas, las fresas cada día cobran más importancia. Su creciente consumo en fresco o procesadas es estimulado por sus cualidades organolépticas y por la promoción comercial de sus propiedades antioxidantes. Para 2009 el Consejo Nacional de la Fresa estimaba un consumo per cápita en fresco de los mexicanos de 800 gramos con expectativas de aumentar a mil 500 gramos, mientras que los estadounidenses consumían tres mil 249 gramos.

En 2011 México produjo 386 mil 687 toneladas de fresa de las cuales 275 mil 340 eran michoacanas y 84 mil 995 se cosecharon en Baja California. Guanajuato ocupó un tercer puesto con nueve mil 212 toneladas, situación que no le desalienta a colocar su espectacular: “Irapuato, capital de las fresas”. En cuanto a superficie, estas entidades plantaron cuatro mil 900, mil 820 y 760 hectáreas, respectivamente.

De las fresas destaca un par de interesantes rasgos: estar emparentadas con Estados Unidos (EU) y poseer gran apetito por diversos insumos agrícolas. Este escrito describe brevemente tales características.

Primer rasgo: “articulación tecnológica y comercial”: a) las principales empresas compradoras de fruta fresca y procesada tienen su base de operaciones en Estados Unidos y “la ventana de invierno” marca los precios; b) la semilla o planta madre es generada y liberada por las universidades de California y de Florida; c) agroquímicos como el bromuro de metilo y el 1,3 Dicloropropano, que exige uno de los compradores más importantes (Driscoll) son elaborados y distribuidos por firmas estadounidenses.

Desde sus orígenes, la agroexportación fresera surge vinculada al vecino país del norte, en parte por la procedencia de los compradores de fruta fresca y congelada (Foozen Food Inc, International Freeezers Co) o de ambas (Griffin & Brand Co, Griffin & Holder Inc, Betters Foods Sales Co) y, en gran medida, por el origen de la “planta madre”. Las variedades Lassen, Fresno y Tioga fueron famosas entre 1962 y 1966.

En la actualidad, compradores de fruta y vendedores de “planta madre” lucen logos norteamericanizados y rebautizan sus razones sociales para reducir costos vía la evasión de impuestos y el despido gratuito de trabajadores. Entre otras empresas con presencia regional tenemos Sun Up, Dole, Gigante Verde, Sundance, Naturipe (Hortifrut), Fresh Kampo, Sun Belle, Mainland Farmers, Opus Foods y Driscoll.

Ahora, pese a que en estudios comparativos de 2004 y 2005, la variedad CP-Roxana se perfiló como más rendidora que Festival, Camarosa y Camino Real, y a que existe al menos un par de variedades nacionales prometedoras (CP-Paola y CP-J), las tres mejoradas y validadas por El Colegio de Posgraduados de Montecillo, los materiales de la Universidad de California (Camino Real, Camarosa, Albión, San Andreas) y de la Universidad de Florida (Festival, Fortuna) son casi los únicos plantados en el país, más los exclusivos de Driscoll Stramberries y/o patentados por firmas privadas como Lassen Canyon (Dulce Ana) con la consecuente dependencia técnica y el inevitable pago de regalías.

El imán mercantil del norte opera por la vecindad de los brokers y porque su demanda no puede satisfacerse sólo con fresas  rubiasr. Estados Unidos es líder productor, con una tercera parte de los cuatro mil 349.4 millones de toneladas mundiales cosechadas en 2011, cifra que viene creciendo pues en 1999 sumó tres mil 143 unidades. EU es el primer productor y consumidor, pero no cuenta con fresa fresca suficiente en el frío invernal y recurre a las importaciones.

Esa “ventana” se ubica en diciembre y enero, cuando California –generador de 89 por ciento de las fresas estadounidenses- no cosecha o sus existencias en fresco son tan bajas que los freseros colocados en México logran el mejor precio y condiciones sanitarias más laxas.

Otro par de consideraciones relevantes son las dificultades que California cursa para dotar de agua a sus agricultores y el crecimiento urbano-industrial, la erosión y la salinidad causantes de pérdidas de suelo agrícola. Entre 2009 y 2010 la cubierta fresera californiana bajó en 4.4 por ciento, al pasar de 15 mil 647 a 14 mil 962 hectáreas.

En 2011 un poquito más de la mitad de la cosecha mexicana, casi 212 mil toneladas, tuvo como destino el mercado nacional; el otro 45 por ciento se exportó teniendo a EU como destino principal. Baja California envió el 60 por ciento de sus frutillas al mercado mundial y Guanajuato una quinta parte.

De ese modo, de las 174 mil 780 toneladas nacionales exportadas, el 98.17 por ciento cruzó el Río Bravo y seis kilogramos de cada diez lo hicieron Den frescoe. Es interesante resaltar que de la exportación total, 121 mil 942 toneladas (70 por ciento) se cortaron en Michoacán. En valor es posible que Baja California le supere porque .sale más prontos y por su cercanía a ciudades de EU.

La liga mercantil se aprieta más pues el cuadro básico de agroquímicos que aprueban las autoridades mexicanas es aquel que recibe el visto bueno de las agencias estadounidenses.

El segundo de los dos rasgos mencionados arriba es el “consumo voraz de insumos”. Al ser resultado de cruzas recientes; requerir de agua, nutrientes y plaguicidas para su desarrollo en otro ambiente (altura, latitud y longitud); estar destinada a consumidores que exigen ciertas cualidades de sanidad, color, tamaño, proporción entre anchura y longitud, contenido de sacarosa (grados brix) y brillo, y a veces por ser producto contra-estación, la fresa requiere altas dosis de insumos agrícolas.

Cumplir las exigencias del principal comprador no es una novedad; desde que la fresa enraizó vinculada a los brokers allá por 1962 siempre ha sido así, sólo que ahora las exigencias son mayores y el reparto de rentabilidad agrícola es más desigual.

Hoy las fuertes ataduras se derivan de la seguridad alimentaria de Estados Unidos. En el discurso de los políticos nacionales pareciera que importa el consumidor mexicano; no es así, excepto de aquel que compra en las boutiques de frutas y verduras.

El plástico se ha colocado en el altar de la producción, distribución y consumo de las hortalizas, particularmente de aquellas que se consumen en fresco. El plástico transparente –el clam shell de 453 gramos- es símbolo de asepsia en los supermercados y el acolchado es el componente emblemático de las  buenasb prácticas agrícolas.

Interiorizar el riesgo real e inventado de los alimentos y agua contaminados ayuda a construir un mercado de agua purificada y vegetales inocuos. Y la producción de estas frutas y hortalizas Ilimpiasl se basa en una agricultura casi industrial que utiliza plásticos y crecientes cantidades de agroquímicos.

La inocuidad y el discurso de las buenas prácticas agrícolas contenido en la normatividad mexicana es la traslación de la Guía para reducir al mínimo el riesgo microbiano en los alimentos, en el caso de frutas y vegetales frescos impuesta por Estados Unidos a sus abastecedores.

Los integrantes de este nuevo paquete son: acolchado, macro túnel, riego por goteo, fumigación con bromuro de metilo y la recolección de fruta con el mínimo manejo humano.

En 2011, con una superficie fresera michoacana tecnificada (macrotúnel) de dos mil 400 hectáreas y un estimado de dos mil 669 kilogramos de plásticos por hectárea, más otro espacio de mil 666 hectáreas en la modalidad de acolchado que usan 745 kilogramos por unidad de superficie, se calcula un gasto de siete mil 647.6 toneladas de plásticos, algunos de los cuales llenan barrancas o medio incineradas cubren campos abandonados.

El temor institucionalizado por enfermedades relacionadas con agua contaminada ha propiciado la disposición por pagar parte del costo de extracción de aguas subterráneas, de tal suerte que es un parámetro obligado el usar agua limpia en las dos mil 400 hectáreas cubiertas por túneles y las mil 666 que sólo protegen la frutilla de su contacto directo son el suelo. En condiciones óptimas o quizá en la imaginación de los promotores de la plasticultura, con macrotúnel se cosechan 70 toneladas en las que se gastan 13 mil 440 metros cúbicos (192 litros por cada kilogramo), mientras que aplicando sólo acolchado se cortan 40 toneladas con un gasto de 23 mil metros cúbicos. El esquema tradicional (riego por gravedad) consume 36 mil 9912 unidades por hectárea En un cálculo optimista, esas 4 mil 900 hectáreas totales consumen 101.3 millones de metros cúbicos de líquido vital.

A los tóxicos (fosdrín, paraquat) y/o persistentes (endosulfan dicofol) se agregaron 450 kilogramos/ha de bromuro de metilo que son inyectados al suelo cubierto por una lona plástica o aplicados en las cintas del riego presurizado protegidas por acolchado. No todas las cuatro mil 900 hectáreas son “bromuradas”, pero sí con alta probabilidad las más de mil que cultivan para Driscoll.

Es preocupante saber que para cuidar de la salud de las fresas nacidas en México (de abuelas norteamericanas) se use el cancerígeno 1,3 Dicloropropano, y uno de los más activos agentes destructores de la capa de ozono, el bromuro de metilo.

Producción de litchi orgánico en Veracruz

Rubén Ángel Mandujano Barrios Gerente general en Mandumed Granja Ecológica, SPR de RL


FOTO: Rancho Alegre Mandumed

El cultivo del litchi, Litchi chinensis Sonn, ha ido en constante ascenso desde su introducción a México por el estado de Sinaloa, hecho por una familia hace aproximadamente cien años. Se ha posicionado como el principal frutal exótico no tradicional en México ya que, de acuerdo con datos de 2011 aportados por la Secretaría de Agricultura, en el país se produjeron más de 15 mil toneladas, siendo Veracruz el principal estado productor con un poco más de seis mil.

Buscando las causas de su popularidad entre productores y consumidores, se puede pensar que se ha debido principalmente a factores tales como su exquisito sabor agridulce, su peculiar y agradable aroma, sus atractivos y contrastantes colores de cáscara y pulpa y su facilidad de pelado, así como su importante contenido de vitamina C (similar a la naranja) y de minerales como potasio, magnesio, calcio y fósforo.

Para los productores, una importante y motivante razón de su cultivo es, sin duda, el comparativamente atractivo precio de venta. En esta cosecha 2013, el precio medio rural de litchi convencional ha estado alrededor de 25 pesos el kilo, y ya seleccionado y empacado, el precio al público se ha presentado entre 35 y 60 pesos el kilo, dependiendo de la calidad del producto y del tipo de establecimiento que lo expende.

Generalmente, el litchi orgánico se vende entre 25 y 35 por ciento más caro que el convencional; sin embargo, hemos comprobado que por medio de la venta directa al consumidor, se pueden manejar precios similares al convencional, lo que permite desplazar rápidamente la cosecha y favorecer el consumo de frutos sanos.

Como una opción ecológicamente sana, socialmente justa y económicamente viable, algunos productores y agroempresarios hemos incursionado en el manejo de litchi ecológico con certificación orgánica. Hace algunos diez años, fuimos varios productores de esta fruta los que nos interesamos por esta opción en el estado de Veracruz e incluso llegamos a constituirnos en una sociedad de productores de litchi orgánico en la zona del Totonacapan. En aquel tiempo, el interés por el consumo de productos orgánicos y la conciencia por la necesidad de un modo de producción que respetara el entorno eran incipientes.

Actualmente, con una conciencia más generalizada de producir y consumir alimentos inocuos y con respeto al medio ambiente, ha repuntado el interés por estos aspectos, y el crecimiento de la superficie, producción y consumo de productos ecológicos ha sido evidente, aunque muchos de los productores orgánicos certificados nos preguntamos: “¿Porqué, los que producimos con conciencia ecológica, con respeto y amor por nuestros recursos naturales y por los consumidores, tenemos que pagar una cuota anual por la certificación, y los que envenenan nuestros recursos y los alimentos que consumimos no pagan absolutamente nada y, a veces al contrario, hasta reciben apoyos?”. En algunas entidades federativas (Chiapas, por ejemplo), se incentiva la producción de productos orgánicos y a los productores se les apoya con el pago anual de su certificación. Ojalá en todos los estados se hiciera lo mismo.

Entre los riesgos que hay que enfrentar con el cultivo de esta especie frutícola, quizá los principales sean: la marcada estacionalidad (se cosecha generalmente en mayo durante tres semanas) y su corta vida de anaquel, ya que a la intemperie se mantiene sano durante una semana y en refrigeración alrededor de tres semanas. Por ello, empresas como Mandumed, con sede en Xalapa, Veracruz, hemos tomado importantes decisiones para su comercialización, como son el hacer la venta directa de productor a consumidor, valiéndonos de las redes sociales, en cajas con contenido neto de cinco kilos (Facebook: Mandumed Granja Ecológica). Además, desde hace aproximadamente seis años, venimos manejando los procesados de esta fruta en forma de mermelada, en almíbar, jugo, deshidratado, helado y vino). Esto permite ofertar estos productos durante todo el año en establecimientos especializados en productos orgánicos. Consideramos muy importante fomentar el consumo interno y que, en caso necesario, solamente se exporten pequeños volúmenes de la producción orgánica.

Ante el panorama expuesto, ¿cuál es la expectativa respecto al litchi, su cultivo y consumo? En virtud de que cada vez somos más las personas que hemos probado y disfrutado este “manjar de reyes” (tal como se le conoce en Asia), la fruta se está volviendo popular y pronto dejará de ser un frutal “no tradicional”. La existencia de muchas hectáreas con litchi en edad no productiva y otras que están por establecerse, hará que en pocos años el volumen de producción sea de más del doble del actual y que los precios de venta y compra de este producto vayan encontrando su justo medio. El litchi dejará de ser un postre de difícil adquisición y su consumo se popularizará entre la población. La producción orgánica de esta fruta y sus derivados será mejor apreciada que en la actualidad y los sectores de apoyo a la producción de alimentos incentivarán el modo de producción ecológico.

El auge exportador del aguacate:
¿quiénes son los beneficiarios?

Flavia Echánove Investigadora del Instituto de Geografía de la UNAM


FOTO: Jesús Cerezo

México es el principal productor y exportador de aguacate del mundo. El acelerado dinamismo de su producción doméstica y exportación se explica por la apertura del mercado de Estados Unidos (EU) a fines de 1997, después de 83 años que ese país mantuvo cerradas sus fronteras al producto mexicano. Entre 1997 y 2012, las exportaciones a EU pasaron de cuatro mil 128 a 431 mil 319 toneladas, volumen este último que representó un valor de 431 millones de dólares.

El aguacate se coloca así entre los principales productos agropecuarios generadores de divisas en nuestro país.

En 2008 se divulgó mi investigación: “Abriendo fronteras, el auge exportador del aguacate mexicano a Estados Unidos”. Realicé trabajo de campo en Michoacán, donde se origina la gran mayoría de la producción y exportación de esta fruta. Durante 2006–2007, hice entrevistas a profundidad en 13 de las principales empresas exportadoras, así como a diversos productores, funcionarios gubernamentales, organizaciones (de productores y empacadores), y centros de investigación.

Como resultado, se identificaron 23 compañías que exportaron aguacate fresco a Estados Unidos. Sin embargo, casi la mitad de los volúmenes exportados procedieron de seis empresas estadounidenses, entre las que destacan las tres principales: Calavo, Mission y West Pak, que concentraron 35 por ciento del volumen exportado. Pero en los hechos, la importancia de las firmas trasnacionales (ETN) es aún mayor, ya que, dado que la capacidad de sus instalaciones es superada por la demanda de fruta, dichas ETN envían producto a “maquilar” (clasificar, empacar y etiquetar) a las empresas de capital nacional, a las que pagan un cierto monto por caja de fruta empacada. También es común que las ETN le compren aguacate a las firmas nacionales, pagándoles igualmente por su maquila. En cualquiera de los dos casos señalados, la fruta de las ETN aparece como exportada por las firmas nacionales y, aunque no es posible conocer el volumen que ello representa, diversos informantes aseguraron que las seis ETN (incluyendo Chiquita, Del Monte y Fresh Directions) concentran el 80 por ciento del volumen exportado de aguacate fresco. Las empresas de capital nacional, a pesar de ser numéricamente mayoritarias, están en su mayor parte enfocadas a maquilar y vender fruta a las ETN, señalando como causa de ello la falta de capital y de acceso al mercado estadounidense.

Los productores que participan en la cadena de exportación (tres mil 232) representan poco menos de un tercio del total de los dedicados al aguacate en Michoacán. Ello, debido a los elevados costos de producción y al requerimiento de cubrir una serie de requisitos fitosanitarios y de traceabilidad, bajo la supervisión del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) y de las Juntas Locales de Sanidad Vegetal (organismos auxiliares de la Secretaría de Agricultura), a las que tienen que pagar por diversos servicios (muestreos, trampeo, expedición de documentos, etcétera). Además, los productores tienen que hacer un pago por cada camión de fruta que sale de su huerta (certificado y sellado) y por cada kilo de aguacate exportado, en este caso a la Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de Michoacán, AC (APEAM).

Todo ello explica la prevalencia de productores grandes y medianos (representaron 60 por ciento de los que participaron en la exportación en 2007), considerados como aquellos que cultivan huertas mayores a diez hectáreas. Entre los grandes productores es común encontrar a quienes tienen huertas de entre cien y 300 hectáreas, mientras que la mayoría de los “pequeños” cultivan entre cinco y diez.

Los productores pequeños se encuentran descapitalizados. Por ello, sólo pueden abastecer al mercado interno y muchas veces no entregan su fruta a las firmas empacadoras, sino que venden a intermediarios (a pie de huerta o a la orilla de los caminos rurales), quienes compran a menores precios pero liquidan de manera inmediata.

Es indudable que la reciente apertura del mercado estadounidense ha tenido aspectos positivos, sobre todo en términos de generación de empleo. Diversos agentes han sido beneficiados, como viveristas, productores y distribuidores de insumos (químicos, empaques, etiquetas, etcétera), rancheros (encargados de las huertas), agrónomos, transportistas, funcionarios y técnicos gubernamentales, empleados de empacadoras, cortadores, etcétera.

Sin embargo, es evidente que los beneficios económicos están muy concentrados, siendo el sector más favorecido el de las seis ETN en cuyas manos se encuentra la redituable actividad exportadora. El grupo de productores participantes, mayoritariamente grandes y medianos, disfruta de una situación privilegiada, a la que no tiene acceso la gran mayoría de los pequeños productores. Como es frecuente, los cortadores o jornaleros, son los menos favorecidos.

También existen perdedores de este auge exportador: los recursos naturales (donde antes existían bosques, ahora se asientan las casi 105 mil hectáreas de aguacate) y los consumidores nacionales. Dado que cada vez se envían mayores volúmenes de aguacate al vecino país, la oferta interna se ve periódicamente disminuida, lo que repercute en elevados precios a los consumidores del principal país productor de esa fruta.

Las consecuencias medioambientales de la expansión exportadora, tan alabada por el gobierno mexicano, nos llevan a cuestionar su sustentabilidad, y a preguntarnos si los números crecientes y las gráficas ascendentes ameritan la degradación de los recursos naturales de nuestro país.

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